CAPITULO 12

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No quería abrir los ojos. Me sentía como en el mejor sueño de todos.

El cuerpo de Miller cubría el mío. Su respiración haciéndome cosquillas en el cuello. Uno de sus brazos rodeaba mi cintura, sujetándome contra su cuerpo, sus piernas estaban enrolladas con las mías y lo que creía era una erección matutina, estaba clavándose de una manera casi dolorosa en la base de mi espalda.

Lo primero que noto son los rayos del sol que empiezan a cubrir el horizonte de New York. La paz del momento me hace suspirar de satisfacción.

Me habría quedado en ese mismo momento el resto de mi vida, de no ser por las inmensas ganas de ir al baño.

Se siente como una eternidad cuando por fin logro quitarme el cuerpo de Miller de encima. Me levanto con cuidado de no hacer ruido, recogiendo la camisa que Miller llevaba el día anterior.

Ahora con las luces del alba y sin las distracciones de Miller, puedo echarle un vistazo a la recamara.

Las paredes eran de un color gris suave, y los únicos muebles que había en la habitación además de la cama, eran dos mesitas de noche en madera oscura, dos lámparas a cada lado de la cama y un cuadro frente a la cama de una pintura abstracta en tonos rojos y dorados.

En mi búsqueda del baño me topé con un enorme vestidor y una puerta que daba a un balcón. Una tercera puerta daba por fin al baño, donde me enjuague los dientes y estudié mi aspecto.

Si, mi cabello era un desastre, mi maquillaje estaba corrido y mis labios estaban hinchados, pero a pesar de ello me sentía hermosa.

Al parecer la terapia de Miller Kent para ayudar a mi autoestima estaba funcionando de maravilla.

Con una sonrisa salgo del baño, en dirección a la cocina, donde me dispongo a preparar café.

Un fuerte azote me hace brincar en mi lugar. Miller rodea mi cuerpo, besándome en la curvatura del hombro.

-¿Qué diablos tienes con golpear mi trasero?- Le digo, golpeando su abdomen con mi codo.

-No te escuche quejarte anoche- Responde.

Rodando los ojos lo ignoro, dándome la vuelta.

-Buenos días.

-Buenos días, preciosa.

-¿Qué tal dormiste?

Besa mis labios antes de contestar.

-La mejor puta noche de mi vida.

Sonrío ante su respuesta.

-Lo mismo digo.

Se dispone a besarme, dejándome sobre la barra de la cocina. Envuelvo mis piernas en sus caderas, sujetándolo contra mi.

No recordaba cuando había sido la última vez que me había sentido así de plena.

Tenia un trabajo que amaba, las cosas eran perfectas entre mi mejor a amiga y yo, las cosas con mi familia estaban bien, y pasaba mis noches sintiéndome amada por este hombre en lugar de llorando y con botes de helado como compañía.

Yo diría que mi vida estaba tomando el rumbo correcto.

Después de pasar rápidamente por mi departamento para arreglarme para ir al trabajo, me encuentro de nuevo en el auto con Miller, que estaba revisando los correos de su teléfono, con una mano apoyada en mi muslo.

La ciudad parecía estar completamente despierta, con el tráfico de los taxis y la gente caminando apresurada por las calles. El auto se detiene frente a una farmacia, donde Stefan baja del auto sin mediar palabra, cerrando la puerta tras de sí.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora