CAPITULO 60

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No podía dormir.
¿Cómo hacerlo cuando había un ángel durmiendo a mi lado?
Hace un par de horas que Rebeca se había quedado dormida, cayendo en un sueño profundo. Estaba tan tranquila y relajada que casi me daban ganas de recostarme a su lado y quedarme ahí por el resto de mi vida.
Pero había algo que debía hacer primero.
Me recuesto sobre mi estómago, descubriendo el cuerpo de Rebeca, dejando al descubierto su vientre abultado.
Le echo una mirada a Rebeca, que sigue dormida.
Poso la palma de mi mano sobre su ombligo, maravillado de que la pequeña barriga de Rebeca cabe en mi mano.
-Hola ahí dentro- Murmuro contra su piel- No nos han presentado formalmente, soy Miller, Miller Kent.
Trago saliva.
-Soy tu padre- Sonrío- Lamento todo el movimiento de hace rato, pero cómo sabrás, tu madre y yo estuvimos separados por un tiempo, por lo que tuvimos que recuperar el tiempo perdido.
>>De todas formas, eso fue mi culpa. Lo jodí a lo grande cuando me enteré de tu existencia, pero, ¿Quieres saber un secreto?- Pregunto confidente- No te he olvidado desde que tu madre mencionó tu existencia. Desde entonces he visto a padres con sus hijos llevándolos sobre sus hombros o simplemente caminando con ellos, y me pregunto cual será nuestra relación.
>>Ya sabes, si nos llevaremos bien o seremos un idiota con el otro.
Me quedo callado unos segundos.
-Ésta noticia me ha hecho pensar en mi propia relación con mi padre. Fue uno de los buenos, parte de quien soy es gracias a él, para bien o para mal. Me hizo trabajar duro por lo que quería y se lo agradezco, porque gracias a eso no me rindo fácilmente.
>>También me hizo pensar en que fui un hijo difícil al crecer. Me escapaba de casa y me saltaba algunas comidas familiares. Desde que tengo memoria tuve muy mal humor, así que podrías decir que soy la oveja negra entre mis hermanos. Ethan y Sarah son divertidos y alegres, lo contrario a mí, supongo.
Trazo suaves círculos en su vientre, pensando en que más decir.
-Hace un rato quería hablar con tu madre, pero como te habrás dado cuenta, no tenía ganas de hablar. Así que te lo diré a ti, y después le pasaremos el mensaje a ella.
Inhalo profundamente, tratando de relajarme.
-Lamento mucho haberlos abandonado estos últimos meses, pero si algo puedo hacer es prometerte que no te desharás tan fácilmente de mi de ahora en adelante. Me tendrás hablándote así cada noche, y cuando nazcas será igual. No podrás alejarme de ti porque estaré siempre a tu alrededor…
Lo pienso unos segundos.
-Bueno, es una pequeña mentira, porque tendré que cumplir con mis obligaciones con tu madre.
Sonrío.
-Veras, tal vez no lo sepas ahora, pero cuando nazcas, creerás que estás en el cielo. Porque tu madre es lo más hermoso que ha pisado este mundo, créeme. Es tan hermosa y bondadosa, es la luz que ilumina mis días, pequeñín. Aunque creo que tendrá que compartir ese lugar cuando llegues. Porque me encuentro tan obsesionado contigo que no se si es sano o no, pero tampoco me importa.
>>Hice un buen trabajo en ocultarlo estos últimos días, supongo. Pero no quería darle falsas esperanzas a tu madre, ni a mi, para ser sincero. Quería estar cien por ciento seguro de que podría con esto. Cuidar de ti y de ella como lo merecen.
>>No eres quien para saberlo, ni yo para contarlo, pero debes saber que ésta noche mami beso a otro hombre- Hago una mueca- Así que si sentiste asco o algo parecido, es por su culpa. Pero no te preocupes, ella se deshizo de él, así que no tendremos que preocuparnos por él.
-Además- Añado- Papi añadió un departamento en Miami en su contrato con la editorial. Ya sabes, con el pretexto de estar rodeado de tranquilidad para continuar escribiendo.
>>Así que mientras él está alejado de mamá, también me hace ganar dinero.
Detengo mis caricias cuando Rebeca se remueve inquieta entre sueños antes de suspirar y quedarse quieta nuevamente.
-¿Sabes de que me he dado cuenta?- Inquiero, frunciendo el ceño- Todo este tiempo me he referido a ti como un él, cuando existe el cincuenta por ciento de probabilidades de que seas una ella.
Río nerviosamente, rascando mi barbilla.
-Aunque si resultarás ser una niña, quiero que sepas de una vez que te puedes ir olvidando de los hombres, señorita- Gruño- Pero no para siempre, no soy idiota. Sólo hasta los cuarenta y cinco. Es una buena edad para una primera cita.
>>También quiero que sepas que me voy a equivocar mucho a lo largo del tiempo, pero te prometo que trataré de hacer lo mejor para ti.
Beso la piel bajo su ombligo, cerrando los ojos.
-Te amo con todo mi corazón, y te agradezco la segunda oportunidad que me están dando de ser padre- Las lágrimas pican en mis ojos- No lo merezco, pero haré todo lo que esté en mi para ser digno de ti y de tu mami.
Acaricio la totalidad de su abdomen con ambas manos, protegiéndolo.
-Pero antes de entregarme por completo a ustedes, debo hacer las pases con mi pasado. No ha sido fácil para mí, pero no quiero otra cosa en mi corazón que no sea amor y felicidad- Niego suavemente- No creo que haya espacio para el odio, la tristeza y el resentimiento. Pero por ustedes, estoy dispuesto a soltarlo y permitirme ser feliz a su lado.
Deposito un último beso en su vientre antes de levantarme con cuidado y comenzar a vestirme.
Esperaba estar de vuelta antes de que Rebeca despertará, pero por si acaso le dejo una nota al lado de su almohada. Beso su frente y me doy la vuelta, cerrando la puerta a mis espaldas.
Saco mi celular de mi bolsillo y escribo un mensaje de texto rápido.
Esto terminaría de una buena vez ésta noche, costará lo que me costará.

Lo había citado en la editorial, donde me aseguraba de estar en terreno conocido.
Además, si intentaba algo que me perjudicará, quedaría grabado en las cámaras de seguridad que estaban en mi oficina y en el resto del edificio.
Consideré la idea de prender un cigarrillo pero la desecho rápidamente al imaginar a mi hijo fumando.
Lo vi llegar a través de las cámaras, por lo que no me tomo desprevenido cuando irrumpe en mi oficina, luciendo cómo un toro enjaulado. El hombre frente a mí me odia y no duda en ocultarlo.
-¿Qué quieres?- Espeta molesto.
Alzo la barbilla, encarándolo.
-Hablar- Contesto con simpleza.
Aprieta la mandíbula, acercándose a mi escritorio y señalándome molesto.
-Sólo lo diré una vez más, Kent. ¿Qué mierda quieres?
Tomo una respiración profunda.
-Quiero las paces- Le suelto- Creo que es momento de dejar el pasado atrás.
Frunce el ceño.
-¿Porqué el repentino cambio?
Suspiro, tratando de escoger mis próximas palabras.
-Estoy enamorado- Admito- Y quiero ser feliz a su lado. Y no puedo hacerlo si tengo que estarme cuidando la espalda cada cinco minutos.
Me mira atentamente
-El famoso Miller Kent por fin sentará cabeza, no creí que viviría lo suficiente para verlo con mis propios ojos.
Me encojo de hombros.
-¿Qué quieres que te diga?. La gente cambia.
Asiente.
-Puedo notarlo.
Suelto el aire que estaba conteniendo.
-Estoy feliz por ti Miller, en serio. Me alegro de que alguien como Rebeca te haya dado las razones correctas para querer cambiar.
Chasquea la lengua, negando.
-Pero entenderás que no puedo hacer lo que me pides- Toma asiento despreocupadamente en la silla frente a mí- Verás Kent, mi vida es un martirio para mí, una verdadera tortura con la que he tenido que lidiar por años.
>>Y lo único que me ha ayudado a hacerlo más tolerable, ha sido saber que tú pasas por lo mismo. Que odias tanto hasta tu propio reflejo que te das asco.
-Así que no puedo dejarte ser feliz, porque entonces sería el único que sufre.
Me mira con asco.
-Porque si yo me voy al infierno, ten por seguro que tú vendrás conmigo.
-Quiero ser feliz- Le digo, alzando la barbilla.
-Y yo quiero que sufras- Se encoje de hombros- No todos podemos tener lo que queremos.
-¿Acaso no son nueve años de dolor suficientes para ti?
Niega.
-Nunca será suficiente.
Me le quedo mirando.
-Pues yo ya tuve suficiente. Me perdones o no, voy a seguir con mi vida.
Aprieto los dientes, levantándome y rodeando el escritorio, en dirección a la salida.
-Tendré que nivelar la balanza, entonces- Murmura a mi espalda.
Me detengo en seco, mirándolo sobre mi hombro.
-¿De qué hablas?
Se encoje de hombros, luciendo despreocupado.
-Si lo que quiero es que  sufras, entonces tendré que devolverte el favor que me hiciste.
Me giro por completo, encarándolo.
-Rebeca es muy hermosa- Prosigue- Y vive en una ciudad donde los asaltos a mano armada son, lamentablemente, muy comunes.
Mi corazón se acelera.
-Digo, cualquiera podría lastimarla , o peor- Sube una mano hasta su pecho, pareciendo dolido-  De camino al trabajo, o una noche que salga con sus amigas- Finge sospesarlo un momento- O tal vez un intento de robo a su departamento.
-No lo harías- Respondo, apretando los puños.
-Ahí es donde tú te equivocas, Kent. Haría cualquier cosa por verte hundido en la mierda.
-¡Esto es entre tú y yo!, ¡Deja a Rebeca fuera de esto!- Exploto.
-Es tu culpa- Explica- Tú la metiste en esto.
Niego.
-Ella no tiene la culpa de nada- Murmuro.
Hace una mueca.
-Lo sé, pero alguien tiene que pagar por tus errores.
-Te voy a matar- Le digo, acercándome un paso.
-Inténtalo- Me dice- Pero tendrás que dar por hecho que ella estará muerta para antes de que salgas del edificio.
Me detengo en seco, conteniéndome de no abalanzarme contra él. Se levanta y me rodea, caminando tranquilo hasta la puerta.
-Es una lastima, sabes. Ella me caía realmente bien.
Cierra la puerta a sus espaldas, dejándome solo con mis pensamientos.
Espero unos minutos antes de salir disparado por la puerta, presionando con fuerza el botón del último piso, esperando con una paciencia sobrehumana hasta que las puertas se abren.
Subo a mi auto, marcando el número de Stefan con una mano mientras maniobró para salir del estacionamiento.
-¿Hola?
-¡¿Dónde diablos estás?!- Le grito.
-Vamos hombre, no hace más de una hora me dijiste que vigilara su departamento.
-¡¿Dónde estás exactamente?!- Le Gruño.
-Afuera de la casa de Rebeca, ¿Porqué?
Gracias a dios.
-Creo que va a intentar algo contra ella, tienes que subir a su departamento y protegerla.
-Entiendo- Dice serio.
Se escucha el sonido de una puerta cerrándose y lo que creí que sería el ruido de sus botas contra el suelo.
Me paso un semáforo, derrapando al dar vuelta a la derecha.
-Escúchame bien, Stefan. Si algo le pasa a Rebeca o al bebé, considérate hombre muerto, ¿Entiendes?
-Entendido- Responde.
-Stefan, no es una amenaza vacía- Inquiero, con los dientes apretados.
-Lo sé- Suspira- Juro que los protegeré con mi vida, Miller.
-Bien.
Pasan unos segundos y Stefan vuelve a hablar.
-Listo, estoy dentro. Todos siguen dormidos. Me quedaré en la estancia.
Me aferro con más fuerza al volante.
Falta poco, cielo.
-Una cosa más- Le digo antes de cortar la llamada.
-Lo que sea, amigo- Responde.
Cierro los ojos.
-Dile que la amo.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora