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Estábamos hablando Jerathel, Leo y yo cuando llego mi hermano a la casa. Para mí sorpresa se nos unió a la plática. Los tres hablaban animadamente sobre cosas que tenían en común, que para mí sorpresa eran muchas. Se contaban historias y de vez en cuando mi hermano se encargaba de dejarme en vergüenza, justo como lo está haciendo ahora.

— entonces ella me miró horrible, vio a la chica que estaba en la sala conmigo, nos saco la lengua y se subió a su habitación, cinco minutos después baja desnuda con mi ropa interior en la cabeza — Leo y Jerathel soltaron una carcajada, eso no es nada gracioso — esperen que eso no fue lo peor, se subió al sillón y se le lanzó a la chica, le jalo el cabello y la mordió, no podía separarla, esa pulga de 4 años me estaba ganando. Lo peor es que la chica huyó de la casa, no me volvió a hablar y además cuando la acuse con mis papás, me castigaron a mi por llevar a una chica cuando no estaban ellos — está vez si me reí.

— se lo merecía, los dos, yo estaba bajo tu cuidado y tú no me ponías atención, solo te besabas con esa horrible rubia — las carcajadas estallaron. El timbre de la casa retumbó por todos lados, mi hermano se iba a poner de pie pero lo detuve. Por primera vez dejaba de evitar a Jerathel, no quería que está plática acabará tan rápido — yo voy, aprovecho para ir por agua — mi hermano acepto y siguió hablando con ellos.

Me puse de pie y camine hasta la puerta, cuando la abrí unos brazos me envolvieron.

— eres una imbecil, una imbecil de mierda — hablo Max sosteniendome con fuerza — no sabíamos si estabas bien o si quiera con vida — me separé de Max para darle un beso en la mejilla. Mire a su izquierda topandome con la mirada de Eris, solo que está vez no tenía una sonrisa o un gesto de preocupación. Solo había irá, una profunda y penetrante irá.

— chicos... Yo... Lamentó no avisarles antes que estaba bien, es solo que los castigaron y no tenía como.. — Eris no me dejó terminar.

— ¿No tenías como saber si estábamos bien? ¿o como avisarnos que tú estabas bien? ¿Cuando fue para nosotros un impedimento los castigos para vernos? — sonaba tan furiosa, jamás la había escuchado así.

— nunca, pero.

— pero nada Lailah — volvió a interrumpirme — desapareces por quince días, quince días donde no sabíamos si estabas bien ¿y nos dices pero?

— si tanto estabas preocupada ¿por qué no veniste a mi casa? —  vi como Eris hacia sus manos puños.

— por qué los idiotas de tus amigos algo les dijeron a nuestros padres para que no nos dejaran venir — casi escuché como rechinaron sus dientes cuando apretó la mandíbula.

— Eris, tranquilizante — hablo Max calmadola.

— no les digas idiotas y si lo hicieron fue para mantenerlos a salvo — comenzaba a molestarme y más después de escuchar como los había llamado.

— ¿ahora los vas a defender? ¿Después de que jugarán con la mente de nuestros padres? ¿Con nuestras mentes? — Max nos miró a ambas sin creer lo que Eris acababa de decir.

— ¿como sabes eso? — no era posible, Raziel me dijo que ellos no se darían cuenta.

— la casa. Tenía un millón de alarmas contra el fuego, era casi imposible que se quemará, además las alarmas registraron el fuego horas después de que nos habíamos ido... Y nos fuimos todos menos tu y ellos — casi escupía veneno con cada palabra — ahora, dejaste de ir a la escuela quince días Lailah, estás apunto de reprobar todo, si Max y yo no hubiéramos hablado con los profesores y hacerte algunos trabajos ahora ya estarías reprobada ¡no puedes dejar tu vida de lado por un idiota! Por qué puedo apostar que a quien si viste durante estos quince días fue a Jerathel.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora