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Ya pasó una semana.

Estoy en el suelo, abajo de la ventana, me abrazo a mi misma y no quitó la vista de debajo de la cama mirando aquellos puntos rojos.

Ya me dijeron que son o más bien quien es.

Es una misma alma la que me está atormentando, es un mismo demonio, su mano, ella el día de su muerte y finalmente lo que acabo convertida, en la cosa de ojos rojos que me observa justo en estos momentos.

También me dijeron por qué hacia tanto calor, por qué eso les recuerda su hogar... El infierno.

Me di cuenta de dónde es que me asustan, cuando intento abrir la puerta la mano me lástima y lo impide.

Mi vista viajo a mi muñeca, estaba morada y llena de rasguños. Diario intento salir pero es inútil.

El baño, un escalofrío me recorrió al recordar la primera vez que entre. Ya se para que es él espejo enorme.

La maña siguiente del día que me secuestraron entre al baño, no mire el espejo del lavamanos pero en cuanto me senté la mujer apareció en el espejo de enfrente.

Me observaba, estaba desnuda y su cuerpo al igual que la cara estaba lleno de sangre y deforme. Es una imagen que cada que cierro mis ojos veo. Y esa sonrisa que me dio. Salí llorando del baño.

Ahora cada que entró, entro con los ojos cerrados o mirando el suelo, pero aún así aquella mujer me habla, no se que dice pero me habla.

Aun no me atrevo a bañarme.

Y la otra cosa que tampoco puedo hacer es dormir en la cama, aquella cosa me ataca cuando comienzo a quedarme dormida.

Mi vista viaja a mis tobillos, estos también están morados y sangrando por qué esa cosa me lástima aún más que la de la perilla.

Hasta el tercer día me llevaron agua y un plato de avena que sabía a mierda pero tenía demasiada hambre, eso fue hace cuatro días y desde entonces no he vuelto a comer, intenté tomar agua de la llave pero cuando está toca mi boca se convierte en color negro y sabe a lodo.

No me puedo levantar, mi estómago ruega por comida, me duele la cabeza y se que me estoy deshidratando por qué llevo cuatro días sin gota de agua y el calor que hace aquí es tan fuerte que siento como si mi piel comenzará a quemarse.

Los párpados me pesan y me siento enferma. Estaba apunto de quedarme dormida cuando escucho la puerta abrirse.

Me levanto de inmediato y veo aquel demonio que solo he visto dos veces, lleva en la mano el plato de metal con la avena y una botella de agua.

Mi estómago duele aún más cuando veo esa horrible avena. Solo quiero devorarla.

— ¿Ya vas a hablar? — puta madre. Me quedé callada — ¿Nada? — aún silencio — ¿Como que hace frío no? — maldito loco — bien como quieras — iba a volver a salir sin dejar la comida.

— no me interesa que te vayas, no tardó en morir deshidratada — sinceramente ya no me importaba morir, de hecho lo veo como la salida más fácil.

Me miro y se acercó, dejó el plato y la botella en el suelo.

— hueles peor que un animal revolcado en su mierda — lo soltó seco y mirándome a los ojos.

— que bueno que lo notaste — solté grosera y al igual que el sosteniendole la mirada.

— ¿lista para hablar? — desvíe la mirada, no le diría nada. — bien, Maal ya me dio su autorización para hacer lo que sea necesario — lo volví a mirar a los ojos. El solo sonrió.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora