CAPITULO 2

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Odiaba las mañanas de los domingos.

Normalmente Kate me sacaba de casa los sábados por la noche, por lo que el domingo se llevaba mi peor cara de la semana.

Cepillándome los dientes evaluó mi estado en el espejo.

Tenía ojeras, el cabello rizado estaba esponjoso y aplastado por el lado donde mi cabeza estuvo toda la noche. El maquillaje de ojos que no había lavado bien anoche estaba corrido debajo de mis ojos.

Un dolor punzante me taladraba la cabeza y mi cuerpo se sentía como si hubiera corrido un maratón. Además del hecho de que estaba cachonda y malhumorada.

Con un suspiro, sujeto mi cabello en un moño antes de salir a la cocina en busca de café.

Sabía que debía haber café recién hecho, pues Kate despertaba a las nueve de la mañana cada domingo para acompañar a su abuela a la iglesia.

No es que ella fuera religiosa en sí, pero su abuela lo era.

Así que ella venía personalmente a tocar la puerta del departamento sin falta a las nueve y media con su bastón.

En una ocasión Kate despertó tarde y se encontraba en la ducha cuando Franny llegó.

Al no abrir la puerta, Franny llamó a  la policía, con el pretexto de que su mejor amiga de noventa años no contestaba sus llamadas desde hacía dos días, y tampoco abría la puerta. Entonces, naturalmente,  ella estaba preocupada.

La policía irrumpió en nuestro departamento en busca de una mujer muerta, pero lo único que encontraron fue al tipo que Kate llevó a casa esa noche y a mi amiga en la ducha.

Después de ese día, Kate se asegura de estar lista a tiempo. Sabiendo de buena fe que su abuela no se andaba con rodeos.

Tomando mi taza de café me acerco al balcón y cierro los ojos al sentir el calor del sol en mi piel.

Inmediatamente me vienen recuerdos de Simon.

Si me concentraba solo un poco, podía sentir sus labios en mi piel y sus fuertes manos reclamando mi cuerpo.

Con la sensación aún viva, deslizo mi mano por la cinturilla de mi pantalón hacía la humedad que comenzaba a acumularse entre mis piernas.

Sabia que solo hacía falta un poco de presión para correrme…

-¡Buenos días, solecito!- Exclaman a mi espalda.

Abro los ojos y saco rápidamente la mano de mi pantalón, avergonzada. Me doy la vuelta para encontrarme cara a cara con un par de ojos azules brillantes.

-Buenos días, abuela Franny- Sonrío.

Franny tenía alrededor de sesenta y ocho años, tenía el cabello rojizo por debajo de los hombros, y con algunos mechones de canas, que hacía un perfecto contraste con la piel blanca cubierta de pecas.

Era un poco más bajita que yo, y a pesar de su edad, era una mujer esbelta, gracias a las clases de yoga.

Era idéntica a Kate, quitando de lado el color de ojos y añadiéndole cómo cuarenta años encima.

-¿Cómo se encuentra mi persona favorita del mundo?- Me dice, jalándome hacia ella para un abrazo.

Le devuelvo gustosa el abrazo, disfrutando la calidez que me envuelve.

-Ésta mañana dijiste que yo era tu persona favorita, Franny. No puedes ir por la vida haciéndole creer a las personas que son especiales si les dices lo mismo a todos. Es una mierda cuando se enteran, lo digo por experiencia.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora