35. La Traidora del inframundo

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«¿Hace cuatro años? ¿De qué habla?»

Aunque no pudiese ver que tenía el ojo abierto lo cerré por precaución, no sabía si el doctor estaba mal de la cabeza o si se metió drogas antes de venir al trabajo.

Sus ojos rojos destellaban en la oscuridad de la habitación, sentía que los había visto antes...

Iba tarde al cumpleaños, de seguro Sebastián había llegado primero que todos, él es puntual en todo el sentido de la palabra. Encontrar el parque de la urbanización de Juliana era muy difícil, la zona era muy grande y yo solo era un mocoso de once años. Mi padre me había dejado tirado unas cuadras antes de la entrada de la urbanización, estaba furioso y no paraba de gritar en el camino. Amelia que iba al cumpleaños de una compañera de su salón sollozo todo el camino por la violencia verbal de mi padre. Yo intenté ignorar todo el escándalo, pero fue imposible y estallé, la solución de mi papá fue bajarme del carro con mi mochila y dejarme ahí mientras mi hermana le gritaba que no lo hiciera.

«Al menos tengo a mis amigos, a pesar de todo hoy jugaremos bastante al aire libre y podré borrar todo lo que paso de mi cabeza»

Caminé hacia la garita conteniendo mis sollozos, las palabras de mi padre seguían resonando dentro de mí y el rostro de mi hermana lleno de lágrimas despedazaba mi alma. Pero tenía que poner buena cara, no podía arruinar el cumpleaños de Juliana con cosas mías, hoy no es mi día, es el día de ella.

—Buenos días niño ¿Va a alguna casa de la urbanización? —Preguntó el guardia de seguridad arqueando una ceja

—Sí, casa 27 B de la familia Gold, voy al cumpleaños que se está celebrando en el área común—

—Dame un momento—

El guardia llamo al teléfono del área común y pregunto si debía dejarme pasar, al escuchar la respuesta volvió a fuera y preguntó:

—¿Cuál es su nombre? —

—Damián Heerse —

Después de decir mi nombre en el teléfono hizo una seña para que pase. La puerta se abrió y me apresure a entrar.

«El área común está algo lejos, pero creo que recuerdo como llegar»

No podía estar más equivocado, di vueltas por la urbanización confundido y enojado. Podría haber pasado al menos media hora desde que llegue y aún no encuentro el lugar de la fiesta. Temí que me quedaría dando vueltas para siempre y jamás me encontraran o algo malo me pasara, sentí como los ojos se me comenzaban a aguar.

En mi desesperación vi a un hombre al otro lado de la calle, iba vestido de negro y su cara estaba cubierta por lo que parecía ser un pañuelo o una especie de máscara que le cubría parte del rostro. Tenía gafas de sol y un sombrero algo extraño. Me daba mala espina su aspecto inusual, pero tenía que preguntarle donde estaba el área común, sino nunca encontraría a mis amigos.

Crucé al otro lado cuidando que no viniera ningún carro, las posibilidades de que alguien viniera rápido eran bajas, pero por si acaso. El hombre vio cómo me acercaba a él, pero ni se inmuto. Al estar frente a frente sentí el ambiente pesado, como si algo no estuviera bien, algo estaba mal. Aun temblando decidí hacer mi pregunta.

—Disculpas...señor me he perdido y no sé cómo llegar al cumpleaños de mi amiga, es en el área común y no me sé la dirección ¿Me podría indicar dónde es? —

El hombre solo señaló con el dedo al final de la calle, confundido me encogí de hombros e iba a preguntar de nuevo per sentí como la vista me pesaba y como todo dio vueltas de manera fugaz. Al recuperarme el hombre se había desvanecido como si jamás existiera, me froté los ojos y miré por todas partes...no estaba.

El Fragmento del CreadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora