Capítulo 59

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Dante seguía apoyado en el suelo con las manos tratando de superar el dolor recibido de la última vez. Después de unos segundos, trato de incorporarse para mirar a su amigo que seguía desangrándose frente a él y aunque en ese momento estaba inconsciente, sabía que estaba sufriendo más que él por la fragilidad de su cuerpo.

Estaba dispuesto hacer lo que fuera para sacarlo como fuera de ese lugar, pero el solo pensar que le causaría más daño cualquier movimiento que realizara lo frustraba, por lo que prefirió contenerse, resistiendo el dolor que sentía por ver a Erik de esa forma, hasta que escucho su nombre y volteó inmediatamente en su dirección:

- ¿Dante? – con una voz leve y jadeante – ¿porque viniste? – mientras levantaba con dificultad el rostro para verlo.

- ¡Erik! – le contestó exaltado – ¡lamento tanto esto! por favor – le suplicó – no hables y ... no te muevas – sabiendo lo doloroso que sería para él hacerlo.

- ¡Vete de aquí! – trato de gritarle – no quiero verte sufrir por mi causa.

- ¡Por tu causa! – se agarró la cabeza con ambas manos – ¡estás aquí por mi culpa! yo soy el que se lamenta que estés envuelto en esta situación por algo que yo hice – se tocó el rostro – perdóname.

- ¡Qué situación tan desgarradora! – se burló Gabriel al escucharlos – pero para su desgracia, ninguno de los dos puede irse de este lugar, así que dejen de discutirlo como si fuera una opción – miró a Erik – me sorprende que viendo la situación en la que estás te sigas preocupando por él, aun sabiendo lo que te dije antes.

- ¿Qué le dijiste? – miro a Erik quien ese momento bajaba la cabeza de nuevo cabizbajo.

- ¡La verdad! – levantó los hombros – ¡que no sientes nada por él! que solo eres un reflejo de sus sentimientos, ¡para que ocultarlo! que muera sabiendo la verdad.

- ¡Como te atreves a decirle eso! – intento agarrarlo enfurecido porque sabía lo difícil que sería para Erik entenderlo y peor aún, el dolor que le causaría saberlo.

- ¡No se te ocurra intentar nada! – lo detuvo haciéndole la señal de alto con la mano – ¡no lo estás viendo! una orden más y las espinas tocarán sus órganos vitales, ¿quieres saber lo que se siente eso? – le dijo con sarcasmo – o mejor aún que te parece si retiro las espinas de su cuerpo y sientes como se desangra lentamente – lo miro retándolo – ¡tú eliges!

- ¡Por qué estás haciendo esto! – se detuvo conteniendo su furia, para evitar que hiciera alguna de las dos opciones que le había sugerido, mientras veía como Erik, poco a poco se desvanecía hasta perder totalmente el conocimiento - creo que por lo menos me debes una explicación – volteó a mirar a Gabriel con ganas de atravesarlo con la mirada.

- ¡No creo que te deba nada! pero voy a dártela para ilustrarte un poco – le respondió mientras le daba la espalda – pero lo haré por los viejos tiempos – levantó la vista hacia el techo del lugar – hace ya mucho tiempo, yo era un Dios impresionante y poderoso, me podía enfrentar a quien fuera y no tenía oponente, sin embargo a pesar de contar con esas habilidades y el poder de un Dios, tuve que permitir por mucho tiempo que los humanos se expandieran y cada vez destruyeran a discreción todo lo que estuviera a su alcance. Por lo que viendo el daño que ocasionaban, solicite el apoyo celestial para castigarlos, pero me fue denegado, porque casualmente ... existe un pacto entre los dioses principales para mantener un orden entre ellos, es decir, pueden usarlos cuanto quieran, pero no se debe matar a ningún humano por ningún motivo, así que – levantó los hombros - por culpa de ese acuerdo, tuve que desistir de pedir su ayuda y como consecuencia tuve que intentar otra cosa en ese tiempo.

- ¡De qué demonios estás hablando¡ ¡no te entiendo nada! – le gritó Dante - ¿qué tiene que ver eso con nosotros? -

- ¡Pon atención! – le puso la mano en el hombro – no me interrumpas hasta que te diga todo.

El Hijo de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora