Capítulo 42

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Después de lo sucedido con el novio de Lía, su rutina cambio un poco, por motivo de las heridas de Erik no le permitían hacer nada; además con el afán de protegerlo, porque temían que los sujetos que lo atacaron volvieran a molestarlo, se repartieron las actividades vespertinas, Dante realizaba las compras necesarias para el abastecimiento alimenticio de sus reuniones, mientras Max se quedaba en la habitación acompañando a Erik como su guardaespaldas y no porque lo fuera a proteger en ese lugar, sino porque consideraba que era el sitio menos peligroso en realidad.

Por esa razón, Dante salió a comprar los snacks y las bebidas para complementar su reunión y como la tienda no se encontraba lejos del edificio, se iba caminando; ya estando en el lugar compraba cervezas, refrescos y diversos tipos de frituras y dulces para amenizar su tarde.

En el camino de regreso, pasando el estacionamiento de la Universidad, después de observar su entorno por si encontraba algo extraño, reconoció una figura sentada en una de las bancas frente a los jardines, a quien, por todos los acontecimientos recientes, tenía tiempo de no verlo a su alrededor, en realidad, la última vez que había cruzado palabras con él, fue cuando lo envió a casa de Max, así que se le acerco:

- ¿Por qué no te había visto? ¡tanto te molestó que te enviara a casa de Max! – le dijo Dante interrumpiendo sus pensamientos.

- ¿Eh? – contestó Abel al ser interrumpido.

- ¡Ahora ni siquiera quieres escucharme! ¡Qué pasa contigo! – lo empujó un poco.

- Discúlpame, no es eso – le contesto serio – lo que pasa es que .... han pasado tantas cosas, que ya no se – suspiró

- Sí que estás raro – le contesto al verlo reaccionar así – creo que mejor no te molesto y sigo con mi camino.

- ¡Al contrario! – se levantó sujetándolo de la mano – ¡tal vez puedas ayudarme! – siéntate conmigo un momento.

- Ok, pero solo un momento porque tengo prisa – lo miró con enfado.

- No voy a entretenerte mucho, ¿puedo hacerte algunas preguntas? – mientras meditaba con cuál de ellas comenzar.

- Claro, pregunta – le contestó deseando no haberlo hecho.

- Bueno, por lo que sé, tienes tiempo viviendo con los humanos, ¿Qué piensas de ellos? – le preguntó interesado.

- No entiendo, ¿puedes ser más concreto? – le indicó.

- Me refiero a que, en todo el tiempo que has estado aquí, has conocido a todo tipo de personas, así que mi pregunta es sobre eso, ¿Qué opinas sobre la humanidad en general?

- Pues – pensó unos instantes – he descubierto que son algo complicados y sencillos a la vez, pueden ser felices con pequeñas cosas que suceden o consiguen en su vida cotidiana, pero igual cada uno en lo particular sufren algún tipo de dolor, pero aunque éste sea muy fuerte o a veces insoportable, siguen adelante con sus vidas sin dejarse vencer por él, superándolo todos los días mientras viven. Aunque... no todos son así, hay otros que son egoístas, ambiciosos y violentos, que no les importa causar daño o peor aún llegar al grado de quitarle la vida a otro ser humano – lo miró interesado - ¿Por qué lo preguntas?

- ¡Pues veras! – se acomodó para dar su explicación - antes solo recogía las almas y en gran parte de los casos en los que he realizado mi función, la muerte de esos humanos fue provocada por otro, es decir, les arrebatan su vida de repente y a veces de forma tortuosa o muy dolorosa, en otras pues... era su momento de morir y muchas de las veces se iban satisfechos con lo logrado en su vida.

El Hijo de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora