CAPITULO 62

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Iba a vomitar, y ésta vez no tenía nada que ver con estar embarazada.
Los rizos de Miller estaban ocultos bajo una venda que rodeaba toda su cabeza, había bolsas oscuras bajo sus ojos y tenía un corte a lo largo de la mejilla. Todo su torso estaba lleno de vendajes y una de sus piernas estaba escayolada sobre una almohada.
El cuerpo de Miller estaba lleno de tubos y cables, pero lo que me parecía más horrible era el tubo que entraba por su boca y bajaba por su garganta, haciendo que sus pulmones trabajarán lo que él no podía hacer solo.
Me siento en la silla a su lado y sujeto su mano, deseando que de alguna manera, Miller sintiera mi presencia.
-Aquí estoy, cariño. No pienso irme a ningún lado- Murmuro, acariciando su piel con mis dedos.
-Dime que fumamos algo de hierba anoche y por eso estamos juntos en ésta pesadilla- Dice Ethan, arrastrando otra silla y colocándola a mi lado.
-No puedo fumar nada, estoy embarazada- Respondo, mirando fijamente a Miller.
-Que aburrida.
Nos quedamos callados, con el latido del corazón de Miller cómo fondo.
Está vivo, me repito a mí misma.
Sí pero, ¿Por cuánto tiempo?
-Mi primer recuerdo en la vida es con Miller- Murmura Ethan, mirando fijamente a su hermano- Siempre estuvo ahí para mí.
-¿Cuál es ese recuerdo?
Sonríe, luciendo melancólico.
-En la casa del árbol detrás de la casa de mis padres-Ríe- Nos robamos las galletas que mamá había horneado y subimos hasta la casa para comerlas a escondidas.
>>Cuando terminamos, estábamos tan llenos que no me habría sorprendido que vomitáramos hasta nuestro cerebro- Traga saliva- Cuando estábamos por bajar, uno de los peldaños del tronco se rompió, y casi caigo cuatro metros hasta el suelo.
Coloca la mano sobre la rodilla de Miller, palmeándola suavemente.
-Teníamos cuatro, tal vez cinco años en ese entonces. Y hasta el día de hoy no sé cómo diablos hizo para subirme de nuevo a la casa del árbol él solo.
>>Miller siempre estuvo ahí para mí, Rebeca. Siempre. Cuando más lo necesite, él estuvo a mi lado en cada momento, asegurándose de que yo estuviera bien.
Niega, apretando los dientes.
-Pero cuando él me necesitó, yo ni si quiera estaba cerca. No me enteré hasta tiempo después, y para entonces, ya se había encerrado en sí mismo.
>>En aquel entonces no pude ayudarlo, y ahora tampoco- Murmura triste- Lo único que puedo hacer por él ahora es esperar por horribles escenarios tanto si despierta como si no.
Traga saliva.
-Pero tal vez pueda aligerar su carga, mientras no está.
Frunzo el ceño, encarándolo.
-¿De qué hablas?
Se gira hacía mí, mirándome atentamente.
-Me voy a encargar de ustedes.
-¿Qué?
Asiente, serio.
-No les faltará nada, jamás. Te lo juro.
-Ethan…
-Escúchame Rebeca- Me pide- Si Miller no lo consigue…
-Lo hará- Respondo firme.
Asiente.
-Eso espero, pero si no es así- Traga saliva- Quiero que ustedes sean lo más felices posible.
-No será necesario- Contesto- Yo puedo sola con el bebé.
Ethan sujeta mi hombro, llamando mi atención.
-Sé perfectamente que puedes encargarte sola, no soy estúpido. Eres una mujer fuerte e independiente.
-¿Entonces?
Su ojos van hasta Miller.
-Si él no lo logra, entonces el bebé será lo único que quede de él. Y Miller jamás me perdonará si ese niño no es feliz.
-Puede ser una niña- Murmuro, acariciando mi vientre.
Ethan bufa.
-Con mayor razón tendré que estar presente. No puedo dejar que mi sobrina salga con sujetos parecidos a mí o a Miller cuando éramos más jóvenes.
Enarco una ceja.
-Lo siento- Se disculpa.
La puerta de la habitación se abre, dejando entrar a un hombre con bata blanca y una tablilla en las manos.
-¿Ethan?- Pregunta, quitándose los lentes.
-¿Doctor Prince?- Dice Ethan, levantándose y caminando hasta él.
-¡Vaya, muchacho!, ¡Estás enorme!
Se dan un abrazo antes de que el doctor Prince, cómo lo había llamado Ethan, se fije en mí.
-Tú debes ser la prometida de Miller- Dice, estrechando mi mano.
-Lo es- Responde Ethan- ¿Qué lo trae por aquí?. Creí que la pediatría era su campo.
Asiente.
-Bueno, los rumores corren rápido, ya lo sabes. Y según me dijeron, ésta señorita está en cinta.
Sonrío.
-Eso fue rápido- Comento, estrechando su mano- Rebeca Taylor.
-Rebeca- Repite- Hermoso nombre.
-Gracias.
Toma asiento frente a la cama.
-Soy el doctor  Teodoro Prince, pero puedes llamarme Ted.
-Mucho gusto, Ted.
-El placer es mío, créeme. Al fin puedo atender a otro Kent.
Frunzo el ceño.
-¿Otro Kent?
Asiente, pareciendo ansioso.
-Yo fui el doctor de Martha Kent, en ambos embarazos y además me encargué de las gemelas de Sarah.
-Es el doctor de la familia, por decirlo de alguna forma- Explica Ethan.
Ted asiente, mirando a Miller.
-Una pena por lo que están pasando. ¿Y tus padres?
-En camino.
Ted alisa su bata, mirándome.
-Dime Rebeca, ¿De cuántas semanas estás?
Me muerdo el labio, negando.
-¿No te has hecho una ecografía?
Vuelvo a negar, avergonzada.
-¿Te gustaría conocer a tú bebé?
Lo pienso unos segundos, echándole una rápida mirada a Miller.
No te estás dando por vencida, sólo quieres buenas noticias, me digo a mi misma.
-Eso me gustaría- Contesto en su dirección.
-Perfecto.
Ted sonríe, levantándose y ofreciéndome su mano, ayudándome a levantarme.
-Vamos a mi consultorio, entonces.
Me vuelvo una última vez hacía Miller, y me acercó a besar su frente, tomándome unos segundos para inhalar su aroma, pero no había nada.
-¿Quieres que te acompañe?- Pregunta Ethan, pareciendo fuera de lugar.
Niego, sonriéndole agradecida.
-Si no te importa, me gustaría hacerlo sola.
Ethan me mira mal, lo que me recordó inmediatamente a Miller, lo que me causa un escalofrío.
-Rebeca…
-Prefiero que te quedes aquí con él- Lo interrumpo- Además, intuyo que el primer bebé que querrás conocer es al tuyo.
Ted lo mira asombrado.
-¿También serás padre?
Ethan sonríe, orgulloso.
-Al fin atrape a una chica, Doc.
-Me gustaría darle seguimiento también, si no te importa- Pregunta tímidamente.
-No sé lo pediría a nadie más- Responde con una sonrisa- Ahora que Rebeca a decidido dar el siguiente paso, tal vez Kate haga lo mismo.
En ese momento me sentí verdaderamente culpable, porque mi elección de esperar por Miller mezclado con mi miedo a los hospitales, había servido como obstáculo para que Ethan y Kate conocieran a su bebé.
-¿Nos vamos?- Pregunta Ted, abriéndome la puerta.
Lo sigo por los pasillos del hospital hasta llegar a una habitación decorada con juguetes y colores pastel. Una de las paredes estaba cubierta de un material parecido al corcho desde el techo hasta el suelo, con cientos de fotografías de bebés y niños sobre ésta.
-Aquí están- Me dice, señalando el centro de la pared- La familia Kent fue la primera en confiar en mí lo suficiente como para cuidar de la salud de sus hijos.
-¿La primera?
Asiente.
-Literalmente fueron mis primeros pacientes cómo doctor. Y aún así dejaron que me encargara del bienestar de sus pequeños. Siempre les estaré agradecido.
La foto que Ted señalaba había dos niños de dos o tres años, con los ojos azules y cabello sedoso, sonriéndole a la cámara. Adiviné rápidamente quién era Miller porque era el único que le sacaba la lengua a la cámara.
-¿Miller?- Pregunto, señalando al pequeño.
Ted asiente.
-Buen ojo- Ríe- Siempre fue un rebelde.
Sonrío, tratando de imaginar a un pequeño Miller, siempre peleando con sus padres. La imagen hace que las lágrimas piquen en mis ojos.
-Ven aquí- Me dice- Señalando el otro lado de la habitación- Vamos a comenzar la consulta.
El doctor Prince toma mis datos y revisa mis signos vitales, luego me insta a recostarme sobre la camilla, la cual cruje un poco cuando me subo.
No sabiendo donde poner las manos, las coloco sobre mi abdomen, lugar a dónde iban a parar cada cinco minutos desde que sabía que estaba embarazada.
-¿Puedes alzar tu sudadera?
Hago lo que me pide, dejándome al descubierto. Ted acerca un bote transparente con lo que parecía tener gel dentro, poniendo un poco sobre mi piel.
-Está frio- Advierte, encendiendo una máquina a mi lado.
Mi corazón comienza a latir con rapidez.
Al fin está pasando.
Ted coloca una especie de paleta sobre el gel, y luego de un par de intentos, la habitación se inunda con un bombeo acelerado.
Lo miro asombrada.
-¿Eso es?...
Ted asiente, con los ojos fijos en la pantalla.
-Son los latidos del corazón de tus pequeños, felicidades.
Presiona algunos botones y la imagen en pantalla se congela.
-Aquí están, Rebeca- Señala la pantalla- Sanos y fuertes.
Trago saliva, confundida.
-Querrá decir, “sano y fuerte"- Lo corrijo.
Niega, sonriendo.
-Son gemelos, señorita Taylor.
Abro los ojos de par en par.
-¿Entonces no es un bebé?- Pregunto con voz chillona.
Ted suelta una carcajada.
-Son dos- Concuerda- Felicidades.
Gemelos.
Dios mío.
Si Miller no quería saber nada sobre un solo bebé, no quería saber su opinión sobre dos.
Pero en ese momento la preocupación no tenía lugar en mi mente, porque la felicidad era tan grande que me ahogaba.
-No lo entiendo- Le digo, sin despegar la vista de la pantalla.
-No es tan difícil- Contesta, señalando la imagen- Éste es un bebé, y éste es el otro.
Río nerviosamente.
-Eso, si lo entiendo.
Me mira confundido.
-¿Entonces?
-Mi antiguo doctor me dijo que era infértil cuando era más joven. También dijo que si no tomaba un tratamiento, me sería imposible concebir en un futuro.
Ted frunce el ceño.
-Por tu sorpresa, adivinaré que jamás tomaste dicho tratamiento.
Asiento.
-¿Cómo se llama tu doctor?- Inquiere, con el ceño fruncido.
-Harold Morrison.
-¿Has hablado con él?
Niego.
-Lo estuve llamando como unas cien veces desde que me enteré del embarazo, pero jamás contestó- Explico.
Ted toma aire antes de levantarse e ir hasta su escritorio, tomando su celular.
-¿Qué pasa?
-¿Es él?- Me muestra una foto de un hombre en sus cuarenta, vestido con una bata quirúrgica.
-¡Sí!
Suelta el aire que estaba conteniendo, frotándose la cara.
-Está en prisión, por eso no contesta tus llamadas.
-¿Cómo dice?- Pregunto incrédula.
Asiente.
-Lo detuvieron por negligencia médica hace unos seis o siete meses.
>>Vendía tratamientos de “fertilidad” a mujeres fértiles, y además se encargaba del proceso de embarazo- Explica- Alguien debió darse cuenta y lo demandó.
-Dios…
-Lo sé, fui con él a la escuela y siempre fue un sujeto ambicioso.
Mi mirada sigue fija en la imagen en pantalla, tratando de darles forma.
-¿Ya puedo saber qué son?
-Bueno, eso ya debería estar definido, pero no creo que sea un bien día- Responde, rascando su cabeza- Están demasiado unidos para decirte el sexo.
Suspiro.
-¿Puedo tener una copia de eso?- Pregunto, señalando el monitor.
-¡Claro!. Te daré tantas copias que podrás llenar una pared entera- Contesta emocionado.
-¿Y de eso?- Señalo las bocinas, refiriéndome a los latidos.
-Por supuesto.
Gemelos.
Esto era una locura.

Cuando regreso a la sala de espera, aún sigo sin poder creer que estaba embarazada de gemelos, lo cual no tendría porque impresionarme, dado que el padre era, de hecho, un gemelo.
Una USB y una copia de la ecografía estaban guardadas en el bolsillo delantero de mi sudadera, ocultas de personas externas.
Le había hecho prometer al doctor Prince que no diría nada sobre el otro bebé, y él había accedido con la condición de que tendría que ir regularmente a su consultorio a hacerme análisis, pruebas y chequeos. Y cómo aparentemente pasaría un tiempo en el hospital, accedí.
Las cosas estaban bastantes tensas en ese momento, y no quería añadir más presión mencionando que esperaba dos bebés en lugar de sólo uno.
Así que, por el momento, lo mantendría para mí.
Abro la puerta y me adentro en la sala, encontrándome con Ethan y Kate.
-¿Y Stefan?
-Fue a llevar a Dove a casa- Dice Ethan.
Kate asiente.
-Se puso como loca cuando supo que Miller te había dado un anillo de compromiso, y se puso peor cuando supo que estabas embarazada.
-¿Quién le dijo que estaba embarazada?- Pregunto, ya sabiendo la respuesta.
-Pues yo- Responde Kate, sin rastro de culpa.
-Hablando de embarazo, ¿Cómo te fue?- Interrumpe Ethan.
Trago saliva.
-Todo está en orden, es un bebé fuerte y sano.
Me quedo callada, sin saber qué más decir.
-¿Es todo?- Pregunta, receloso.
No.
-Sí.
-¿No te dijo el sexo?
Niego.
-Dijo que no se dejaba ver o algo así.
Kate se acerca, su rostro quedando a un centímetro se mi rostro, analizándome.
Trago saliva, temerosa de que me haya atrapado en la mentira.
-¡Felicidades!- Grita, rodeando mis hombros con sus brazos.
Le devuelvo el abrazo, sonriendo y sintiéndome internamente culpable por mentirles tan descaradamente.
Pero había cosas más importantes por las cuales preocuparse.
-Pasé por la habitación de Miller y la enfermera me dijo que la hora de visita se había terminado.
Ethan asiente.
-Sí, no dejarán que nadie entre hasta en el horario nocturno, que es cuando uno de nosotros tiene que pasar la noche con él.
Asiento, compresiva.
-Pueden irse a casa, yo me quedaré aquí- Respondo, tomando asiento.
-¿Estás loca?- Espeta Ethan, ayudándome a levantarme antes de rodear mis hombros con su brazo -Aún falta mucho para eso, tú vendrás con nosotros.
Pongo resistencia, pero resulta inútil pelear contra él.
-No quiero dejarlo solo.
-No estará solo. Además, ni si quiera puedes estar con él, así que no tiene caso que te quedes.
-Mi departamento está demasiado lejos en caso de que surja una emergencia- Discuto.
Suelta un bufido.
-Ya lo sé, por eso no iremos al departamento.
-¿Entonces?
-Iremos al de Miller.
Trago saliva.
-No quiero ir.
-Nadie te preguntó- Responde Kate, que estaba al otro lado de Ethan, con el brazo de Ethan rodeando su cintura.
-Además- Continúa Ethan- Es demasiado grande para que todos entremos y podamos hablar del siguiente movimiento.
-¿Cuál movimiento?
Ethan aprieta los dientes.
-Ya lo hablaremos luego.
Entramos a un ascensor junto con una mujer mayor que nos mira con los ojos de par en par.
Entonces caigo en cuenta del espectáculo que debíamos dar, dado que Ethan nos abrazaba con demasiada familiaridad a ambas mujeres embarazadas.
Ethan mira a la mujer con el rabillo del ojo.
-Soy un semental, señora, ¿Qué quiere que le diga?
La mujer hace como que se persigna antes de salir por las puertas del elevador.
Río por primera vez en lo que parecen ser años, y la sensación de calidad invade mi cuerpo, dándome algo de esperanza.

El departamento de Miller luce exactamente igual a como estaba la última vez que vine, a diferencia de todas las personas que estaban presentes.
Sarah y su familia estaban sentados en el sofá, las gemelas ni si quiera estaban peleando, lo que me dio una idea de lo tristes que debían estar. Lexie y su hija estaban en la barra del comedor al lado de Jennifer.
Para mi sorpresa, Stefan sale del estudio de Miller con mi padre pisándole los talones.
La televisión se encontraba encendida, pero nadie parecía prestarle atención, pues todos estaban atentos en mí.
Trago saliva, sintiéndome tremendamente incómoda por ser el centro de atención.
-Rebeca, hija…- Dice papá, tratando de acercarse a mí, pero se lo impido.
-No ahora, papá.
Frunce el ceño, pareciendo dolido.
-Sólo queremos ayudarte…
-¡No pueden hacer nada!- Exploto- ¡Nadie puede hacer nada por él, ni por mí!
Mi barbilla tiembla y aprieto los dientes, tratando de contenerme.
No voy a llorar, no frente a ellos.
-Voy a darme una ducha y después volveré al hospital- Les digo, tratando de sonar más tranquila- Miller está ahí y no quiero dejarlo solo.
-Tenemos que hablar primero- Dice papá, metiendo las manos dentro del pantalón.
Niego, dándome media vuelta.
-No quiero hablar.
-Es importante…
¿Importante?
Me giro, teniendo suficiente.
-¡¿Qué puede ser tan importante?!...
El aire deja mis pulmones rápidamente, dándome una sensación de mareo y malestar. De pronto, mis piernas parecen no poder cargar con mi peso, arrojándome al suelo, lastimando mis rodillas, pero no me importaba.
Mi mano baja hasta mi vientre, cómo protegiéndolo de la gran tragedia. Siento cómo un par de manos me sujetan, pero es cómo si no estuviera ahí, cómo si se tratara de la peor pesadilla de todas.
Mi pecho se siente pesado y mis pulmones no hacen nada por dejar que el aire entre, de mis labios sale un alarido que desgarra por completo mi garganta, lastimándome.
Mis ojos estaban fijos la televisión, dónde había una foto de Miller y debajo se encontraba la peor noticia de mi vida.
Miller Kent, magnate millonario encontrado muerto en su habitación de hospital.


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