Capítulo 27

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Dante conducía sin rumbo, le daba vueltas en su cabeza la propuesta del anciano, no entendía como eso era la única solución a su asunto, realmente estaba aturdido, así que sin darse cuenta ya llevaba bastante tiempo conduciendo y había salido de la ciudad al darse cuenta que las luces cada vez iban quedando lejos de él.

Fue hasta entonces que observó su entorno, se detuvo a la orilla de la carretera, se bajó del auto y se acercó al filo del acantilado, dejando que sus pensamientos se los llevara el viento que soplaba y le acariciara su cabello, mientras observaba el paisaje boscoso cubierto por la luz de la luna y la profundidad que se desprendía bajo sus pies.

Cerro sus ojos unos instantes tratando de ya no pensar en lo acontecido, puesto que, aunque fuera la única solución, estaba seguro de que no lo haría, así que pensó que en ese momento no debería ser un problema, a fin de cuentas, tendría que ser su decisión, por lo tanto, Erik no correría peligro mientras él estuviera a su lado para protegerlo.

Estaba ensimismado en sus pensamientos, cuando de repente sintió que no estaba solo, abrió los ojos y pudo apreciar una figura alta, elegantemente vestida que al igual que él observaba el paisaje, entonces se dio cuenta que estaba tan perdido en su mente, que no sintió cuando el coche que conducía se detuvo detrás del suyo y mucho menos cuando se acercó a él.

- ¿Te encuentras bien? – le pregunto el recién llegado con cortesía.

Al principio no supo que contestar, le sorprendió la pregunta, así que trato de reponerse y centrarse en el recién llegado, que hasta cierto punto le intrigaba el hecho de que estuviera ahí, parado a un lado de él.

- Estoy bien, ¿por qué lo pregunta? – contestó indiferente tratando de ignorarlo porque en esos momentos no deseaba hablar con nadie.

- Bueno, vi tu carro estacionado al lado de la carretera y tú de pie en el acantilado, así que pensé dos cosas - mientras contaba con los dedos - uno, tu carro se averió en la carretera o dos, pensabas arrojarte al vacío, así que ambos motivos me hicieron detenerme para ver lo que ocurría.

- Pues mi carro se encuentra en perfectas condiciones, así que puedes seguir tu camino, no hay necesidad de que te quedes aquí – le respondió Dante girándose tratando de ignorarlo.

- Entonces, ¿pensabas arrojarte al acantilado? – y se asomó como viendo la profundidad del lugar.

- ¡Que le pasa! ¡Por qué motivo haría eso! – contestó exaltado volteando a verlo de nuevo.

- ¡No lo sé! solo tú lo sabrías ¿no? – levantó los hombros al contestarle.

- Ya le dije que no pensaba hacer eso, deje de insistir y váyase por favor de aquí, quiero estar solo, ¿qué no lo ve? – le señaló el lugar para que viera que no le interesaba compañía en ese momento.

- ¡Está bien! no te alteres, fue lo único que se me ocurrió, ponte en mi lugar, vengo conduciendo, de pronto veo un carro varado a la orilla de la carretera, a estas horas de la noche y a su joven conductor de pie a un costado y solo, era evidente que algo había pasado.

- Entonces como buen ciudadano decidiste bajarte ayudar y hacer tu buena obra del día – le contestó Dante sarcásticamente.

- Realmente no, primero no soy un buen ciudadano y no me interesa hacer obras buenas, además no es algo que haga de costumbre, simplemente, llamaste mi atención, por eso lo hice, creo que más bien fue simple curiosidad.

- Entonces, si mi coche se hubiera averiado, ¿lo habrías reparado? – le pregunto señalando su auto.

- No, yo no arreglo carros, no soy mecánico – se cruzó de brazos.

El Hijo de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora