CAPITULO 35

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Rebeca estaba tan nerviosa que literalmente tuvimos que parar tres veces en el camino para follar y tranquilizar a sus nervios.

No había tenido sexo en el auto desde que era adolescente, y lo más cercano a eso fue la noche en que la conocí.

Me sentía como un puberto, todo caliente y hormonal, no queriendo quitarle las manos de encima a mi sexy novia, y nadie podía culparme.

Rebeca estaba usando el mismo vestido blanco que había usado cuando la llevé a conocer a mis sobrinas, y la vista de ello no me cansaba.

El sol que entraba por la ventana iluminaba su figura, haciéndola parecer un ángel. El cabello estaba revuelto por el aire que entraba por la ventana del auto, aunque creía que se debía más al maratón de sexo en carretera de hace un rato.

No podía apartar la mirada de ella, amando el contraste del blanco con su piel, lo que me hizo preguntarme si tendría el mismo efecto si ésta vez el vestido fuera más esponjoso y Rebeca tuviera un ramo en sus manos, sonriéndome justo como lo hacía justo ahora atreves de un largo pasillo con flores rodeándonos.

-¿Qué pasa?- Pregunta.

Meneo la cabeza, quitándole importancia.

-Nada, ¿Debería pasar algo?

Se encoje de hombros, abriendo una botella de agua.

-Tal vez te estás arrepintiendo.

Suelto un bufido.

-Claro que no.

-Si no estas listo para esto, tal vez podamos posponerlo hasta que tengamos canas y necesitemos ayuda para caminar.

Rebeca ríe ante sus palabras, como si la imagen de nosotros envejecidos le cause gracia.

Y lo era, era una imagen graciosa. Nosotros con el cabello blanco en lugar de negro, ahí donde la piel alguna vez fue tersa y suave, siendo reemplazada por arrugas y manchas de edad. Pero más que ser gracioso, era algo que anhelaba.

Mirar a Rebeca justo como ahora, una mujer hermosa, joven y libre, y después verla en mi mente como una mujer mayor, con experiencia y sabiduría brotando de cara poro, me hizo desear estar ahí a su lado para saber la causa de que las arrugas en las comisuras de sus labios fueran tan marcadas, o estar en el momento justo en que encuentre la primera cana, y amando el momento en que dejen de importarle lo suficiente como para dejar de teñirlas y dejarlas al natural, dejando atrás el cabello azabache para darle la bienvenida al blanco de la nieve.

Niego suavemente, tratando de sacudirme la imagen de la cabeza, sin éxito.

-¿Hace cuanto no ves a tu hermana?- Cambio de tema.

Rebeca frunce el ceño, pensando en mi pregunta. Después de un rato suelta un suspiro antes de contestar finalmente.

-Un año, creo.

Silbo por lo bajo.

Algunos tenían suerte.

-Es mucho tiempo- Contesto.

Ella niega, mirando por la ventana.

-No el suficiente.

Estiro la mano para tomar la suya, intentando consolarla.

-He hecho todo lo posible por evitarlos- Prosigue- Evito ir a casa de papá entre semana, dejé de ir a mi florería favorita, ¿El lugar donde compraba mis batidos favoritos?, no eh probado uno en años, y todo porque esta a una cuadra de la casa de…ellos- Asiente, apretando los dientes- Y aún así no fue suficiente, porque estoy camino a pasar el fin de semana con ellos solo porque papá quiere arreglar algo que simplemente no tiene arreglo.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora