CAPITULO 57

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Trabajar en la editorial Gold era mil veces menos estresante que en la editorial Greyson, y no podía estar más agradecida por ello.
Lo que más me sorprendió, fue que el personal no salía como alma que lleva el diablo cada que miraban a William entrar a la habitación, sino al contrario. Entablaban conversación con él y hablaban de cosas banales como partidos de fútbol.
Mi vida era demasiado complicada en éste momento, así que agradecía la falta de estrés en el trabajo.
William da por terminada la junta y todos los presentes le agradecen, tomando sus cosas y retirándose, mientras que algunos otros se acercan a él a resolver un par de dudas.
Estaba recogiendo mis cosas cuando una mano se posa en mi hombro, llamando mi atención.
-¿Rebeca?
Me giro sobre mis pies, encontrándome de frente con un hombre rubio.
-¿Davon?- Pregunto asombrada.
Rodea mis hombros, abrazándome.
-¿Cómo estás?
Sonrío.
-Muy bien, ¿Y tú?
-Sigo vivo- Responde con amargura, señalando un bastón a su lado.
Lo miro sorprendida.
-Dios, ¿Qué pasó contigo?
Hace una mueca.
-Un sujeto me golpeó en un callejón el día de nuestra cita. Por eso no llegué.
-Te esperé toda la noche- Le digo.
Mentirosa.
Suelta un suspiro, recargándose en la mesa.
-Lo lamento mucho, Rebeca, en serio- Pasa la mano por su cabello- El sujeto salió de la nada y me arrastró al callejón más cercano. Tuve una contusión y además me rompió tres costillas y una pierna- Explica- Según los doctores, estoy atado a éste estúpido bastón de por vida.
-Eso suena horrible, Davon.
Asiente, cruzándose de brazos.
-Bueno, ya quedó en el pasado. Ahora estoy bien- Su mirada se desliza por mi cuerpo- Luces hermosa, ¿Te hiciste algo nuevo?
Me embarace.
Me encojo de hombros.
-He ido un par de veces al Spa, nada fuera de éste mundo- Digo en su lugar.
-Pues sigue haciéndolo, luces preciosa.
Me sonrojo, pasando los dedos por mi cabello.
-De todas maneras- Continúa- ¿Qué haces aquí?
-Trabajo aquí- Explico.
Enarca una ceja, echándole una mirada a William, quien venía hacía nosotros.
-Creí que estabas con los Kent, ¿Porqué cambiaste de opinión?
Trago saliva, no sabiendo que contestar, pero por suerte William contesta en mi lugar.
-Es porque es una mujer inteligente. Sabe reconocer una oportunidad cuando la tiene enfrente.
William coloca familiarmente una mano en el hombro de Davon.
-Parece que ya conociste a mi hijo- Dice William, mirándolo con orgullo.
-Ya nos conocíamos- Responde, guiñándome un ojo.
Abro los ojos como platos.
-¿Hijo?
Asiente.
Hills.
Con razón el apellido me sonaba de alguna parte.
-Veo que trajiste otro elemento valioso a la empresa- Dice Devon, evaluándome con una sonrisa.
William asiente.
-Ningún ejecutivo a faltado a una sola junta desde que la señorita Taylor nos acompaña.
Me sonrojo, a lo que todos reímos.
-Dime Rebeca- Dice William- ¿Hay algo que necesites para estar más cómoda aquí con nosotros?
Niego, sosteniendo mi bolso.
-Tengo todo lo que necesito, señor Hills.
Eso también era mentira.
-Si necesitas algo, cualquier cosa- Pone su mano en mi brazo- No dudes en pedírmelo.
En ese momento mi teléfono nos interrumpe.
-Debo contestar- Me disculpo, sacándolo de mi bolso.
-No te preocupes, nosotros ya nos íbamos.
Devon me sonríe antes de seguir a su padre, cojeando detrás suyo.
Suelto un suspiro antes de contestar el teléfono.
-¿Hola?
-Te hemos estado esperando por veinte minutos en el restaurante, ¿Dónde diablos estás?
Miro mi reloj, dándome cuenta de que ya iba tarde.
-¡Lo siento!- Le digo, saliendo disparada fuera de la sala de juntas- ¡Ya voy a llegar, no tardo!
Emery murmura algo antes de poner a Kate al teléfono.
-No seas una perra mentirosa. Sigues en el trabajo, ¿No es cierto?
Me muerdo el labio, aguantando la risa.
-Estoy en camino, ¿Si?.
Suelta un bufido.
-Date prisa, Taylor. Éste bebé está a punto de comerse mis órganos.
-Ugh, eso es asqueroso.
-Sólo date prisa- Gruñe, terminando la llamada.
Ruedo los ojos, fijándome a ambos lados de la calle antes de cruzar, apretando el paso cuando un taxi hace sonar el claxon.
En mi camino al restaurante paso por una joyería y no puedo evitar tomarme mi tiempo al ver del zafiro en exhibición sobre la vitrina, llevándome a aquel lugar donde el amor y el dolor eran tan intensos que me asfixiaba.
Subo una mano hasta mi pecho, sintiendo el apresurado bombeo de mi corazón. Lleno mis pulmones de aire, tratando de tranquilizarme.
Después de un par de respiraciones y una última mirada al zafiro, sigo mi camino hasta el restaurante de la esquina, donde mis amigas esperaban.
-¡Al fin!- Grita dramáticamente Kate.
-¡Media hora tarde!, ¡Creí que ya estabas en camino!
Tomo asiento en la silla vacía.
-Me entretuve un poco, lo siento.
Kate rueda los ojos, dándole un trago a su vaso.
-Nos tomamos la libertad de pedir por ti, dado que no estabas.
Sonrío, agradecida.
-Gracias, estoy muriendo de hambre.
Y como si fuera una señal, en ese momento un mesero deja una  bandeja con comida en el centro de la mesa, haciéndonos babear instantáneamente.
-Sí sigo así- Dice Kate, rellenando su plato- Voy aparecer una bola con piernas y brazos antes del primer trimestre.
-¿Cómo les va con eso?- Dice Emery- ¿Se han hecho alguna ecografía?
Kate niega, limpiándose la boca.
-No me haré ninguna hasta que Rebeca decida ir al hospital.
Emery me mira mal.
-¿Porqué no quieres ir a un hospital?
Me encojo de hombros, jugando con mi comida.
-No me gustan los hospitales- Explico- Y de todas maneras mi ginecólogo no contesta el maldito teléfono.
-Pretextos- Murmura Kate.
Emery asiente, cómo si lo entendiera.
-Eso es lo que te dices a ti misma, pero, ¿Cuál es la verdad?
Me muerdo el labio, sopesando si decir o no la verdad.
-Lo estoy esperando- Murmuro, cabizbaja.
-¿A quién?
-A Miller, idiota- Contesta Kate- Lo que me parece estúpido, dado que ya dejó claro su punto de vista con respecto al bebé.
Deshago una servilleta con los dedos, tratando de distraerme.
-No lo entienden. Miller me da tantas señales contradictorias que me empiezo a marear.
-¿Qué señales?
Suelto un bufido.
-Bueno, papá dijo que el día de la estación parecía genuinamente preocupado por el bienestar del bebé.
-Eso no prueba nada- Contesta Kate- Tal vez quería saber de manera sutil si el bebé aún estaba en la ecuación.
Hago una mueca, sabiendo que probablemente tenía razón.
-¿Creen que debí hacerme algún tipo de examen antes de dejar los preservativos y comenzar a follar como loca?
Emery chasquea la lengua.
-No es tu culpa, Rebeca. Creíste por años que no eras fértil, nadie te culpa y tú tampoco deberías hacerlo.
-Excepto Miller- Murmuro con amargura.
-¡Y una mierda!- Grita Kate, golpeando sus cubiertos contra el plato vacío- ¡No es tú jodida culpa!
Los comensales de otras mesas se nos quedan viendo.
-¡Él tiene una polla y tú una vagina!, ¡Ambos tuvieron sexo y ahora tú estás embarazada!- Se toma un segundo para respirar profundamente- Si vamos a hablar de culpa, entonces ambos la tienen.
-¡Kate!- La regaño.
-¿Qué?. No es como que no sea la verdad- Se defiende.
Ruedo los ojos, señalando con un movimiento de cabeza la mesa de al lado, donde una mujer mayor nos miraba horrorizada.
-Vamos señora, no nos mire así- Dice Emery- No finja que no sabe lo del sexo. ¿Cuántos hijos tiene?, ¿Doce?
Me cubro el rostro con las manos, avergonzada.
Comenzaba a recordar porqué me había rehusado a salir con Kate y Emery juntas.
-¡Par de locas, bajen la voz!
Kate enarca una ceja.
-Pero si eres tú la que está gritando.
Ruedo los ojos.
-Idiotas- Murmuro, bebiendo de mi limonada.
-Cómo sea, dejando el tema de lado, ¿Están listas para ésta noche?, ¡Porque yo sí!- Aplaude Emery, emocionada.
-Claro que sí- Responde Kate- Voy a aprovechar cada oportunidad que tenga para salir y usar ropa sexy y reveladora.
-Te entiendo, lo que ahora crees que es sexy después se vuelve incómodo. Y más aún teniendo en cuenta que habrá un pequeño tras tus tetas todo el tiempo.
Kate rueda los ojos.
-Es mi día a día desde que conozco a Ethan. No me sorprendería que nuestro bebé herede sus fetiches.
-¿Cómo las esposas?- Murmuro, bebiendo de mi taza.
Las mejillas de Kate se tornan rosadas.
-Cállate Taylor- Gruñe- De todas maneras, ni si quiera has dicho si irás o no.
-¿Porqué le preguntas?. No es como que  tenga elección. Es mi cumpleaños.
Le doy un sorbo largo al café, pensando en mi respuesta.
-Irás, ¿No?
Suspiro, dejando de lado la taza vacía.
-No me siento de humor para festejar.
-No puedes faltar, serías una mala amiga si lo haces.
Ruedo los ojos.
-No sé para que me quieren ahí. Digo, ustedes irán en parejas y es más que obvio que yo iré sola- Refuño.
-Podrías invitar a alguien- Dice Emery.
-¿Alguien como quien?
Kate se encoje de hombros, echándole una mirada rápida a Emery.
-¿Tal vez a Nick?
Me le quedo mirando.
-No he hablado con él en un tiempo- Respondo, evitando su mirada.
-¡Mentirosa!- Me acusa- Me encontré con él la semana pasada y dijo que se habían visto en la editorial Greyson, y que desde entonces habían estado hablando por teléfono.
-Por mensajes de texto- La corrijo- Y sólo han sido un par de veces, no es para tanto.
-¿Porqué no me lo dijiste?- Inquiere.
-¿Decirte qué?
Suelta un bufido.
-¡Qué el sujeto que te enseñó lo que sabes del sexo regresó a tu vida!
Hago una mueca.
-Aprendí cosas mejores con el tiempo- Murmuro, pensando en lo activa que había sido mi vida sexual con Miller.
-Espera- Interrumpe Emery- Ósea que éste sujeto, Nick, ¿Fue tu primera vez?
Asiento, incómoda por el tema.
-Lo fue.
-¿Y cómo era?
Frunzo el ceño, tratando de alejar los recuerdos de Miller y concentrarme en los de Nick, los cuales parecían insignificantes al lado de los de Miller.
Al final me encojo de hombros, dejándome caer en el respaldo de mi asiento.
Estoy exhausta.
-Era tierno y dulce- Respondo sin emoción alguna.
Emery niega, rodando los ojos.
-Creo que no me expliqué bien- Dice tranquila- Quería saber cómo es en la cama, no su personalidad.
-Lo sé.
Enarca una ceja.
-Interesante.
Frunzo el ceño.
-¿Eso que quiere decir?
Le quita importancia con un movimiento de muñeca.
-¿Y cómo es Miller en la cama?
Cierro los ojos, dejando que los cientos de recuerdos me inunden por primera vez en semanas.
Imágenes de Miller sobre mí, embistiéndome con fuerza, o sujetándome con fuerza mientras me hace sexo oral, o Miller poniéndome sobre mis rodillas, follándome con fiereza mientras golpea mi trasero aparecen tras mis párpados.
Trago saliva.
-Es rudo, apasionado y muy considerado. Todo en él grita lujuria y con una sola mirada me tiene sobre mis rodillas, literalmente- Niego lentamente, con la mirada perdida- Me mira cómo si fuera la única mujer en la tierra… no, el universo- Me corrijo- Porque soy su religión.
Bajo la mirada a mis manos, dónde debería haber un anillo.
-Soy su diosa.
La mesa permanece en silencio hasta que levanto los ojos, mirando cómo Kate y Emery me miran boquiabiertas.
-¿Qué?
Emery traga saliva, buscando mi mano con las suyas antes de darle un apretón.
-Nunca me he quejado de mi vida sexual con Joe, porque es un hombre pasional- Cierra los ojos- Pero escuchar hablar de lo tuyo con Miller me hace reconsiderar si mi esposo es tan bueno en ello o solo es que lo puse en un pedestal.
-Lo siento- Murmuro, aguantando la risa.
Emery niega.
-Entiendo perfectamente porqué ni si quiera consideras a Nick para un polvo rápido.
Me muerdo el labio.
-De hecho, creo que lo llamaré.
Kate me mira sorprendida.
-¿En serio?
Asiento, decidida.
-Pero no voy a acostarme con él. No creo estar lista para ello.
Kate enarca una ceja, mirando mi blusa.
-Yo diría que estas más que lista par el sexo.
Frunzo el ceño, bajando la mirada a mi blusa, en la cual resaltaban mis pezones erectos.
Suspiro.
-Es más que obvio que mi cuerpo si está listo para eso. Pero yo no, punto final.
Kate rueda los ojos.
-Cómo tu digas, Rebeca.
-Tenemos que irnos ya si quieren pasar un rato por el Spa para estar listas- Continúa Emery.
Niego, sacando mi cartera.
-Tengo que volver al trabajo. Hay un par de reuniones a las que no puedo faltar.
Kate hace un puchero.
-¡No vayas!
-Ya no pudo darme ese lujo, chicas. Lo siento.
-Siempre puedes acostarte con el señor Hills- Dice Emery, moviendo las cejas sugerentemente.
Suelto un bufido, levantándome de la mesa.
-¿Padre o hijo?
Kate abre los ojos, sorprendida.
-¿Hay dos?
Emery golpea mi trasero.
-Eres una perra con suerte, Rebeca Taylor.
Ruedo los ojos.
Follada, embarazada y dejada por mi antiguo jefe.
Sí, era toda una suertuda.


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