CAPITULO 54

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Esto debe ser una pesadilla.
El rostro que antes me hacía suspirar, ahora parecía sacado de una película de terror, lleno de moratones y cortes, con la piel amoratada e hinchada además de haber marcas de dedos impresas en su cuello.
Trago saliva, soltando la carta y dejándola caer a mis pies. Su mirada sigue el descenso del papel, sin perderse ni un solo detalle.
Retrocedo un par de pasos, tratando de poner distancia entre nuestros cuerpos.
-¿Qué haces aquí?- Pregunto con voz temblorosa.
-¿No es obvio?- Responde, dando un paso hacía mí, por lo que yo retrocedo otro- Vine por ti, Rebeca.
Niego lentamente.
-No es gracioso, Michael.
-Lo sé- Responde.
-Deja que me vaya- Le ruego.
Hace una mueca.
-No puedo perderte, no otra vez.
Mi barbilla comienza a temblar, por lo que la aprieto, decidida a no dejarle ver el efecto que tenía sobre mí.
-No te pertenezco- Replico.
Da otro paso y yo retrocedo dos más, aferrándome al marco de la ventana tras de mí. Levanta su mano con lentitud, cómo probándome, antes de apoyarla en mi mejilla.
-Eres tan hermosa- Murmura, pasando sus dedos por mi mandíbula- Debiste esperar por mí.
Aprieta los dientes antes de alejarse un par de metros, caminando en círculos, negando.
-Las cosas eran simples cuando sólo éramos tú y yo.
Frunzo el ceño.
-Fuiste tú el que me engañó, Michael. No al revés.
-¡Sólo estaba jugando!, dios- Me señala- Tú no estabas bien y apenas si me mirabas, y Lexie fue lo suficientemente perra para acostarse con el prometido de su hermana.
Trago saliva.
-Me traicionaste- Murmuro- Y eso es algo que jamás te voy a perdonar.
Michael niega enérgicamente, tomando mi rostro entre sus manos.
-Sólo trataba de distraerme un poco. Pero siempre fui tuyo, Rebeca. Siempre.
Su mano baja hasta mi cintura, apretándome contra él.
-No quiero que seas mío- Espeto.
Michael me ignora.
-Y tú, siempre has sido mía- Murmura, pasando la lengua por mi mandíbula.
Algo frío se desliza por mi costado, acelerando mi corazón.
-Aún cuando gemías debajo de él- Murmura, siguiendo con los ojos la hoja del cuchillo, hasta llegar a mi esternón- Siempre has sido mía.
Cierro los ojos, sintiendo cómo el pánico trepaba por mi espalda, asentándose en mi pecho, impidiéndome respirar.
Voy a morir.
Rasga mi blusa, haciendo que los botones caigan al suelo. Instintivamente trato de cubrirme el vientre.
-Eres más hermosa de lo que recordaba- Murmura, acercando sus labios ahí donde mi pulso golpeaba frenéticamente contra mi piel.
-Déjame ir, por favor- Lloriqueo, cerrando los ojos con fuerza- No sé lo diré a nadie, lo juro.
No dice nada mientras acerca nuestros cuerpos, restregando una erección contra mi vientre. Intento alejarlo, pero sostiene mis manos sobre mi cabeza, dejándome indefensa.
-¡Michael!- Grito, desesperada por salir de ahí- ¡Por favor!
-Me encanta cómo dices mi nombre- Susurra, lamiendo la piel entre mis pechos.
Las lágrimas corren furiosas por mis mejillas mientras me retuerzo, tratando de zafarme de su agarre.
En un movimiento desesperado, lo golpeó en la entrepierna con mi rodilla, logrando que me suelte y se encorve sobre sí mismo, dándome algo de tiempo para correr hacía la salida.
-¡Ven aquí, maldita zorra!- Brama.
Michael se impacta contra mi espalda, tirándome al suelo, donde se sube a horcajadas sobre mí, inmovilizándome contra el suelo.
-¡Déjame ir, maldita sea!- Grito, pataleando debajo de él.
-¡No!- Ruge contra mi rostro- ¡Eres mía, y no dejaré que lo olvides!
Comienza a rebuscar entre mis piernas, rasgando las medias.
Un nudo se aprieta en mi pecho.
-¡No, por favor no!, ¡Te lo suplico!- Aprieto los muslos, cerrándole el paso- ¡Estoy embarazada!
El agarre en mis muñecas se aprieta.
-¿Lo estás?- Dice peligrosamente lento.
Trago saliva, no muy segura de si había sido lo correcto. Asiento, mirando cómo los engranajes funcionaban dentro de su cabeza.
-Tendré que arreglar ése asunto también- Murmura, frunciendo el ceño- No puedo iniciar una nueva vida contigo si llevas al hijo de otro hombre.
Mi corazón titubea.
-¿También?- Susurro, con voz temblorosa- Michael, ¿Qué hiciste?
Traga saliva, negando.
-No fue mi culpa, Rebeca- Dice seriamente- Ella no me dijo que estaba embarazada hasta después de…
Lo miro confundida.
-¿De quien hablas?
Me mira serio, sin decir nada.
-¿Michael?...
Cierra los ojos, girando su rostro.
-Lexie…
Abro los ojos, tratando de verlo dentro de la penumbra.
-¡¿Qué le hiciste a mi hermana?!- Le grito- ¡¿Dónde está mi hermanita?!
Michael suelta un bufido, rodando los ojos.
-No es como que te importe. Apenas si has intercambiado dos palabras con ella en todo éste tiempo.
Un sollozo sale de mi garganta.
-¿Ella está?...
Me mira con lo que parece ser pesar, pero no podía adivinarlo.
-Lo siento mucho- Niega- No creo que estuviera respirando cuando la dejé en casa.
La mano que estaba estrujando mi corazón se aprieta, haciéndome ver negro. Comienzo a gritar, pero Michael me cubre la boca, silenciándome.
-Al menos la pequeña Rebeca puede contar contigo- Murmura, acariciando mi abdomen con el cuchillo.
Lo miro fijamente, apenas distinguiendo por la oscuridad y las lágrimas.
-No me mires así- Me reprende- No le hice nada a mi hija. No soy un monstruo.
Pero sí mató a mi hermana, y a su propio bebé.
-Ahora, cierra los ojos- Murmura- Cuando despiertes, toda ésta pesadilla habrá terminado y tú y yo seguiremos con nuestras vidas.
-No lo hagas, te lo suplico- Imploro.
-Todo terminará en un segundo.
Cierro los ojos, dándome por vencida.
Lo siento bebé, no tendremos el futuro brillante que siempre soñamos.
Lo siento Miller, por no ser más fuerte.
Lo siento Kate, por dejarte sola.
Lo siento papá, por dejarte sin familia.
Lo siento Lexie, porque a pesar de todo, no te dije cuánto te amaba.
Un sonido estridente resuena en mis oídos, atravesando el silencio del departamento, logrando que me encoja en mi lugar.
Pasan los segundos y por fin abro los ojos.
Una luz entraba por la puerta abierta, iluminando el rostro horrorizado de Michael, que miraba cómo una mancha de sangre se extendía por su pecho rápidamente.
Su mirada cae en la mía, vacía.
-Rebeca…
Intenta hablar, pero un chorro de sangre resbala por su barbilla.
Suelta un último suspiro antes de caer rendido sobre mí. Su peso me aplasta contra el suelo, por lo que lo empujó sobre su espalda, y gateo lejos de él.
Subo una mano a mi pecho, tratando de calmar mi corazón, que latía furioso contra mi pecho, amenazando con salirse de mí cuerpo, cuando una sustancia pegajosa pinta de rojo mis dedos.
Mis manos recorren mi cuerpo rápidamente, buscando alguna herida, pero considero que todo estaba bien. Porque no era mi sangre, sino la de Michael, quien estaba muerto a no más de dos metros de mí.
Un escalofrío recorre mi espalda cuando la puerta de entrada cruje.
¿Cuándo va a terminar ésta pesadilla?
La silueta de un hombre se adentra en el departamento, caminando hacía mí.
-¿Estás bien?- Murmura el señor Clifford, el compañero de papá.
Asiento.
-¿Está muerto?- Pregunto, ya sabiendo la respuesta.
Su mirada va hasta Michael.
-Creo que sí- Dice como si nada- Pero si no es así, aún me quedan dieciséis balas.
Trago saliva, en estado de shock.
Clifford me lanza una mirada apenada antes de quitarse su chamarra y ofrecérmela. Guardando las distancias espera a que me deshaga de los restos de mi blusa y me cubra.
Tenía un corte en la pierna y las rodillas magulladas. Mis medias estaban hechas girones al igual que mis bragas, lo que me provoca un escalofrío al pensar en lo que me habría pasado si el señor Clifford no hubiera intervenido.
Intento levantarme pero noto que el tacón de uno de mis zapatos está roto, por lo que me descalzo y camino hasta Clifford, evitando ver a Michael, que yace en el suelo en una posición extraña.
Me mira incómodo antes de rascarse la nuca.
-¿Tienes hambre?

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora