CAPITULO 1

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Los hombres eran una mierda.

Tenía suficientes experiencias propias como para darlo por hecho, y si eso no fuera suficiente, contaba con las experiencias de mi mejor amiga.

El pasar de los años nos hizo darnos cuenta de que no éramos imanes para los idiotas. Era solo que, en su mayoría todos los hombres terminaban siéndolo.

Por enésima vez tengo que ajustar el largo de mi falda, que parecía tener vida propia y creía que era buena idea enseñarle al mundo mis muslos.

Barro la mirada por la pista de baile en busca de Kate antes de darle un trago a mi vaso. Cuando por fin la encuentro, la descubro bailando en medio de un sándwich humano.

Tomo una respiración profunda antes de alejarme de la barra y adentrarme poco a poco en la pista.

Al acercarme, estudio la apariencia de los dos tipos que aprietan sus cuerpos alrededor de mi amiga. Ambos eran altos y fornidos, pero fuera de eso, era lo único que tenían en común, pues parecían polos opuestos.

El hombre que estaba a sus espaldas era rubio y con el cabello cobrizo por los hombros, atado en una coleta. Era corpulento y se restregaba contra toda la espalda y el culo de mi amiga, mientras que el otro hombre era de color y con el cabello a rape. Si el hombre rubio era corpulento, éste era musculoso. Tanto que por un momento temí que sus brazos rompieran a la pequeña Kate.

Ambos eran significativamente más grandes en tamaño y complexión que ella, pero no parecía importarle mientras se pegaba para bailar con ambos.

Las luces en tonos rojizos junto con la música, hacían que la escena pareciera casi erótica, pero pronto tendría que romper la burbuja de sensualidad.

-Aquí vamos –Susurro.

Apuro lo que queda en mi copa para poder buscar a mi amiga y poder irnos a casa.

Para Kate, salir los fines de semana era algo primordial para aliviar el estrés de la semana. Para mí no tanto, mi fin de semana ideal era poder dormir toda la mañana, lavar mi ropa y no ver a más seres humanos que no fueran estrictamente necesarios.

En mi camino hacía Kate, siento una mano que me retiene con brusquedad. Al girar el cuello veo que es un tipo en sus treinta y tantos, más bajo que yo y eso ya era mucho decir.

Tenía unos pantalones caqui, y una camisa blanca, evidentemente manchada de lo que supuse era sudor. El poco cabello que tenía estaba peinado hacia un lado y sus dientes estaban de un color amarillento, pero nada de eso me hizo querer alejarme, sino la mirada que lanzaba sobre mi cuerpo mientras aún sostenía con fuerza mi muñeca.

Al intentar jalar mi brazo solo lograba que apretara más su agarre sobre mí.

En un momento dado, tira de mi brazo hasta que pega mi cuerpo al suyo, y el hedor que desprendía junto con la situación en sí, me dieron inmensas ganas de vomitar.

-Suélteme por favor- Le gruño, tratando de alejarme.

Mi tono fue fuerte y claro, pero por dentro tenía un pequeño atisbo de pánico, pero no dejaría que el tipo mirara ninguna muestra de debilidad.

Sus dedos sudorosos rodean mi muñeca, y por la presión que sentía, estaba segura que si no me soltaba pronto, mañana tendría la huella de sus dedos en mi piel.

-Vamos muñeca- Ríe- Te he observado toda la noche, se nota que lo estás pidiendo a gritos.

Su aliento caliente rozaba mi oreja mientras intentaba empujarlo, pero aquel hombre regordete y bajito tenía más fuerza de la que aparentaba.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora