65. Carolina Jouvet IV

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Desde que tengo uso de razón le temía a la lobreguez, no podía conciliar el sueño o estar tranquila si no había una fuente de luz, la ansiedad que me daba ser incapaz de usar mi vista era igual o superior a no dar la talla en los parciales, no, era mucho peor.

Era como morir y nunca he muerto, pero he leído sobre las experiencias de la muerte de muchas personas y si bien es cierto muchos reportan algún tipo de plano distinto al nuestro, muchas otras reportan oscuridad absoluta. Mis ojos me permitían disfrutar de mi pasa tiempo favorito y maravillarme con las bellezas que hay en el mundo donde nací, la flora y fauna, el arte y los mundos creados en papel por autores que eran capaces de plasmar, ser cegada era asesinarme.

Había decidido usarme de cebo después de ver morir a dos amigas y un nuevo amigo. Había sido un error entrar a la parte abandonada del colegio, era una trampa hecha por seres que desconocemos y ya murieron tres personas si es que Alberto sigue con vida. Amaba a mi padre y deseaba recuperarlo, no obstante, no deben morir personas inocentes en el camino, no era lo correcto. No soy capaz de sacrificar a mis amigos para recuperar a mi padre.

«Por eso decidí encerrarme con la criatura que asesino a Sebastián, si alguien debe morir lo correcto es que sea yo ¿No? Después de todo secuestraron a mi padre y debí haber venido sola»

No sé cuánto tiempo llevaba atrapada con aquella criatura tal vez quince minutos o media hora, pero era un milagro que no se diera cuenta donde estaba, creo que estaba agachada entre unas grandes piedras sin emitir ni un ruido. Por suerte las tinieblas cegaban aquella monstruosidad como a mí, tenía la esperanza de que los restantes del grupo encontraran la salida de esta prisión subterránea o mazmorra, no sabía cuál término utilizar para este lugar.

«¿Lo único que podía hacer era esperar mi muerte?»

Cualquier intento de salir de esta cueva sería en vano, estaba cegada y solo me tropezaría con los escombros haciendo que la criatura me encuentre. La criatura se movía desconcertada de un lugar a otro chocando con las paredes de la cueva, por su gran tamaño cada vez que se daba con una pared el suelo temblaba. Palpé el suelo sintiendo piedras y tierra; tocar, reconocer y proceder con cautela era lo único viable.

«Quería rescatar a papá, estar atrapada con esa cosa no me hacía resignarme...pero no podía ser a costa de la vida de otros»

El recuerdo de mi amiga siendo cortada como un animal y su hermana siendo aplastada como una cucaracha me hacía llorar, las dos murieron por mi culpa, por querer ayudarme nunca regresaran a casa.

«¿Cómo podría explicarle esto a sus padres? Sufrieran el luto de sus hijas por el resto de sus vidas por mi culpa»

Mi padre que siempre me dio todo, aquel que siempre me impulso a ser mejor cada día pese a que es muy tradicional, porque su amor hacia mi era más grande que la tradición. Era el amor y protector de mamá, tenía que regresar a casa como de lugar.

Sentí algo filoso con mis manos, parecía ser un pedazo de vidrio por el tamaño y contextura. Lo agarre con mi mano izquierda como recurso, porque tener algo, aunque sea minúsculo era mejor que nada.

«Tengo que encontrar la manera de salir de aquí...a como dé lugar»

La tierra se estremeció, un alarido de la criatura hizo que un escalofrió recorriera mi cuerpo, caí al suelo, la tierra húmeda me enlodó. Escupí tierra. Me arrastré por la tierra, los trozos de vidrio o metal oxidado me hicieron pequeños cortes en los brazos, estos obstáculos no me detuvieron, me puse de pie con lentitud para no romper los cristales que estaban bajo mis pies y me apoye sobre la pared de la cueva cortándome la palma de la mano izquierda.

Entre más cerca estaba de la criatura más difícil era mantener el balance ya que se frustraba de no encontrar una nueva víctima. El sonido de sus grandes patas y el fuego del torso que dictaba sus acciones eran lo que usaba de guía.

«Si logró pasar por delante de eso sin que me detecte me costara más avanzar»

Palpando y oyendo llegué a unos metros de la criatura que había asesinado a Sebastián y Elena, la suerte se podía acabar y ser aplastada por sus patas en uno de sus arrebatos o morir por otra criatura que estuviese en la cueva y que no pueda anticipar porque no puedo ver.

«O...podría usarlo a mi favor»

Me apoyé sobre el muro áspero, observando con atención al monstruo. El fuego de la molotov no se había extinguido.

«¿Cómo podría usarlo a mi favor? ¿Hago que abra un agujero en el techo? No, podría caerme encima y matarme. Tal vez ¿Hacia abajo? ¿Y si no hay nada y solo caigo al vacío?»

Ninguna opción tenía una resolución concreta, si me detectaba me iba a asesinar, el sentido común me decía que no importa que elija posiblemente muera.

Las patas delanteras del monstruo tocaron el muro con fuerza, como si detectara algo detrás de la pared.

«¿Y si lo desvió su atención para pasar?»

Es la opción razonable, mejor que ser aplastada por escombros o caer a la nada. Con delicadeza fui tocando el suelo hasta encontrar lo que sentí como una piedra o pedazo de ladrillo. Con mi mano derecha, sostuve con firmeza el proyectil y lo lancé con todas mis fuerzas al muro que la criatura tenía delante. El sonido del proyectil impactar contra el objetivo provocó un eco, el engendro se alborotó y arremetió contra la pared. El piso retumbo, me corté el brazo al golpearme contra la pared donde me apoyé. La pared se resquebrajo haciendo que parte del techo colapsara, escuché como los escombros impactaban contra el suelo sin saber si aterrizarían sobre mí.

Perdí el equilibrio, instintivamente puse las manos en el suelo para no estrellarme, al sentir el suelo con mis manos sentí como el piso se hacia añicos y antes de que pudiera sujetarme caí. Me golpeé la cabeza, costillas y el pecho mientras caía hasta impactar sobre una superficie firme, solté un quejido al sentir el impacto en la espalda. Me lleve las manos a la cabeza sintiendo líquido salir de esta, ya no estaba en un lugar oscuro, había caído en un lugar iluminado por antorchas de fuego verde, la criatura se había roto una de las patas traseras y se arrastraba con dificultad por el piso que tenía inscripciones que no comprendía, porque de lo poco que aprendí de daniane no reconocía el lenguaje de los demonios en el suelo de la mazmorra.

Incluso adolorida y algo aturdida tenía en cuenta que la criatura ahora si podía verme y el hecho de tener una pata rota no la hacía menos peligrosa. Me arrastré por el piso con mis manos laceradas para entrar en un rango donde estuviese fuera de peligro, un chillido a mis espaldas hizo que me estremeciera, el torso en llamas que solía sostener el sable me señalaba con sus brazos negros.

«No tiene el sable, pero si los ataques mágicos, tal vez podría llegar a esquivarlos»

Ilusionada con el hecho de que la criatura haga el ataque que más me beneficie abrí los ojos horrorizada cuando vi que comenzó a arrastrarse. Traté ponerme de pie para correr, pero el tobillo me dolía al apoyar, no podía desesperarme, casi lo había logrado. El espacio que había entre nosotros se redujo en un abrir y cerrar de ojos, los millones de torsos movían sus manos a toda velocidad junto a los brazos grandes que blandieron el arma que mató a Sebas.

«Ellos sabían que sucedería, los que hicieron esto... ¿Acaso nunca tuve oportunidad?»

Uno de los grandes brazos estiro su mano hacia mí, mantuve los ojos abiertos pese a que sería mi final, la levantó sobre mi y cerró el puño.

«Planea aplastarme como a Elena, quedare como una cucaracha»

Cerré los ojos.

Oí un chillido y un estruendo.

«¿Acaso eso será último que escuché? Ser aplastada no dolió como esperaba»

Escuché un suspiro, sentí el sudor bajar por mi frente...no había muerto. Abrí los ojos intrigada.

Un hombre, de lacio y oscuro de estatura mediana estaba entre la bestia y yo, el torso que dictaba las acciones estaba ante sus pies partido a la mitad, inmóvil. No llevaba ninguna clase de arma encima. Alcé una ceja al tiempo que se me ocurría una explicación para la presencia de aquel desconocido y de su victoria.

«¿Será otro cazador? ¿Conocido de Susana?»

El hombre se dio la vuelta y temblé de pies a cabeza, sus ojos eran rojos.

El Fragmento del CreadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora