63. Muerte de la inocencia

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Las luces neón de distintos colores encandilaron mis ojos, tropecé con una señora que iba vestida con un traje de múltiples colores, su sombrero lila casi cae de su cabeza, pero logró mantenerlo en su cabeza. Iba a disculparme, pero ella solo refunfuño siguió su rumbo como si el viento hubiese movido su extravagante sombrero.

«¿Dónde estoy?»

Los edificios eran demasiado altos, llenos de luces neón y las calles estaban perfectas sin agujeros, las vestimentas que observaba en las personas que transitaban la calle eran extrañas, no estaba en Panamá.

Los letreros estaban escritos en un idioma que no entendía, los autos no iban por la calle, volaban entre los edificios a gran velocidad. Traté de preguntarle a las personas donde estaban, no obstante, nadie se detenía a decirme donde me encontraba, era invisible para ellos.

Cuando caminé por las tiendas que se encontraban abiertas, escuché una melodía que se me hacía familiar, pero no lograba ubicarla. Era un piano acompañado por una voz delicada, me detuve a escucharla para ver si lograba reconocerla, pero fue en vano.

—¿Daniel dónde estabas? Tú tío Benjamín te estaba buscando hace unas horas, ustedes los Heerse a veces son un dolor de cabeza—Dijo una voz a mis espaldas

Me di la vuelta y vi a dos chicos de aproximadamente 17 o 20 años, uno tenía el cabello rubio dorado y el otro castaño.

—¿Dagda? ¡Ah! Discúlpame me entretuve con unas cosas y se me paso el tiempo ¿Llegó a tiempo para que no se den cuenta de mi ausencia—Preguntó Daniel

—No creo, desde temprano está siendo de niñera—Replicó Dagda conteniéndose una risa

—Mi tío siendo la mejor niñera de Saeslic ¿Quién lo diría no? Bueno, eso significa que debemos ir andando para no llegar tarde, no puedo faltar—Dijo Daniel mientras comenzaba a andar dando grandes zancadas

«¿Su tío? ¿Quién es Daniel? Yo y mi hermana debemos ser los únicos sobrinos de Benjamín»

Los seguí sin detenerme a pensar, aquí mis piernas funcionaban con naturalidad, no tenía problemas de coordinación. Fui detrás de ellos entre callejones estrechos, edificios que llegaban hasta las nubes con luces que penetrarían la gran muralla china, crucé una avenida con ellos entre la muchedumbre que era bizarra para mis ojos.

Salimos de la ciudad cyberpunk dejando ver un camino largo que iba hacia una urbanización. Daniel y Arthur hablaron de cosas incomprensibles para mí, sitios y términos que desconocía. Creo que en algún punto hablaron de comida, sin embargo, no tenía idea de a que comida se referían.

Los jóvenes entraron por la garita que era custodiada por una especie de robot con uniforme de guardia, me hubiese gustado contemplarlo más tiempo porque era incapaz de entender que hacía un robot hablante en una garita, pero tenía que seguir a ese tal Daniel.

Los seguí por la preciosa urbanización de calles sin basura, veredas en perfecto estado, parques para niños con juegos en perfecto estado, algo que incluso en una barriada para personas con dinero es difícil por la mala organización que hay. Porque seas adinerado o no Panamá sigue siendo tercer mundo y corrupto.

Llegaron a una casa grande, con ventanas arqueadas, un garaje espacioso y un tejado de arcilla. Un espacio verde con el césped cortado en la parte trasera se podía apreciar viendo a través del cristal nítido de la entrada. Escuché:

"We passed upon the stair
We spoke of was and when
Although I wasn't there
He said I was his friend
Which came as a surprise"

No pude evitar sonreír, a fin de cuentas, había algo en común en este lugar futurístico con mi hogar, también sabía que en esa casa tenía que estar mi tío. "The man who sold the world"era su canción favorita de Nirvana. Daniel y Dagda murmuraron algo en un idioma desconocido y Dagda tocó el timbre.

El Fragmento del CreadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora