CAPITULO 48

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Una diosa observándome desde sus rodillas, con sus labios carmesí absorbiendo mi polla, dejando marcas en el tronco, prueba de que estuvo ahí.
Ojos grises mirándome con atención, retándome a descargar mi corrida en su gloriosa boca.
Cabello azabache rebotando en su espalda con cada bamboleo de su cabeza.
Manos suaves que se clavan en mi piel, sacando todo de mí…
Mi corrida sale disparada furiosamente a través de mis dedos,  haciéndome ver negro por un par de segundos.
El agua sigue corriendo por mi cuerpo, llevándose consigo los restos de mi orgasmo.
Cierro los ojos, apoyando las manos en los azulejos, dejando que el agua  se lleve su recuerdo.
No tengo idea de cuánto tiempo pasa, pero cuando por fin salgo de la regadera, mi pecho y mis hombros están rojos a causa del agua caliente.
Salgo del baño en busca de café, sólo para descubrir que no estaba solo.
Ruedo los ojos.
-¿Cómo entraste?
Se encoje de hombros, levantándose del sofá.
-Dije que eras tú.
Paso de largo la cafetera y en su lugar tomo una botella del mini mar, no reviso qué es porque no me importa. Si está ahí es porque tiene alcohol y es lo único que cuenta.
-¿Cuándo fue la última vez que comiste?- Pregunta Ethan, arrebatándome la botella y dándole un sorbo.
Pienso en el día de la azotea.
-¿Y a ti que te importa?
Ethan asiente.
-A la defensiva, lo que pensé.
-¿Pensaste?- Me burlo- Felicitaciones entonces.
Me ignora.
-Te traje un filete con verduras y algo de puré- Señala una caja en la mesa.
-No lo quiero.
Le quito la botella y me la empino, sintiendo cómo baja quemando por mi esternón, asentándose en mi estómago.
Me encamino a mi habitación, con Ethan pisándome los talones.
Sujeto el nudo de la toalla en mi cintura, asegurándome de no quedar en pelotas frente a él. Tomo el primer traje que veo y escojo una corbata, evitando el gris a toda costa.
-¿Piensas quedarte ahí parado?- Inquiero, notando que paseaba por la habitación.
Se encoje de hombros.
-No tengo masculinidad frágil, así que puedo soportar ver las pelotas de mi hermano por unos segundos.
Ruedo los ojos, empezando a vestirme.
-Bonito culo- Murmura, revisando su teléfono.
Lo ignoro y sigo vistiéndome.
-¿Porqué estás aquí?
-Quería saber si estabas vivo.
Enarco una ceja.
-¿Porqué no lo estaría?
Suelta un bufido, rodando los ojos.
-Tal vez no lo recuerdes, pero te traje arrastrando desde el Storm anoche. Apenas si podías mantener los ojos abiertos.
Bueno, eso explicaba el martilleo en mi cabeza.
-No tenías porqué hacerlo, pude haber regresado yo solo.
Ethan ríe sin humor.
-Sí, cómo no.
-Ya soy un adulto, puedo cuidarme yo solo- Replico.
Me mira serio.
-Tú me ayudaste con lo de Melissa, estuviste ahí para mí- Frunce el ceño- No me dijiste acerca de Lily hasta meses después y no pude ayudarte con eso.
Se acerca, colocando su mano en mi hombro.
-Pero estoy ahora, y quiero ayudar.
Me zafo de su agarre y le doy un trago a la botella, rogando que el alcohol haga efecto rápido.
-Es demasiado temprano para esa mierda.
Frunce el ceño, molesto.
Que se joda.
-También lo es para el Whisky,  grandísimo idiota.
-Chúpamela.
Salgo de la habitación, buscando mi teléfono por la estancia.
Stefan irrumpe en el departamento, lanzándole una mirada a Ethan antes de dirigirse a mí.
-¿Aún tengo trabajo?
-¿Porqué no lo tendrías?- Inquiero.
Se cruza de brazos.
-Bueno, me despediste cómo unas diez veces anoche, así que quiero asegurarme de que haya sido el alcohol hablando.
-Si lo pensó sobrio, lo dice borracho. Está escrito en la Biblia- Dice Ethan.
Stefan lo mira mal.
-No ayudas.
Se encoje de hombros, restándole importancia.
-No trataba de hacerlo.
Me acomodó el nudo de la corbata, tratando de enderezarlo.
-No recuerdo un carajo de anoche, así que no me preguntes.
Stefan se queda en silencio, mirándome por el rabillo del ojo.
-Me diste un aumento, anoche.
Ruedo los ojos.
-Buen intento.
Suelta un suspiro, empuñando las llaves del auto.
-Tenía que intentarlo.
Nos encaminamos al ascensor, en dirección al estacionamiento. Cuando subo al auto noto que Ethan sube a mi lado, poniéndose cómodo.
-¿Qué haces?
-Te acompaño al trabajo.
-¿Porqué?
Me ignora, observando el tráfico por la ventana.
-Ethan…- Gruño.
Abre la boca para contestar pero lo interrumpo.
-Y no vayas a decir una estupidez cómo porque somos familia.
Frunce el ceño.
-Estoy aquí porque soy un inversor en la editorial y me estás haciendo perder dinero.
Es mi turno de fruncir el ceño.
-¿De qué hablas?
Rueda los ojos, exasperado.
-Tus semanas de borrachera e irresponsabilidades nos está  haciendo perder dinero a todos, pendejo.
Niego.
-Dejé a alguien más haciendo mi trabajo.
Enarca una ceja.
-Pues tu reemplazo está bastante distraído de su trabajo.
Me giro él, encarándolo.
-¿De qué demonios hablas?
El auto frena en seco, empujando a Ethan contra el asiento delantero, callándolo.
-Lo siento- Dice Stefan, lanzándole una mirada a Ethan.
Aprieto los dientes.
-¿Qué me están ocultando?
Ethan pasa saliva, mirando a Stefan.
Jalo de la camisa de Ethan, acercándolo a mi rostro.
-¡¿Con qué se está distrayendo mi reemplazo?!
-Más bien con quien…- Replica.
-Tal vez no sea buena idea que vayas a trabajar hoy- Sugiere Stefan, lanzándole una mirada nerviosa.
Vislumbro el edificio a un par de calles, por lo que suelto a Ethan, empujándolo contra el asiento. Abro la puerta del auto y camino hasta el Greyson.
Cuando llegó, los de seguridad abren la puerta, dejándome entrar. Las risas que se escuchan en el vestíbulo se callan abruptamente antes de movilizarse, corriendo de un lado a otro.
Me dirijo al ascensor y los dos hombres que estaban dentro, salen en cuanto me ven venir. Presiono con fuerza el botón del último piso, el que lleva hasta mi oficina.
Los minutos parecen horas, por lo que comienzo a impacientarme.
Cuando las puertas finalmente se abren, salgo cómo alma que lleva el diablo hacía mi oficina, y lo que veo no me gusta.
Rebeca estaba sentada al lado de un hombre en mi escritorio. Demasiado cerca para mi gusto.
Revisaban una pila de papeles frente a ellos y de vez en cuando sus manos se tocaban.
Aprieto los dientes.
Había contratado a Matt para cubrirme en el trabajo de la editorial, no para encargarse de mi mujer.
Pero ella ya no es tu mujer.
-¿Qué carajos está pasando aquí?- Gruño, aproximándome al escritorio, lanzándole dagas con los ojos a Matt.
Rebeca brinca en su lugar, sorprendida. Mientras que Matt me recibe con una gran sonrisa.
-¡Miller!- Se levanta y extiende su mano, pero al no devolverle el gesto la baja, incómodo.
-¿Cómo estuvieron tus vacaciones?
Lo miro mal.
-Muévete de mi puta silla- Gruño, conteniéndome de no lanzarlo por la ventana.
Matt capta el mensaje y se mueve, por lo que tomo mi lugar detrás de mi escritorio, a lo que Rebeca se mueve, ubicándose al lado de Matt.
Frunzo el ceño en su dirección pero no lo nota, porque su mirada está fija en él.
Mi sangre comienza a hervir y tengo que reunir cada gramo de autocontrol que poseo para no arrancarle la cabeza al hijo de puta.
Me giro hacía Rebeca.
-Señorita Taylor, necesito una lista de todos los eventos que tendrán lugar en nombre de la editorial en el mes.
Enarca una ceja.
-No soy su asistente.
Entrecierro los ojos.
-Si quiere seguir teniendo un trabajo, más vale que busque a las personas correctas y traiga lo que le he pedido.
Rebeca aprieta los labios antes de girarse hacia Matt.
-¿Te veo en el almuerzo?- Pregunta coqueta.
Matt sonríe.
-Claro preciosa, yo te alcanzo.
Se inclina hacía ella, rodeando su cintura antes de besar su mejilla, presionando sus asquerosos labios más tiempo del necesario.
Rebeca sonríe antes de darse la vuelta, meneando el trasero de una manera que me hacía babear.
Igual que a Matt.
-¡Oye!
Matt traga saliva, dándose la vuelta y acomodando su pantalón.
Enarco una ceja.
-¿Te gusta la vista?- Inquiero.
Asiente, acomodando su erección.
-No puedes culparme. Es una mujer sexy e inteligente.
-Lo sé- Respondo mordaz.
-Y además es soltera- Menea las cejas.
Ruedo los ojos.
-Basta de hablar del culo de mi editora, tenemos una conversación pendiente.
Frunce el ceño.
-¿Hablar de qué?
Me reclino en mi asiento.
-Según me han dicho, me estás haciendo perder dinero. Y eso no me gusta.
Se rasca la nuca, nervioso.
-Un error lo comete cualquiera, Miller.
-Señor Kent, para ti, basura.
Asiente.
-Señor Kent.
-Bien.
Saco mi teléfono, revisando mis correos pendientes.
-Estás despedido- Espeto, sin alzar la mirada.
-¿Qué?- Pregunta incrédulo.
-Lo que escuchaste.
Se queda callado, con una sonrisa tirando de sus labios.
-Viéndolo por el lado bueno, me acabas de hacer un favor.
Lo miro confundido.
-¿De qué hablas?
Asiente.
-Con Rebeca.
-¿Qué pasa con ella?- Inquiero molesto.
-Bueno, ella no sale con sujetos de la oficina.
Aprieto los dientes.
Si supiera.
-Y dado que estoy despedido… - Continúa- Tengo una oportunidad.
Lo ignoro, en cambio abrocho el botón de mi saco, levantándome de mi asiento, y rodeo el escritorio, caminando hasta él.
-Escucha bien lo que te diré.
Me detengo a un paso de él, mirándolo en toda mi altura, intimidándolo.
-Ella es mía, ¿Entiendes?
Señalo su pecho, clavando mi dedo en su traje.
-No tienes una jodida oportunidad con ella, ni ahora, ni nunca.
Matt traga saliva, retrocediendo un par de pasos.
-¿Te queda claro?- Inquiero.
-Ss…sí.
Enarco una ceja.
-Sí… ¿Qué?
-Sí… señor.
Me cruzo de brazos.
-Ahora dilo sin tartamudear.
Vuelve a retroceder, poniendo distancia entre nosotros.
-Sí, señor.
Asiento, dándome vuelta y volviendo a mi escritorio. Rebeca no tardaría en regresar.
-¿Sigues aquí?- Inquiero, notando que seguía congelado en su lugar.
Se mueve en automático, saliendo por la puerta y chocando contra el cuerpo de alguien.
-¡¿Qué demonios le dijiste?!- Grita, irrumpiendo en mi oficina.
La ignoro, viendo mi teléfono.
Arroja una carpeta a mi escritorio, cruzándose de brazos.
-¿Qué es eso?
Rueda los ojos, molesta.
-Tu pretexto para sacarme de la oficina y espantar a Matt.
¿Porqué tenía que verse tan bien?
Su cabello estaba liso el día de hoy, suave y brillante, revoloteando a su alrededor. Los labios que tanto me volvían loco se encontraban de un rojo carmesí, exactamente igual al de mi sueño.
Usaba un vestido rojo que abrazaba sus curvas como una segunda piel, con un escote que dejaba ver el valle de sus pechos.
Mi boca comienza a salivar, deseando prenderse de ellos.
Mal momento para una erección, me digo a mi mismo.
Carraspeo, acomodando mi pantalón.
-¿Qué tienes ahí?- Señalo una carpeta en sus manos.
Su mirada baja a sus manos.
-Son los manuscritos que necesitan tu aprobación.
Avanza con delicadeza hasta mi escritorio, inclinándose sobre éste, dándome un vistazo de su escote, apretando más la tela de mi pantalón.
Trago saliva.
-Uhm, gracias.
Asiente.
-Si no necesita nada más…
Su mirada baja hasta mi entrepierna, mordiéndose el labio.
-Tengo que irme.
Me guiña un ojo antes de darse la vuelta, contorneándose hasta la salida.
Suelto un suspiro.
Había olvidado cuán difícil era desearla a la distancia.
Esto iba a ser mas difícil de lo que creí.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora