Capítulo 2

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Ya era de madrugada, cuando el señor Zahid Montemayor llego a la puerta de su casa, pudo ver la sombra de su cuerpo bajo la luz del umbral, era un hombre alto y robusto, no tenía más de 40 años, pero se veía agotado y envejecido, no tenía idea de cómo contarle a su esposa lo ocurrido, era tan complicado para él, que no se imaginaba como sería para ella, pensaba y pensaba, no había forma, fue todo tan extraño y difícil de creer, por fin se decidió, y toco la puerta.

En eso se abrió y salió de ella una mujer, de figura delgada y cabello rubio, andaba como en sus treintas, vestía un camisón un poco adormilada por la hora, quien al principio miro con semblante preocupado a su esposo, pero al darse cuenta de lo que llevaba en brazos, lanzo un grito al cielo: - ¡Qué traes en los brazos! – le gritó perdiendo la cordura al instante.

- No te alteres - trato de tranquilizarla - deja te explico todo, pasemos por favor, ya es de noche y no es correcto que hablemos en la calle – mientras miraba alrededor esperando que nadie los estuviera escuchando.

- ¡Debes estar bromeando! – se cruzó de brazos como tratando de impedirle el ingreso a la casa - ¡Cómo crees que te voy a dejar pasar con ese niño en brazos! ¿Es tuyo? ¿Me engañaste?- lo cuestionó de forma agresiva e inquisidora.

- ¡Por favor! - le levanto un poco la voz - ¡tuve una noche horrible! no te pongas así, deja te cuento lo ocurrido y después me juzgas o decides - y bajando la voz le indicó, - hablemos adentro, no quiero estar en boca de los vecinos, además no hay que despertar al pequeño Alex.

A regañadientes entro Abigail a la sala, caminando Zahid detrás de ella con él bebe en brazos, quien a pesar de los gritos seguía plácidamente dormido, ella se sentó en el sofá que se encontraba a un costado de la lámpara de vidrio azul con una mampara de tiras de cristales y él se sentó en el sofá frente a la mesa de centro. Era un lugar muy amplio e iluminado, a un costado se podía ver el comedor de madera con cuatro sillas, adornado con un florero lleno de rosas rojas y frente a ella la cocina tipo moderno con acabados en madera, con una tetera sobre la estufa encendida; pero a pesar de la claridad del lugar, el ambiente se tornó sombrío por lo que ambos respiraron profundamente y se miraron:

- Escucho, cuéntame la historia - le indico con tono seco - qué es lo que me tienes que decir, que vienes tan tarde y con ese niño en brazos.

Zahid meneo la cabeza, no sabía por dónde empezar, así que trato de ser lo más claro posible - primeramente, quiero que sepas, para que el ambiente se tranquilice, que éste niño no es mío, lo encontré mientras vagaba por el bosque – sabiendo de ante mano que esa historia su esposa no se la creería.

En eso Abigail lo interrumpió sorprendida -¡vagando por el bosque! ¿qué hacías vagando por el bosque? – le pregunto intrigada por desconocer en el momento la historia completa.

- ¡Cálmate por favor! -le indicó - no es que vagara por el bosque, realmente huía - suspiro mientras recordaba lo que vivió en ese momento - me asaltaron en la carretera, me robaron todo lo que traía, hasta el carro, así que corrí hacia el bosque para refugiarme y ahí fue donde lo encontré – mientras le mostraba al bebe envuelto en las sábanas.

Entonces su esposa se sobresaltó en su asiento - ¡te asaltaron! ¡cómo que te asaltaron! – porque de inmediato recordó que cuando lo recibió, no había visto el carro cuando le abrió la puerta.

Zahid sabía que sería complicado seguir con su historia, pero de alguna forma debía seguirla para que Dante se quedara con ellos - por favor, no me interrumpas, deja contarte todo lo que pasó, todavía no me repongo de lo sucedido y me altera tanto cuestionamiento de tu parte – al fin le dijo para poder continuar.

El Hijo de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora