Capítulo 7

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Minutos más tarde un ángel de la muerte llegó al lugar donde Erik fue brutalmente golpeado por Alex y sus amigos, pero para su sorpresa no había nadie ni nada que recoger, así que se quedó parado observando el entorno como buscando respuestas en él, pero no encontraba nada, miró al suelo y pudo ver los vestigios del suceso que se llevó a cabo en ese lugar. Las cajas y las bolsas de basura seguían regadas por todo el lugar y la sangre manchaba gran parte del piso frente a él.

Sin embargo eso no fue lo que realmente llamó su atención, porque a pesar de que estaba confundido por lo que observaba en el lugar y más aún porque el alma que se suponía debía llevarse no estaba ahí, había algo más invadiendo su entorno, el ambiente se sentía tenso, la energía que todavía se podía apreciar a pesar de parecer que no tardaba en desvanecerse, se sentía poderosa, por lo que tal situación lo hizo confundirse más al no entender lo que realmente había sucedido en ese lugar. Así que resignado, se retiró a informar lo sucedido a sus superiores, sin saber exactamente qué es lo que iba a decir al respecto o si eso le ocasionaría problemas.

Mientras tanto, Gabriel se encontraba sentado detrás de un escritorio sobre un sillón acojinado en color tinto, envuelto en sus pensamientos hojeaba unos papeles que sostenía entre sus manos, de reojo algunas veces, observaba el montón que se acumulaba sobre su escrito, pero aparte de lo empapelado de ese lugar, todo lo demás estaba en perfecto orden. Era una oficina espaciosa, decorada en tonos café oscuro, todos los muebles contaban con un acabado antiguo, de esos que se ven en las películas de la época de los reyes, pero no se veían viejos, sino todo lo contrario, relucían a tal grado que parecían nuevos, cada adorno, cada cuadro parecían elegidos para ese lugar, la combinación y acomodo, le daba un toque de glamour y tranquilidad, sin embargo, el silencio fue roto de repente, se escucharon fuertes golpes en la puerta, acompañados de una voz suave:

- Señor, me urge hablar con usted – se escuchó una voz al otro lado de la puerta.

-Adelante, Abel – le contestó Gabriel mientras dejaba los documentos de sus manos sobre el escritorio.

Al abrir la puerta, entra apresurado un joven que no aparentaba más de veinte años, su piel brillaba como la oscuridad de la noche, lucía un traje negro diseñado a la medida, pero a pesar de lo elegante y serio que parecía, se encontraba exaltado, porque primero se rozó las manos entre ellas por varios instantes para luego posarlas sobre su cabeza en la corta melena que había sobre ella, hasta que fue interrumpido de su confusión.

- Me puedes explicar porque estas tan alterado – le pregunto Gabriel mientras lo observaba atento.

- Lo siento Señor - respiro profundo – usted sabe que no tengo mucho que ingrese, después de haber pasado varias pruebas para lograrlo, pensó - me aprendí todo lo necesario para ocupar el puesto, hasta ahora he realizado mi trabajo sin ningún inconveniente, he cumplido todas y cada una de las órdenes que me han encomendado - suspiró – no hay ningún motivo para que me haya pasado esto, estoy muy confundido, no sé qué hacer, ¿dígame que hago? – le suplico mientras juntaba las manos.

Gabriel lo miró fijamente como analizando todo lo que le dijo, sin entender una palabra, con todo lo que escucho no había concluido cual era el problema, el chico solo habló de él, así que ¿cuál era el problema?, rápidamente pensó, si entre el montón de papeles que había en su escritorio, había algún documento que hablara de él y no lo había notado, por un momento se sintió apenado con el muchacho, pero después de meditar unos instantes, se acercó y le toco el hombro.

- ¿Tuviste algún problema con otro ángel? – finalmente le preguntó.

- No Señor, nada de eso – contestó rápidamente.

El Hijo de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora