43. Macabro

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9:55 P.M

Adelina había salido de la habitación para ver que estaba sucediendo, se escucharon unos estruendos y gritos acompañados de lo que creo que fueron disparos. Escuché a las personas corriendo por el pasillo.

Adelina me estaba contando sobre la cruenta guerra que había estallado en Sudamérica que ha dejado miles de muertos y desaparecidos, el gobierno de Venezuela había colapsado con la muerte de Maduro y varios políticos que habían sido tomado de rehenes. Eso fue lo último que se supo antes de que toda comunicación fuera cortada y no se supiera de ellos, esto fue casi hace un mes.

No tardó tanto como pensaba, Adelina entró con la enfermera Daniela y otras personas, trancó la puerta con seguro. La enfermera se veía desconcertada.

—¿Segura que el guardia te dijo que nos escondiéramos en las habitaciones con seguro? La policía no debería demorar para arrestar a ese loco—

Adelina negó con la cabeza.

—Dicen que ese hombre tenía rehenes y dejando eso de lado ¿Trajiste el bisturí que te pedí? —

La enfermera asintió con la cabeza y le entregó el bisturí en mano, Adelina le dio un fuerte abrazo.

—Gracias por ser mi amiga todos estos años—Le dijo con un tono dulce

Daniela levantó la ceja sorprendida.

—¿Por qué me dices eso de la nada? —

Adelina le cortó la garganta con el bisturí con un firme movimiento de su mano. Daniela se llevó la mano a la garganta mientras la sangre bajaba por su cuello y caía al piso con los ojos abiertos.

«¿Qué mierda acabas de hacer?»

Los demás gritaron horrorizados y ella repitió lo mismo con una mujer que cargaba a sus hijos en sus brazos, el niño cayó de golpe en el piso mientras su madre se desangraba. Así siguió mientras los demás gritaban y luchaban para no morir por su mano. Pero todos eran ancianos o niños menores de cinco años, Adelina era débil físicamente, pero sus víctimas eran incapaces de defenderse.

Una de las últimas personas restantes, una anciana a la que los lentes se le caían intentó apartar lo más que pudo con las manos a Adelina, pero ella la mató sin problemas.

El penúltimo era un señor en silla de ruedas que ni estaba consciente de lo que estaba ocurriendo, este murió murmurando algo que no logré escuchar.

Finalmente, el último era el niño de la madre que sacudía el cadáver en un charco de sangre, manchándose de su sangre. No entendía lo que había sucedido, Adelina se acercó con pasos lentos y le acarició con ternura la mejilla.

—Lo lamento, pero es lo mejor—

Cuando le abrió la garganta este no emitió ningún sonido, cayó en los brazos de Adelina con paz, como si fuese una vieja amiga que lo cuido toda la vida.

El Fragmento del CreadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora