“Mantén la esperanza”, dijo Stefan.
Bueno, es más fácil decirlo, que hacerlo.
Nos encontrábamos en la biblioteca pública de New York, en la feria del libro más grande del año, y Miller estaba charlando muy animadamente con una rubia que usaba un vestido que apenas si podía contener sus enormes tetas.
Cuarenta y dos minutos.
¿De qué diablos podían estar hablando en todo ese tiempo?
-El nuevo sabor del mes, supongo- Dice un hombre a mi espalda.
Me giro, encontrándome con William, el sujeto con el que baile en la gala de recaudación de hace unos meses.
Cuánto habían cambiado las cosas desde entonces.
-No lo sé- Respondo- La vida privada de mí jefe no es de mi incumbencia.
William asiente.
-Supongo que tienes razón.
-¿Qué hace aquí?- Pregunto, tratando de entablar conversación.
Enarca una ceja.
-Es un evento de las editoriales, y desde que soy dueño de una…
Idiota.
Río nerviosamente, recogiendo un mechón de cabello detrás de mí oreja.
-Lo siento, he estado distraída últimamente.
-¿En serio?
Asiento.
-¿Y a qué se debe eso?
Mi mirada viaja involuntariamente hasta Miller, quien sigue con la rubia.
Suelto un suspiro.
-Creo que necesito un cambio de aires.
Los ojos de William brillan.
-Creo que tengo la cura para tu malestar.
-¿Ah, sí?
Asiente, sacando una tarjeta de su saco.
-Cómo te dije antes, estoy en busca de lo mejor. Y eso te define a ti, Rebeca Taylor.
Lo miro sorprendida.
-Ya han pasado meses desde que me propuso el empleo, ¿Aún hay un puesto para mí?
-¡Por supuesto!
Me muerdo el labio.
-No tienes que darme una respuesta ahora. Sólo tenme en cuenta cuando consideres irte de aquí.
Irme
Eso sería lo correcto.
Mi mirada va hasta Miller.
Era cierto que yo había estado jugando con él las últimas semanas, insinuándome con otros hombres frente a él, poniéndolo celoso. Pero tener un poco de mi propia medicina me estaba pasando factura.
No podría adivinar si la sensación de náuseas era debido a verlo con otra mujer, o si era causa de las náuseas matutinas, las cuales habían comenzado hace dos semanas.
Me vuelvo hacía William, quien representaba una señal de lo que necesitaba.
Un futuro para mí bebé y un pase de salida fuera de la vida de Miller.
Sabía que lo nuestro no era sano para ninguno de los dos, así que alguien debía retroceder primero. Y sabía que ése no sería él.
-¡Dígame que no es cierto!- Dice con los ojos como platos.
Sonrío, tomando la caja con la que recogería mis cosas.
-Lo siento Ana. Quería que fueras la primera en saberlo.
Aprieta los labios.
-¿Entonces es algo seguro?
Asiento.
-No te preocupes, seguro que mi reemplazo será una mejor jefa de lo que yo lo he sido.
-¡Eso es una mierda, Rebeca!
Enarco una ceja.
-Ya no eres mi jefa, así que puedo hablar con libertad- Me acusa.
Suelto un suspiro.
-Tienes razón.
Ana asiente, con su semblante serio.
-He trabajado cinco años en la editorial Greyson, y cada jefa o jefe que he tenido han sido un asco.
Intento hablar pero me interrumpe.
-Usted ha sido la única que no me ha pedido que haga las tareas de sus hijos, o que recoja su ropa sucia para llevarla a la lavandería, no me regaña o me grita cuando estoy en la cafetería en lugar de estar en mi puesto de trabajo- Sus ojos se llenan de lagrimas- Me deja llegar una hora tarde al trabajo y salir media hora antes para poder recoger a mi hija de la escuela, y eso no lo hace cualquier persona.
-Lo siento mucho, Ana- Murmuro- Pero realmente necesito dejar la editorial.
Asiente, resignada.
-¿Se dará un tiempo para usted?
Niego lentamente, sabiendo el regaño que se avecinaba.
-¿Entonces que hará?
-Comienzo a trabajar en la editorial Gold el próximo lunes.
Frunce el ceño.
-¡Pero si es la competencia directa de nosotros!
Me encojo de hombros, restándole importancia.
Ana comienza a titubear.
-Ellos patean gatitos.
La miro confundida.
-Y apuesto a que tienen la culpa del calentamiento global.
Suspiro.
-Ana…
-Sus libros tienen faltas de ortografía graves.
-No hay nada en el mundo que me haga desistir en esto, lo siento.
Ana asiente, tomando una fotografía de mi escritorio.
-¿Al menos puedo quedarme con esto?
La miro confundida.
-¿Porqué?
Se encoje de hombros, mirando con atención la imagen.
-Su padre es sexy- Explica.
Me estremezco en mi lugar.
-Eso es asqueroso.
-Es porque se trata de su padre, pero si no lo fuera, pensarías lo mismo.
Hago una mueca, alcanzando el marco de sus manos, guardándolo en la caja para después cerrarla.
Eso era todo.
Suelto un suspiro, tomando asiento por última vez en mi escritorio, dándome la vuelta, apreciando la hermosa vista.
-¡No se vaya aún, tengo que traerle una cosa más!- Grita, saliendo disparada de la oficina, dejándome sola con mis pensamientos.
Embarazada o no, éste momento no podía ser más emotivo.
Saco tres cajas de terciopelo de mi bolso, abriéndolas y las expongo sobre el escritorio.
Los zafiros me devuelven la mirada, fríos e inexpresivos.
Las tres joyas marcaron momentos significativos en mi relación con Miller y me parecía adecuado que terminaran las cosas con él.
Acaricio los zafiros suavemente, despidiéndome silenciosamente de ellos.
Me tomo mi tiempo con el anillo, sacándolo de la caja y colocándolo contra luz, dejando que los rayos del ocaso brillen a través de los diamantes.
¿Quién diría que una piedra podría estar tan llena de sueños, esperanzas y promesas?
Y ahora todo eso estaba perdido.
Deposito un beso en el anillo, despidiéndome del futuro brillante que prometía.
Tomo un sobre de mi bolso y meto las cajas junto con mi carta de renuncia.
Ana regresa con una placa en sus manos, dejándola frente a mí, como si se tratara de algo valioso. Y vaya que lo era.
Inevitablemente mis ojos se llenan de lagrimas, repasando las letras grabadas con la punta de los dedos.
-Ganamos, ¿No es así?- Murmuro.
Los recuerdos del día que llegaron los resultados de la votación me bombardean, haciéndome sentir que vivía el momento una y otra vez.
Los rayos del sol entran a radicales por los ventanales en la oficina de Miller, haciéndolo parecer como un sueño.
-Abre la caja.
Lo miro confundida.
-¿De qué se trata?
Niega, sonriendo.
-Tienes que abrirla para averiguarlo.
Me muerdo el labio, deshaciendo el moño sobre la tapa.
-¿Puedes darme una pista?
Vuelve a negar, metiendo las manos en sus pantalones.
-Sólo abre la caja, Taylor.
Ruedo los ojos, pero hago caso. Retiro la tapa y la dejo al lado, sin creer lo que mis ojos estaban viendo.
En agradecimiento para Rebeca Taylor, quien hizo posible la mejor noche de la década para los amantes de la lectura.
Con una recaudación de 1,000,000 de dólares para la remodelación de bibliotecas públicas y para que cada niño o niña puedan tener un libro en sus manos, impulsándolos a perseguir sus sueños.
-Recaudación River.
Lo miro asombrada, sin poder creerlo.
-¡¿Ganamos?!
Miller mira a través del ventanal del pasillo, verificando que no haya muros por la costa antes de acercarse a grandes zancadas y rodear mi cintura con sus brazos.
Niega, mirando fijamente mis labios.
-Tú ganaste.
Rodeo su cuello con mis brazos.
-Lo hicimos juntos- Susurro, mirándolo a los ojos.
Miller acaricia mis labios con los suyos, tentándome.
-Juntos- Murmura, uniendo nuestros labios.
-¿Rebeca?
Despego los ojos de la placa, girándome hasta Ana, quien me miraba preocupada.
-¿Sí?
-¿Estás bien?
Asiento, metiendo la placa en la caja. Me levanto, acomodando mi falda y soltando el aire. Tomo una respiración profunda antes de entregarle el sobre a Ana.
-¿Crees que puedas hacérselo llegar al señor Kent?
Asiente, midiendo el peso del sobre.
-¿Porqué es tan pesada?
Me muerdo el labio, buscando una manera para salir de ahí.
-Es mi gafete de identificación además de un par de llaves de las salas de juntas. Cosas de la empresa- Explico, tomando mi bolso y la caja, ansiosa por salir antes de que Miller reciba el paquete.
Ana me mira interrogadoramente antes de suspirar y apretar el sobre contra su pecho.
-Apuesto a que el señor Kent es de los que matan al mensajero por la clase de mensajes que entregan- Murmura.
Sonrío.
-Estarás bien, no te preocupes.
-Querrá correr mi culo después de esto- Lloriquea, encaminándose hacía el elevador- ¿Viene?
Le doy una última mirada a mi oficina y a sus alrededores.
Adiós, editorial Greyson.
Hasta nunca, Miller Kent.
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The Boss
RomanceRebeca nunca imaginó que una simple noche de chicas y alcohol terminaría convirtiéndose en el pretexto perfecto para iniciar un romance prohibido con su sexy e irresistible jefe, Miller Kent. ¿Ambos podrán resistirse a las tentaciones del otro? ¿E...