32. Aceptación

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Era un día soleado en el 10 de diciembre del 2009, Amelia y yo estábamos sentados en los asientos de atrás y mi padre manejaba en silencio. Íbamos a buscar a Juan a la escuela para que nos acompañara hoy. Todos estábamos tristes por lo que le ocurrió a mi tía Jessica Hermann, la madre de Juan. Ella era buena amiga de mis padres desde hace varios años y su partida nos ha impactado.

Era difícil de creer que la tía Jessica se haya quitado la vida de tal manera, no había pasado tanto tiempo desde que ella me recibía con galletas recién horneadas y un buen chocolate caliente, no importaba que tan desanimado o amargado estuviera, su cálida sonrisa desaparecía todo mal en mí, acompañado de su dulzura. Un gesto que para muchos es minúsculo pero la verdad mi madre jamás había sido así conmigo.

«En los días del niño siempre veo como los otros niños presumen los regalos que le dieron sus padres, el trato especial que reciben y esto siempre me ha hecho preguntarme que tengo de malo»

Amelia recibía un trato diferente, siempre la mimaban de distintas formas y le recordaban lo especial que era. Por más que amara a mi hermana no podía evitar sentir algo de envidia, tal vez ella no le preste tanta atención a eso y no la puedo culpar, no es su culpa. Ella contemplaba el paisaje con sus ojos bien abiertos, atónita por todo lo que le ofrecía la naturaleza.

¿Y yo? No esperaba por ver a mi amigo, mi familia. No sabía cómo atender a Juan, por más que estuviera triste era incapaz de sentir el mismo dolor que él. Eso me hacía sentir mal, quería ayudarlo, pero era incapaz. Podría sugerir jugar Pokemon en la Nintendo de Amelia, pero a lo mejor sería grosero de mi parte. Si fuéramos a mi casa le diría que veamos Dragon ball pero no creo que tenga ganas de verlo. Esto era muy complicado.

—Padre jamás me contaste de tú visita al pueblo extraño ¿Era tan místico como se dice? —Preguntó Amelia rompiendo el silencio

Mi padre se acomodó los anteojos y sin despegar la vista de la carretera.

—¿Me preguntas por Bryhollownt? Si es ese, puedo decir que es muy interesante y si tiene algo fuera de este mundo. Cualquier niño viajaría a otro mundo ahí—

Amelia esbozo una sonrisa.

—¿Cuándo me llevaras? Ahí vive mi escritora favorita, no todos tenemos la suerte de tener a una de nuestras escritoras favoritas viviendo a unas horas de casa—

«Emily Gardner, el ídolo de Amelia desde que tengo memoria. Escribe historias macabras que a cualquiera le pondría los pelos de punta. Amelia a veces me lee sus cuentos cortos de terror y la verdad es que prefiero tirarme a dormir»

—No lo sé pequeña, es que fuera de la autora no creo que te vayas a entretener mucho. Al menos eres muy chica para entretenerte con las otras cosas que ofrece el pueblo—

—¡Quiero ir! —

Mi padre suspiro, Amelia suele ser insistente con las cosas que quiere hasta el punto de ser algo fastidiosa. Nuestros padres le suelen tener mucha paciencia, aunque hay veces donde se irritan y la regañan duro.

—¿Qué tal el otro año? Se celebra un festival dentro del pueblo y tal vez puedas conocer a Emily—

—¡Si!—Gritó Amelia llena de emoción

Entonces pude ver mi escuela desde aquí, el Instituto Seele. No sentí ninguna clase de felicidad al verla, pero ahora era el nuevo hogar de Juan. Él tuvo el privilegio de poder vivir en la escuela en lugar de ir a un orfanato, al igual que Sebastián, pero según nos había dicho Sebas los requisitos de permanencia son exigentes. Siempre me he preguntado cómo sería vivir sin mis padres, lejos de sus gritos y frialdad, pero eso significaría sacrificar los privilegios materiales que tengo y tal vez mi relación con mi hermana. Tal vez tendría paz, pero no sería satisfactorio del todo.

El Fragmento del CreadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora