CAPITULO 37

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Amaba a mi familia.

Pero siendo sincera, no entendía la necesidad de convivir con ellos durante un fin de semana entero.

La cabaña del lago me traía recuerdos tanto buenos como malos, y todos giraban en torno a la misma persona.

En cuanto vi la puerta abierta, me libré de Miller como pude y me encerré en la ya conocida cocina, dejando al exterior fuera y dejándome sola con mis pensamientos y la persistente sensación de pánico que trepaba por mi cuerpo.

Necesitaba algo de amor, pero cero preguntas o miradas de consuelo, por lo que no le permití la entrada a Miller por más que insistió en ello.

En su lugar me dediqué a no pensar en nada y me puse manos a la obra con los postres que tanto disfrutaba hacer de niña.

En menos de cuatro horas ya tenía pasteles, frascos con mermelada y galletas listos.

Cuando por fin terminé, me recosté en la puerta, donde sabía que Miller seguía esperando. Me sentía mal por haberlo dejado solo, pero sabía por experiencia que era mejor de esa manera.

Había visto la pena en sus ojos cuando mencioné a mi madre en el auto, y no me había gustado para nada.

Los ojos que normalmente me miraban con amor y deseo ahora lo hacían con pesar.

Había pasado la última hora escuchando la conversación entre Diana y Miller a través de la puerta.

Sabia que no era correcto, pero desde que estaban hablando de mí y de mi madre, decidí que no le haría daño a nadie.

Pero cuando Lexie llegó con excusas para estar a solas con Miller, lo perdí totalmente.

De pronto no podía moverme lo suficientemente rápido para encararlos, lo que aumentó mi ira. Cuando finalmente pude abrir la puerta, la imagen ante mí hizo mi sangre hervir.

Lexie sujetaba con ambas manos el brazo de Miller, tratando inútilmente de llevarlo a quien sabe dónde.

-¡Suéltalo!

Los ojos brillantes de Lexie pierden el brillo y se vuelven oscuros, mirándome atónita. Le lanzo la mirada más amenazadora que puedo hasta que suelta a Miller.

Me coloco al lado de mi hombre, enterrando mis uñas en su piel, pero si lo notó no dijo nada al respecto.

Chico inteligente.

Pasa un brazo por mis hombros, atrayéndome hacia su pecho, por lo que escondo el rostro en su pecho, dejando que el olor de  su perfume me tranquilice.

Cuando siento que la ira se ha esfumado, me doy cuenta de que la tristeza y la sensación de pánico también lo hicieron.

Me doy una bofetada mental, cayendo en cuenta de que lo que necesitaba para sentirme mejor no era encerrarme en mi misma y ponerme a cocinar como loca, sino esto.

Necesitaba de Miller.

-Lo siento- Murmuro, besando sobre su corazón.

-No te preocupes- Contesta, besándome en el nacimiento del pelo.

Rodea mi cintura con sus manos, por lo que yo hago lo mismo, no queriendo que haya espacio entre nosotros. Nos quedamos un rato así, disfrutando del calor del otro.

Miller toma mi rostro entre sus manos, mirándome tan profundamente que mis rodillas se sintieron débiles.

-¿Porqué me miras así?

Se encoje de hombros, besando la punta de mi nariz.

-Estás llena de harina- Murmura.

Frunzo el ceño.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora