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Llevaba una semana desde que regrese a mi hogar. La mejor semana de mi vida.

Al día siguiente de que regrese, al día siguiente de que estuviera cubierta con las alas de Jerathel, él reviso las heridas de mi espalda, aquellas heridas que aún estaban al rojo vivo cuando llegue, estaban cicatrizando, a tal punto que hoy, una semana después ya están totalmente cerradas y casi no habían marcas, cicatrizaron en una velocidad increíble.

— ¡oye! — grite empujándolo, mientras soltaba una carcajada. le encanta molestarme con sus alas — me pesan demasiado — con mis dos brazos intenté levantar su ala pero era muy pesada para mi pequeño cuerpo.

— no aguantas nada — soltó burlón Jerathel. quite su ala de encima mío y continúe preparando la comida.

— ¿cuando regresará mi hermano? — pregunté curiosa.

— en cuanto tu estés lista — sonreí de lado.

— creo que ya lo estoy... — lo pensé un poco mejor, que mi hermano regrese significa que Jerathel ya no estará todo el día conmigo — bueno tal vez un par de días más — Jerathel soltó una carcajada.

— como tú digas — serví la comida en dos platos y le extendi uno.

Apenas estaba acostumbrándome a comer de nuevo tres veces al día.

Ambos comimos mientras hablábamos sobre tonterías. Cuando terminamos recogí todo y ambos subimos a mi cuarto.

— estoy cansada — hablé después de haberme lanzado a mi cama.

— pero no hicimos nada — escuché como Jerathel cerraba la puerta.

— lo sé, pero no por eso no debo estar cansada... Además tengo frío — en realidad no estaba cansada, solo quería que Jerathel me envolviera en sus alas como lo había estado haciendo los días pasados.

— ve a ponerte pijama — sonreí como niña pequeña y me levanté corriendo para ir por una pijama, cuando la tuve me metí al baño. Por fin podía meterme sin miedo.

Me lave rápidamente la boca, me quite la playera y después los pantalones. me puse unos shorts y una playera de mangas cortas, hoy por fin tenía que sentir sus suaves plumas. Además estaba harta de los pants y sudaderas.

Me mire al espejo y estaba apunto de salir cuando vi mi perfume. ¿Y si huelo mal?

Levanté mis brazos y olfate, creo que no pero si vamos a estar tan juntos y calientitos no quiero oler mal. Tome mi perfume y me rocíe un poco. Cuando salí del baño Jerathel ya estaba sobre la cama, tenía sus piernas cruzadas y para mí sorpresa no llevaba camiseta.

Pase duro al verlo así, me gustaba verlo así. Camine y me subí a mi cama acomodándome en su brazo, el sonrió y se giro quedando de costado como siempre. De nuevo me cubrió con sus dos alas envolviendome en mi pequeña burbuja. Se sentía como el paraíso sus suaves plumas acariciando mis piernas y brazos.

— ¿Te pusiste perfume? — me puse nerviosa. A comparación de otros días no estaba de costado como él, si no boca arriba, no sabía a dónde mirar o voltear.

— ¿Qué? No — intenté sonar segura.

— me mientes, no huele a ti — mi piel se erizo al escuchar eso.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora