52

11 1 0
                                    

✴️✴️✴️

El lazo en mi pecho dejo de sentir dolor, o tal vez la calidez opacaba el dolor.

Llevabamos unos minutos despiertos, yo estaba sentada, con la espalda recargada en la cabecera, mis dos piernas abiertas con las rodillas arriba. Y Jerathel en medio de ellas.

Boca abajo, su cabeza estaba recostada sobre la zona alta de mi abdomen, sus brazos rodeandome la cadera, la piel de sus brazos tocaba la parte alta de mis muslos. Sus alas extendidas en toda la cama.

Yo jugaba con su cabello, tranquila en paz, estábamos en una posición íntima, pero sin hacer nada que no fuera roces y cariños.

Su cabello cada vez era más largo, un poco ondulado, suave. Comencé a hacer trenzas por todo su cabello, sentía sus nudillos acariciando mi cadera.

— Leo me contó lo que hiciste por él — hablé tranquila, relajada.

— hacemos muchas cosas el uno por el otro — sus ojos estaban cerrados, su respiración era calmada. Podría decir que incluso el dolor casi desaparecía.

— me contó cómo te conoció —

Jerathel apenas llevaba unas semanas de haber caído, me lo tope una noche, saliendo de la casona. En el instante en el que lo vi supe que era uno de mis enemigos por naturaleza. Él también lo supo.

— que quieres — estaba en defensiva, preparado para atacar. Para matarlo si era necesario.

— solo vengo por un trago — a diferencia de mi estaba relajado, incluso con las manos dentro de su pantalón.

— ve a otro lugar, no quiero problemas — no quería que entrara, no confiaba en él, habían rumores que los angeles estaban matando a los demonios que acechaban en las calles.

— yo tampoco — apenas dijo eso me dio la espalda, tranquilo. Me llene de curiosidad... ¿No me iba a matar?

— ¿veniste a matarme y te rindes tan fácil? — le grite antes de que desapareciera.

— yo no vine a matarte, yo vine por un trago — me miró sobre su hombro. Mentiría si dijera que no me atrajo sexualmente.

— entonces entra y no hagas que me arrepienta — entre al bar, unos segundos después el también lo hizo. Me senté en la barra, y él se sentó a un lado mío — ¿Que hace un ángel por está zona? — hablé bajo, lo suficiente para que nadie más que él me escuchará. Cundo lo mire de cerca note que ya estaba ebrio.

— no soy un ángel — tal vez el alcohol hizo que se soltara esa noche, pero me lo contó todo, todo a un desconocido, estaba lleno de coraje y miedo.

La noche siguiente volvió a aparecer, pero está vez si me amenazó, me dijo que si le contaba a alguien lo que me había dicho me haría pedazos. Cuando vi su espada supe que era Jerathel. Única en su clase. Forjada con el metal más letal para cualquier ángel o demonio.

Le juré que no le diría a nadie. Pero para él no bastó, todo los días iba a vigilarme, todos los días me seguía. Suponía que no tenía nada mejor que hacer. Uno de esos días decidí entablar una conversación con él, hablábamos cosas básicas, nada que tuviera que ver con su mundo y el mío. Llegó un punto donde me acostumbré a su presencia, deje de sentirme solo. Tenía a alguien que supiera que era realmente.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora