CAPITULO 34

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No podía cargar ni una sola caja más.

Después del trabajo Kate, Ethan, Miller y yo habíamos estado empacando nuestras cosas en cajas y llevándolas al nuevo departamento.

Tres días en los que el viejo departamento se había estado despidiendo de nuestros culos de manera épica.

Las tuberías se reventaron por el exceso de presión, además de que la puerta de entrada se había zafado por completo del marco de la puerta, por lo que tuvimos que apresurar la mudanza.

Empacar nuestras vidas en cajas nos había dado algo de perspectiva acerca de toda la basura y cosas inútiles que habíamos estado recolectando a lo largo de los años.

-Estoy cien por ciento segura de que no necesitas llevar eso.

-Tú que sabes- Responde Kate.

-Sé que al menos es otra caja para cargar hasta la camioneta.

-¡No puedo deshacerme de ella!, ¡Es literalmente mi cosa favorita en el mundo!

-¡Oye, creí que mi polla era tu cosa favorita!- Grita Ethan a lo lejos.

-¡Nada le gana a mi lámpara de Harry Potter!

Ruedo los ojos, admirando la lámpara que Kate amaba tanto.

Se trataba del famoso cáliz de fuego del cuarto libro de la saga. Había sido un regalo de cumpleaños por parte de su abuelo cuando Kate se había obsesionado repentinamente con la saga. Desde entonces lo ha llevado consigo en cada mudanza que ha tenido desde que dejó la casa de su padre.

-¡Ya veremos si tu dichosa lámpara te da tan buenos orgasmos a las tres de la mañana como yo!- Responde, acercándose a nosotras.

-Lo intentaré- Dice Kate, guiñándole un ojo.

Ethan gruñe, inclinándose contra ella, besando sus labios bruscamente. Murmura algo que no logro escuchar antes de separarse y tomar la caja con la lámpara, llevándosela por la salida.

-Dios…

-Estas enamorada- Digo como si nada.

-Jamás- Responde rápidamente, arreglando su cola de caballo- Nosotros solo…

-Follamos- La interrumpo, rodando los ojos- Sí, ya he escuchado eso antes.

Kate suelta un bufido, levantándose del suelo y sacudiendo sus shorts.

-Cómo sea. Pero más vale que te deshagas de esas porquerías- Comenta, señalando el montón de zapatos a mi lado.

-¡Son míos!

-Y son horrendos.

Niego, alcanzando el par más cercano.

-No lo son, son lindos.

Kate bufa, arrebatándome el par.

-Son sandalias de cuero.

-¿Y eso que?

-Pareciera como si te fueras a ir al desierto a predicar la palabra de dios, y ni si quiera Franny se arriesga a tanto.

-Las tengo por comodidad, no por como me hagan lucir- Digo a la defensiva.

-¡Pero si siempre te estás quejando de que son incómodas!

Ruedo los ojos, dándome por vencida y arrojándolas a la caja de donaciones que Franny nos dio para la iglesia.

-Tú ganas.

-Siempre- Contesta, dándome un beso en la comisura de la boca.

-¡Kate, te vi!

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora