1. Escuela de subnormales

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Ante mis ojos tenía un puente de piedra, tenían musgo y se veían desgastadas. Alrededor lo único que había era lava, esta se elevaba por los aires y formaba vórtices. Me quedé estupefacto al ver un castillo negro al otro extremo, con puertas del tamaño de un rascacielos o al menos eso intuía porque no podía saber su altura con exactitud. Se veía macabro, había cabezas en picas en la entrada del castillo, estas tenían gusanos en los ojos y se veían deshidratadas por el calor de la lava.

Pequeñas bolas naranjas brillantes descendían del cielo, lentamente como si la fuerza de gravedad no aplicara en ellas, escuché lamentos sin poder identificar de donde provenían. Eran lamentos de niños, al principio pensé que eran de una mujer, pero me equivoqué. No podía distinguir de donde provenían, tampoco podía abrir mi boca para pedir mi ayuda ¿No podía abrir mi boca? Intenté tocar mis labios con mis manos, pero me corté, tenía mi boca cosida, mis labios ya no estaban al igual que mis cejas u orejas. Caí al suelo de piedra espantado, me arrastré por el piso horrorizado, no tenía idea de que lo que estaba ocurriendo. Mis manos estaban completamente negras, se desprendieron de mí y cayeron al piso dejándome estupefacto.

Mis ojos se abrieron como platos, agité mis brazos al aire con desesperación e intenté alejarme lo más lejos posible. Los lamentos desaparecieron cuando mis manos terminaron de ser devoradas por los gusanos, ahora escuchaba silbidos por todos lados, pero no eran de personas o algún tipo de animal. Era como el viento intentando hablar, solo que no podía expresarse como el ser humano. Pero los silbidos fueron sofocados por unos gritos dentro del gran castillo.

Ahora me encontraba dentro de lo que parecía ser una torre reloj, confundido miré mi entorno hasta que vi una niña. Tenía una vestimenta similar a la que usaban en el periodo medieval, pero en su regazo había un cuaderno y ella escribía con una pluma de ave, a su izquierda tenía el tintero.

Me acerqué con tranquilidad hacia la niña para saber qué hacía en su cuaderno. Ella tenía el cabello rubio hasta el cuello y un cintillo azul, como estaba de espaldas no podía ver su rostro. Fijé mi mirada en la página que estaba usando para dibujar.

Era imposible...

"¿Cómo hizo un dibujo de mi escuela casi a la perfección?"

Abrí los ojos y pegue un brinco del pupitre, confundido parpadee varias veces hasta darme cuenta que solo estaba durmiendo, claro mis compañeros no tardaron para reírse por lo que acabo de hacer. Avergonzado volví a sentarme de mala gana en el escritorio.

La profesora Yaneth estaba copiando algo sobre autores latinoamericanos en el tablero, saque algo para escribir de mi cartuchera, pero una mano me dio un golpe haciéndome soltar el bolígrafo, era un idiota que estaba sentado a mi derecha. Estire mi pie para alcanzar el bolígrafo, pero este reacciono primero y lo tiró a una distancia donde tendría que levantarme.

Era mi primera semana en séptimo y realmente lo odio.

Cuando tocó el timbre de recreo sentí un gran alivio, agarre todo lo que tenía en el escritorio y lo acomode de alguna manera en mi mochila. Estuve a punto de salir por la puerta del salón, pero unas chicas agarraron y abrieron mi mochila para regar mis cosas en el suelo. Me quede quieto mientras ellas me pasaron al lado y soltaron sus risitas estúpidas. Cuando me arrodillé a recoger mis cosas vi como una chica fula de ojos oscuros se detuvo para ayudarme.

—No tenías porque ayudarme—

—He visto lo que han hecho, ya sé que no me juntare con ellas...me han dado una muy mala impresión—

Metí mis cosas en la mochila.

—¿Eres nueva? —Pregunté

Ella asintió con la cabeza.

El Fragmento del CreadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora