17. Juan II

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20 de Marzo del 2014

Corría por un pasillo estrecho, no había ninguna luz o algo que me guiara, mis pies descalzos se raspaban con cada paso por la superficie rocosa. Mis manos estaban todas cortadas por todas las veces que me apoyé sobre el muro filoso. Estaba buscando a Juliana, no sabía dónde estaba, pero hace unos momentos la escuché decir mi nombre y yo me dirigía hacia esa con determinación no importaba si me quedaba sin piernas yo seguiré adelante.

Mientras avanzaba notaba lo pelado que estaban las plantas de mis pies, mi cuerpo quería parar, mis piernas no daban más, pero puse otro pie adelante y solté un quejido de dolor. Tal vez al final de este túnel encuentre lo que estaba buscando y si me detengo jamás podré averiguarlo, rendirse no era una opción.

El camino se hizo más angosto, no las podía ver, pero podía sentir como había piedras puntiagudas sobresaliendo de los muros, si seguía es posible que termine hecho trizas o muy mal herido. Seguí caminando por el sendero estrecho, sentí como la punta de las piedras rozo mis costillas e hizo un corte leve, la sangre comenzó a recorrer mi costado. Eso no era importante ¡No importa cuanta sangre pierda! Solté un grito desgarrador al sentir como algo se enterraba en mi pierna, saqué con cuidado mi pierna. Una piedra filosa había atravesado mi pierna derecha, respiré hondo y exhalé. Seguí caminando, prestando más atención al camino estrecho para no salir más herido.

Una pequeña luz ilumino un poco el camino, no todo el camino, pero lo suficiente para evitar las partes filosas que podían matarme. Esa luz era el final de toda esta oscuridad, era esperanza...toda esta pesadilla se había terminado.

«Un poco más y todos estaremos reunidos»

Me lance a la luz sin pensarlo dos veces.

Ya no estaba en esa oscuridad buscando una luz, ahora estaba en la cafetería de mi escuela en un festín de muertos. Había cientos de cuerpos apilados a través de toda la cafetería, varios con flechas o lanzas clavadas en sus cuerpos, a algunos les faltaban extremidades o no quedaba mucho de ellos. Las moscas volaban alrededor de los cuerpos, el hedor me daba nauseas, no solo el hedor a muerto sino también el olor a sangre. Di unos pasos al frente, sentí algo húmedo en mis pies, baje la mirada para saber de que se trataba y casi pego un grito. Mis pies estaban pisando un gran charco de sangre, era oscura y viscosa.

Tapándome la nariz me abrí el paso entre los charcos de sangre y los restos de mis compañeros de escuela, al abrir la puerta de la salida me encontré con otra desagradable vista, el pasillo estaba lleno de jóvenes clavados en las paredes, o sus cabezas colgando en redes. Las piernas me temblaban, las lágrimas que intentaba contener salieron. Esto es el infierno.

—¿Hay alguien con vida? ¡Por favor respondan! —Grité con todas mis fuerzas esperando escuchar una respuesta

No hubo ninguna respuesta, ni el sonido de alguien respirando desesperado corrí hacia a el patio. Esquivé todos los brazos y piernas que se encontraban en el camino, no quería pisarlos.

Abrí la puerta que daba con el patio de golpe, el patio que solía tener hermosas flores y arbustos perfectamente podados estaba hecho un cementerio. Los buitres devoraban los restos de los estudiantes que yacían muertos en el patio, las flores que adornaban el patio se encontraban marchitadas. Caminé por el sendero de piedra que recorría todo el patio, este tenía sangre seca en varias secciones, lo que sucedió aquí...esta masacre no hay palabras para describirlo.

No demoré en toparme con el primer cadáver de un conocido, era Sara. Su estómago estaba abierto de un lado a otro, sus ojos parecían haberse quemado. Pase al lado con cuidado de no pisarlo, quiero saber que había sucedido aquí como personas tan gentiles como Sara habían terminado así. Es injusto, demasiado injusto.

El Fragmento del CreadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora