Tenía veintiséis años, era una mujer independiente con un trabajo que me encantaba y que además cuenta con un excelente salario.
Y estaba teniendo un ataque de pánico por decirle a mi padre que estaba embarazada.
Recordaba la primera vez que le dije a mi padre que tenía novio. En ese entonces tenía quince años, y el regaño que le siguió a mi declaración aún sigue dándome escalofríos.
Me dijo mil veces que si no me cuidaba de los malos tipos, terminarían arruinando mi vida. Me usarían y se largarían sin mirar atrás, y si tenía suerte, no quedaría embarazada en el proceso.
Pues bueno, no había tenido suerte.
Porque además de estar sola y embarazada, aún lo amaba, y me sentía débil por eso.
A pesar de toda la mierda que me había hecho pasar el último mes, aún anhelaba su calor y todo el amor que solía darme. Sabía que algo debía estarlo preocupando para cambiar totalmente su actitud, pero mientras él no hablara de ello, no resolveríamos nuestros problemas.
Si es que aún quería que lo hiciéramos.
-Habla ya- Dice papá, sentándose frente a mi en la sala de estar- Tienes una hora sentada ahí comiéndote las uñas y me estás poniendo nervioso.
Suelto un suspiro tembloroso.
-Papá…
Enarca una ceja, esperando.
-Estoy embarazada- Digo atropelladamente, aguardando su respuesta.
Papá se queda en silencio.
-¿Y dónde está Miller?
Trago saliva, quedándome callada.
-Ese hijo de puta- Murmura, pellizcándose el puente de la nariz- ¿De cuántas semanas estás?
Frunzo el ceño.
-No lo sé.
Papá suspira, negando.
-Debes comenzar a perderle el miedo a los hospitales, cielo. Por el bien del bebé y el tuyo.
Me cruzo de brazos.
-Puedo tenerlo en casa. Contratar una partera y que haga el trabajo.
-Me parece que es más seguro dentro de un hospital.
Ruedo los ojos.
-Eso es porque no leíste el artículo que encontré en internet.
Papá ríe, levantándose y viniendo a por mí.
-¿Está bien si digo felicidades?
Asiento, devolviéndole el abrazo.
-Muchas felicidades, mi amor.
-Gracias, papi.
Acaricia mi cabello.
-No lo puedo creer. En serio, parece un sueño.
No contesto, simplemente lo abrazo con fuerza, escondiendo mi rostro en su hombro.
-Lo voy a matar- Murmura contra mi sien.
Niego, sorbiéndome la nariz.
-No lo vas a matar.
-¿Quién dice que no?
Enarco una ceja.
-La misma razón por la que no mataste a Michael.
Hace una mueca.
-Y Miller correrá con la misma suerte.
Lo veo caminar hasta el armario debajo de las escaleras, sacando su escopeta.
-¡Papá!
-Tengo una boda que planear, te veo en un rato.
Me le planto enfrente, impidiéndole el paso.
-No lo hagas, por favor.
-Muévete.
Niego enérgicamente.
-No me hagas esto, te lo suplico.
Frunce el ceño, apoyando el arma en su hombro.
-Tengo que hacer lo mejor para ustedes.
-Si quieres hacerlo, entonces no me obligues a casarme con él.
-Cariño…
-Lo amo- Lo interrumpo- Y estoy segura de que él me ama a mi.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
-No quiero que corramos el mismo destino que Lexie y Michael- La primera lágrima rueda, y después una tras otra- No quiero que con el paso del tiempo, lo que fue amor, se convierta en odio o resentimiento.
Apoyo mi frente en su pecho, rendida.
-Lo amo demasiado como para hacernos eso- Susurro.
Rodea mis hombros con su brazo, estrechándome contra él.
-Sólo quiero hacer lo mejor para ustedes.
-Y lo entiendo, pero ésta no es la manera de hacerlo.
-Funciono con Lexie.
Niego.
-Lexie no es feliz, papá.
-Pero no está sola- Responde- La bebé al menos puede decir que tiene un padre. ¿Qué hay del tuyo?, ¿Crees que pueda decir lo mismo?
Lo abrazo con más fuerza.
-No lo sé, papá. No lo sé.
-¿Cómo te fue?- Pregunta Stefan.
Me encojo de hombros, mirando a los autos pasar.
-Nadie va a morir.
Asiente.
-Son buenas noticias, entonces.
-Supongo que sí.
Stefan me pasa un sobre blanco.
-¿Qué es esto?
-Ábrelo.
Rompo el sello, sacando un rectángulo de plástico blanco. Frunzo el ceño.
-¿Qué es esto?- Repito, mirándolo con mala cara.
-Una tarjeta de crédito.
Ruedo los ojos.
-Ya sé lo que es. Quiero saber porqué me la estás dando.
Se pone nervioso, tamborileando los dedos sobre el volante.
-Miller me pidió que te la diera.
-No la quiero- Contesto, dejándole en el asiento- Puedes decirle que gracias, pero que no necesitamos su puto dinero.
Me cruzo de brazos, molesta.
-Dios, cómo odio cuando papá y mamá pelean- Murmura- No seas terca, tómala.
Niego.
-Me he mantenido muy bien con mi salario, creo que puedo agregar un bebé a la ecuación y salir bien parada.
Stefan ríe.
-¿Dije algo gracioso?
-¿Tienes idea de lo que cuesta mantener un bebé?- Dice, negando.
-¿Y tú?
-Claro que sí- Responde- Tengo un hijo.
Lo miro asombrada.
-Llevas meses llevándome al trabajo y no tenía ni idea de que eras padre.
-No te preocupes.
Me muerdo el labio.
-¿Qué edad tiene?
-Dos años.
Me pasa una foto de su cartera, mostrándome a un niño rubio con las mejillas regordetas.
-Es hermoso, ¿Cómo se llama?
-Drew.
-¿Cómo haces para pasar tiempo con él si trabajas todo el tiempo?- Inquiero.
-Vive con su mamá- Explica- Los fines de semana son mis días con él.
-Al menos tú si le das prioridad a tú hijo- Comento, mordaz.
-Oye- Me mira por el retrovisor- No seas tan dura con Miller.
Enarco una ceja.
-No quiere hacerse cargo de algo con lo que los dos tuvimos que ver.
Hace una mueca.
-No es su culpa. Tiene un pasado difícil.
Lo miro fijamente.
-¿Tú lo sabes?
Se remueve incómodo.
-¿Ya sabes qué es lo que quieres comer?- Cambia de tema- He escuchado que las embarazadas comen demasiado.
Mi estómago gruñe.
-No tengo hambre.
-Sí, claro- Se burla.
-Dime lo que sabes de Miller- Le ordeno.
Se lo piensa unos segundos.
-Mide uno noventa y dos, tiene mal humor, le gustan las hamburguesas sin pepinillos, es un idiota pero es un buen jefe…
Ruedo los ojos.
-¡No hablo de eso!
Stefan suspira.
-Lo sé. Pero no puedo hablar por Miller. Es su pasado, y es su decisión hablarlo cuando esté listo.
-Eso es una mierda- Murmuro molesta.
Enarca una ceja.
-Es literalmente el mismo argumento que te di cuando me pediste no decirle a Miller del embarazo, y estuviste más que de acuerdo.
Abro la boca para contestar, pero no sale nada.
Touché.
-Tienes razón- Suspiro- Eso me hace una hipócrita, ¿No?
-Totalmente- Admite.
Estaciona el auto en un puesto de comida rápida.
-Te diré algo.
-Te escucho.
Se gira en el asiento, mirándome atentamente.
-Tú realmente cambiaste a Miller de maneras que no podrías imaginar- Traga saliva- Está luchando contra años de dolor y soledad, y no es fácil, créeme. Pero tú lo inspiras a ser mejor persona.
Enarco una ceja, pensando en el hijo de puta que había sido últimamente.
Stefan ríe suavemente.
-Sé que no lo parece últimamente, pero es porque tú no lo conociste antes de tu llegada. Yo sí, y créeme, en comparación es un gatito manso.
Abre la para salir.
-Sé que parece el final, pero no lo es. No pierdas la esperanza en él.
Me sonríe.
-Piensa en eso, Rebeca.
Y así lo hice.
Porque, tal vez después de todo, aún había una posibilidad.
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The Boss
RomansaRebeca nunca imaginó que una simple noche de chicas y alcohol terminaría convirtiéndose en el pretexto perfecto para iniciar un romance prohibido con su sexy e irresistible jefe, Miller Kent. ¿Ambos podrán resistirse a las tentaciones del otro? ¿E...