Cuando desperté ésta mañana sabía que había algo mal. No tenía ni idea de que se trataba, pero la sensación me persiguió a lo largo del día.
Lo atribuía a que no hace más de una hora había renunciado al trabajo de mis sueños y al hombre que amaba.
¿Qué más podía empeorar?
Bajo la mirada a mi vientre, acariciándolo suavemente, sintiendo la pequeña protuberancia bajo mi palma.
Suelto un suspiro, apoyando mi cabeza en el respaldo del asiento.
Estaba agotada.
-¿Ya me dirás cómo te hiciste eso?- Le pregunto a Stefan, quien se rehusaba a decirlo.
Se encoje de hombros.
-Me caí- Explica.
Enarco una ceja.
-Te caíste- Repito, no muy convencida.
Asiente, tamborileando los dedos en el volante.
-Me golpeé en la cara contra un escalón.
Se me escapa una risita.
-No te rías- Me regaña- La gente se muere si se meten con un hijo de puta como él.
Enarco una ceja.
-¿Seguimos hablando del escalón?
Asiente.
-Claro, ¿Sino de quién?
Stefan estaciona el auto en una farmacia.
-¿Te importa si llego a buscar algunas cosas?
-Claro que no.
-¿Necesitas algo?
Frunzo el ceño, rebuscando en mi bolso.
-¿Crees que puedas traerme otro bote de estos?
Stefan revisa el frasco.
-Vitaminas prenatales- Asiente- Ya estás en ello, ¿Eh?
No espera una respuesta, por lo que baja del auto, entrando en la pequeña tienda.
Aburrida, reviso mi teléfono, descubriendo que tenía cinco llamadas perdidas de mi antiguo arrendador.
Le devuelvo la llamada y contesta al cuarto timbre.
-¿Hola?
-¿Rebeca?
Trago saliva.
-Hola, señor Jones.
Me ignora, murmurando algo que no entiendo.
-¿Cómo dijo?
Suspira, claramente exasperado.
-Olvidaste una caja en el departamento.
Frunzo el ceño, tratando de recordar si había perdido algo.
-¿Está seguro?
-Mira, yo sólo sé que hay una caja con tu nombre escrito en la tapa y le estorba a los trabajadores.
-¿Cuáles trabajadores?
Exhala bruscamente, como si la pregunta le resultará estúpida.
-¡Pues los que están arreglando el departamento!- Exclama- No puedo rentar algo en tan malas condiciones.
Ruedo los ojos.
¿Y hasta ahora se da cuenta?
-¿Cree que pueda pasar por ella?
-¡Pues claro que sí mujer!, ¿Porqué crees que te he estado llamando?
No espera una respuesta y cuelga la llamada.
Suspiro, llamando a Kate.
-¿Hola?- Contesta con la voz entrecortada.
-¿Estás bien?- Pregunto, preocupada.
-Hmm.
-¿Kate?
Se escucha algo de movimiento antes del sonido de una puerta cerrándose con fuerza.
Mi corazón comienza a bombear con fuerza en mi pecho, haciéndome sentir ansiosa.
-¿Kate?...
-Estoy libre- Suspira.
-¿Qué pasó?
Ríe a través del teléfono.
-Estaba tratando de escapar de las manos de mi hombre- Explica.
Suelto el aire de mis pulmones, feliz por saber que todo estaba bien y sólo eran mis nervios dándome ideas
-Sólo llamaba para preguntarte sí olvidaste algo en el viejo departamento.
Se queda callada unos segundos, tratando de recordar.
-Hmm, no lo creo. Tal vez mi consolador, pero creo que eso tiene que ver más con Ethan.
Asiento, tratando de evitar el tema.
-Bien, iré a recoger una caja que el señor Jones dijo que olvidamos.
-Genial, ¿Te esperamos para cenar?
Mi estómago ruge cómo respuesta.
-Claro, tenemos hambre.
-Está bien, te veo luego.
Corto la llamada cuando veo a Stefan salir cargado de bolsas de la farmacia. Me apresuro a abrir la puerta trasera, dejando que deje as bolsas a mi lado.
-¿Qué tanto compraste?- Pregunto, revisando su contenido.
En las bolsas había frascos con la etiquetas de calcio, vitaminas, infusiones, vendas, curitas, alcohol y varios botes de ungüento.
-¿Qué es todo esto?
-Las vitaminas y todo eso son para ti y las vendas para mí- Explica, poniendo el auto en marcha.
-¿Estás lastimado?
Hace una mueca, mirando el camino.
-Creo que me rompí una costilla.
Frunzo el ceño.
-Adivinaré, ¿El escalón?
Asiente.
-Él mismo.
-Debió ser una caída fuerte- Comento, descubriendo varias barras de chocolate.
-Cómo un toro.
Lo miro confundida.
-Loco de la ira y con la fuerza de mil demonios- Explica.
Cuando veo que nos acercamos a la calle de mí viejo departamento, coloco una mano en su hombro.
-¿Crees que podamos desviarnos un poco?
-Claro. ¿A dónde quieres ir?, ¿El hospital?, ¿Te sientes bien?- Pregunta alarmado.
-Estamos bien, no te preocupes- Lo tranquilizo- Pero recibí una llamada de mi viejo arrendador y dijo que olvidamos una caja con la mudanza.
Enarca una ceja.
-¿Y te lo dice hasta ahora?
Me encojo de hombros, mordiendo una de las barras, tratando de calmar un poco el hambre.
-Es un hombre mayor- Lo excuso.
Stefan suspira escandalosamente.
-Vamos allá entonces, usted manda señorita Taylor.
Mastico el chocolate con lentitud, tomándome mi tiempo.
-¿Porqué sigues llevándome a todas partes?- Inquiero.
Me mira por el espejo retrovisor.
-¿Te molesta?
-No, claro que no. Es solo que… ¿No es extraño?- Abro otra barra- Digo, Miller y yo terminamos hace un tiempo, pero tú sigues aquí de niñera.
Stefan suelta un bufido, indignado.
-No estuve en el ejército diez años sólo para ser de niñera- Refuña.
Me río
-Pero eres guardaespaldas, lo que es casi lo mismo, ¿No?- Inquiero.
Stefan se queda callado, apretando el volante con fuerza.
-No es lo mismo, ¿Ok?- Replica- Además, guardaespaldas suena mil veces mejor que niñera a tiempo completo.
-Si tú lo dices- Respondo, rodando los ojos- No contestaste mi pregunta.
Se rasca la nuca.
-Bueno, ¿Qué quieres que te diga?- Se encoje de hombros- Miller quiere que estés a salvo- Su mirada recae a mi vientre- Que ambos lo estén.
Trago saliva, pensando en lo que dijo.
Pronto, mi vieja calle hace acto de presencia, trayendo recuerdos del pasado consigo. Cómo la primera vez que vimos el departamento y nos pareció la mejor cosa del mundo.
Stefan se detiene frente al edificio, apagando el auto.
-Miller no es tan insensible cómo parece serlo- Admite, antes de que su teléfono comience a sonar- Mierda, debo contestar, lo siento.
-No te preocupes, puedo subir yo sola- Le digo, bajando del coche.
Stefan baja la ventanilla, asomándose.
-¡Te alcanzo en unos minutos!- Grita- ¡No me salgas con esa mierda, Sofía!- Le dice molesto al teléfono.
Sonrío, caminando hasta el edificio.
Siguiendo la tradición, el ascensor estaba descompuesto, por lo que tuve que subir hasta el quinto piso por las escaleras. Cuando por fin llegué al piso, estaba jadeando y a punto de desmayarme.
Apoyo una mano en mi pecho, sintiendo mi corazón golpear contra mis dedos. Me tomo un momento, tratando de normalizar mi respiración antes de seguir por el pasillo hasta la puerta del departamento.
En el mensaje que el señor Jones me envió antes de llegar a aquí, decía que la llave estaba debajo del tapete, por lo que la recojo y abro la puerta, dejado que el gélido aire me erice la piel.
Me froto los brazos, tratando de ahuyentar la sensación de pánico que me albergaba. Me adentro en la habitación, notando que las paredes estaban en reparación y había cables colgando del techo, lo que explicaba porqué no había luz.
En dónde antes estaba la barra de la cocina, ahora había una solitaria caja negra en el suelo, apenas iluminada por los últimos rayos de sol.
Dudosa, me agacho, notando que el señor Jones tenía razón, mi nombre estaba escrito en la tapa, pero la caja no era mía. Con dedos temblorosos retiro la tapa con cuidado, ahogando un grito al ver el interior.
Una rosa blanca estaba en el medio, con una nota atada al tallo espinoso.
Mi corazón amenaza con salirse de mí pecho cuando me acerco a ella, recordando el cuento de la bella durmiente, quien por culpa de la curiosidad se había pinchado con la aguja de la carreta, cayendo en un sueño profundo.
Trago saliva, leyendo la carta.
Te tengo.
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The Boss
RomanceRebeca nunca imaginó que una simple noche de chicas y alcohol terminaría convirtiéndose en el pretexto perfecto para iniciar un romance prohibido con su sexy e irresistible jefe, Miller Kent. ¿Ambos podrán resistirse a las tentaciones del otro? ¿E...