CAPITULO 64

3.1K 202 11
                                    

No había visitado el cementerio en años, y eso me hizo sentir culpable.
Había comprado un ramo de tulipanes en tonos pastel, envuelto en un hermoso papel dorado.
Con una mano sobre mi vientre, y la otra sujetando el ramo, avanzo lentamente hasta la lápida que se encontraba debajo de la sombra de un gran cerezo.
La lápida de mármol parecía nueva y reluciente, lo que me transportó a hace unos años atrás cuando la había visto por primera vez.
Lydia Taylor.
Amada madre y esposa.
Me inclino hasta dejar las flores sobre uno de los jarrones y vierto algo de agua antes de sentarme en el pasto a su lado.
No tengo idea de cuánto tiempo pasa hasta que decido hablar, pero cuando sucede, no puedo cortar las palabras.
Me disculpo por no haberla visitado y por ser una horrible hija que finge que su madre no existe sólo para ahorrarse el dolor que su partida le causaba. Me disculpe por ser una terrible hermana que le dio la espalda a su hermanita por años, manteniéndome al margen del infierno que ella y su hija estuvieron pasando por años en silencio.
Le hablo sobre toda la situación de Michael, incluyendo la forma en que nos atacó a Lexie y a mí, y finalmente cómo fue que murió desangrándose sobre mí.
Hablo de lo mucho que papá cambió tras su partida, incluido que no se había recuperado del todo, pero aún así trataba de tener una buena actitud frente a nosotras.
Le cuento sobre Franny, quien estaba sana y feliz, con el alma de una mujer de veinte años que no se rendía en cuanto a sus metas y creencias.
Hablo sobre Kate, que a pesar de toda la tristeza que la albergaba tras la pérdida de sus seres queridos y el abandono de su madre, estaba dispuesta a intentar formar una familia con Ethan. Además del hecho de que estaba embarazada de una niña y ambos no podían estar más felices.
Le cuento cómo es la pequeña Rebeca, que era tan cercana a papá que me daba envidia cuando los veía juntos, pero que cuando sus ojos marrones se posaban en mí, mi corazón se llenaba de tanto amor, borrando cualquier rastro de resentimiento.
Finalmente, le hablo de Miller.
Desde el momento en que lo vi por primera vez, hasta la última. Sin omitir detalles.
Le cuento cómo nuestra relación fue tan intensa desde el principio, con Miller siempre detrás de mí, haciéndome entender que lo nuestro era algo más grande de lo que yo creía. Que no era sólo un rollo de una noche, o un simple acostón con mi jefe.
Hablo de cómo caí rendida a sus encantos poco a poco, hasta estar totalmente enamorada de él. Y admitiendo con verdadero orgullo que conocía su pasado, sus defectos, sus errores, y aún así seguía amándolo.
Porque sin las partes feas, no sería el hombre que es hoy, e igualmente no estaría atado a una máquina respiratoria porque él no era capaz de respirar por su cuenta.
Le muestro la ecografía en la que salen los gemelos, quienes hasta el momento no se separaban lo suficiente para saber sus sexos. Pero que no me encontraba tan preocupada por eso, pues sabía que cuando estuvieran listos, lo sabríamos.
Además, llegados a éste punto, no me importaba si eran niñas o niños, lo único que quería era niños sanos y fuertes. Lo demás sólo eran detalles mínimos.
Reproduzco el sonido de sus fuertes latidos, dejando que el bombeo de ambos corazones inunden mis oídos, relajándome inmensamente.
Sonrío, acariciando mi vientre.
-Voy a ser madre, mamá- Mis ojos se llenan de lágrimas- Y tú no estás aquí para verlo.
Me sorbo la nariz.
-Te prometo que haré lo que esté en mis manos para que estén bien- Murmuro, acariciando su nombre sobre el frío mármol- Usaré las herramientas que me enseñaste cuando era niña, cómo escucharme atentamente antes de salir con un chico, y quedándote despierta hasta tarde, escuchándome hablar mil veces sobre lo mismo.
>>O cuando me respaldabas y hacíamos un frente unido contra papá, tratando de hacerlo entender que el largo de mis faldas no eran tan cortos cómo él creía.
Río, recordando las millones de veces que peleábamos por la ropa que solía usar.
Estaba segura que si me hubiera visto con la ropa que solía usar cuando salía con Kate, seguramente ya le habría dado un paro cardíaco.
-¿Recuerdas cuando tenía quince años y Kate dijo que ya no quería ser mi amiga?- Contengo un sollozo- Me hiciste entender que no era mi culpa, sino de su pasado. Estaba tan aterrada de que la abandonara, que ella prefirió alejarse primero y ahorrarse el sufrimiento.
Las lágrimas ruedan por mis mejillas, empañando mi vista.
-Entonces fui a hablar con ella y arreglamos las cosas, prometiendo que estaríamos siempre para la otra, sin importar lo que la vida nos pusiera de frente, siempre estaríamos juntas.
Suelto una carcajada, recordando cómo se veía ridícula esa mañana comiendo helado a espaldas de Ethan.
-Pues lo cumplimos, mamá. Somos más que amigas, en el buen sentido- Río, secándome las lágrimas- Me enorgullece decir que somos más unidas que nunca, y las cosas pintan ser así por muchos años más.
Retuerzo las manos con nerviosismo.
-Después de tanto tiempo, por fin supe sobre el pasado de Miller, mamá.
Suspiro.
-Por fin puedo entenderlo. Es verdad, algunas cosas siguen a oscuras, pero entiendo la naturaleza de Miller.
Paso los dedos sobre mi vientre.
-Creo que ahora entiendo el miedo de Miller- Contengo un sollozo- Perdió a su hija, mamá. No puedo creerlo.
Meneo la cabeza.
-Lo peor de todo, es que creo que Miller se culpa por ello. Y supongo que temía contarme la verdad por miedo a que me alejara o algo así.
Me encojo de hombros.
-Aunque admito que ese miedo está muy bien justificado- Bajo la mirada a mis manos- A la primera oportunidad que tenía corría al lado contrario.
Me río sin humor.
-Pero ahora estoy aquí, dispuesta a quedarme a su lado y a hablar las cosas, ¿Y él dónde está?
Aprieto los labios.
-En una cama de hospital- Murmuro- Luchando por su vida.
Meneo la cabeza.
-¿Sabes lo que creo?- Inquiero- Que lo habrías amado. Miller es amoroso, protector, fuerte y apasionado.
Cierro los ojos, recordando la cantidad de veces que sus ojos me habían recorrido con deseo, amor y completa devoción.
Trago saliva, conteniendo las lágrimas nuevamente.
Malditas hormonas.
-Miller es un hombre amoroso, protector, leal, fuerte y apasionado, mamá. Nadie puede culparme por haberme enamorado de él.
Suelto un suspiro.
-¿Sabes?, hubo un tiempo en el que creía tenerlo todo.
>>Tenía al hombre de mis sueños, que me amaba tanto o más de lo que yo lo amaba a él. El empleo perfecto con un buen salario. Kate y yo estábamos en nuestro mejor momento…
Trago saliva, echándole una mirada al zafiro en mi mano.
-Iba a casarme, mamá- Murmuro, rodando los ojos- Otra vez.
>>Pasé de tenerlo todo a no tener nada. Bueno, eso es mentira- Me corrijo, bajando la vista a mi vientre- Los tengo a ellos, y tengo a Lexie de nuevo.
Suelto un suspiro.
-Es cierto cuando dicen que a veces hay que perder para ganar, ¿No es así?
Meneo la cabeza antes de usar el mármol de la lápida cómo apoyo para levantarme.
-Te amo, mamá- Sonrío- No te preocupes por nosotros, estaremos bien.
Sintiéndome mejor que hace mucho tiempo, le doy una última mirada y me giro sobre mis pies, encaminándome fuera del cementerio.
Stefan estaba esperándome fuera del auto, con los brazos cruzados y la mirada perdida en las hojas de los árboles.
-¿Estás bien?- Pregunta cuando me acerco.
Asiento, soltando un suspiro.
-Estoy bien. Creo que era realmente necesario hacer ésta visita.
-Me alegra que lo hayas hecho.
-A mí igual.
Stefan saca un bolso de lona del maletero y me lo entrega. Al abrirlo encuentro media docena de barras de chocolate, un par de pantuflas mullidas junto con un pantalón de chándal y una sudadera.
Enarco una ceja.
-¿Ahora qué hice?
-¿Qué es todo esto?
Se encoje de hombros.
-Provisiones.
-Provisiones- Repito- ¿Para qué?
Rueda los ojos, poniendo las manos sobre sus caderas.
-Mujer, llevas como cinco horas en tacones, no creo que deba ser fácil cargando eso- Señala mi abdomen.
Indignada, me cruzo de brazos.
-¿Me estás diciendo gorda?
Stefan cierra los ojos, maldiciendo.
-Yo no dije eso…
-Claro que sí- Lo interrumpo.
-Vamos, Rebeca…
-Además de gorda, me llamas mentirosa.
Alza las manos, en señal de rendición.
-Carajo- Ríe nervioso- No pienso meterme en problemas por esto.
Estoy a punto de replicar cuando Stefan mete la mano por la ventana del auto y saca una bolsa con lo que parece ser comida.
Mis fosas nasales se ensanchan y contengo un jadeo.
Gorda o no, estaba hambrienta.
Tomo la bolsa de sus manos y meto la nariz dentro, deleitándome con el manjar.
-Gracias- Murmuro, entrando en el auto y deshaciéndome de los tacones.
-¿A casa?- Pregunta, entrando al auto.
Niego.
-Ya sabes la respuesta.
Me mira a través del espejo retrovisor.
-Ya es tarde.
-Necesito dormir- Respondo tajante.
Stefan gruñe, encendiendo el auto.
-Necesitas una jodida cama, no un viejo sillón de hospital con cientos de gérmenes- Suelta un bufido- Apuesto a que eso le hará daño al bebé y a tu espalda.
Ruedo los ojos.
-Eres un exagerado.
-No soy exagerado, sólo estoy confundido- Contesta, tamborileando los dedos sobre el volante- Mi ex esposa se quejaba todo el tiempo sobre dolor de espalda y tú apenas si hablas de tu embarazo.
Me encojo de hombros.
-No quiero ser una molestia- Murmuro, masticando con lentitud una patata frita.
-No eres una molestia, Rebeca- Me regaña- Dios, si Miller te escuchará hablar así nos patearía el culo a ambos.
Suelto una carcajada.
-Tienes razón- Concuerdo, melancólica.
Stefan aparca en el estacionamiento del estacionamiento, saliendo del auto, dándome privacidad para cambiarme de ropa.
Cuando termino, salgo del auto y comenzamos a andar hasta el hospital, siguiendo el mismo camino que había recorrido al menos una docena de veces en los últimas días.
Mi ansiedad con respecto a los hospitales había pasado a segundo plano desde que era necesario que pasara días y noches enteras aquí.
Debía asistir a mis chequeos con los gemelos y estar al lado de Miller en cada oportunidad que tenía.
Una de las enfermeras en recepción me da un pase de acceso y nos encaminamos juntos hasta la habitación de Miller.
Estando a un par de metros, Stefan me toma del codo, deteniéndome el paso.
Lo miro confundida, notando las bolsas bajo sus ojos y una mirada triste.
-¿Qué pasa?
Stefan aprieta los labios.
-Rebeca, necesitas ir a casa- Murmura en un tono insistente- Entiende que necesitas descansar, por tu bien y el del bebé.
Bebés, lo corrijo en mi mente.
-No puedo.
-Sí que puedes- Me regaña- Has pasado casi una semana durmiendo aquí. Dale un descanso a tu cuerpo y a tu mente.
Trago saliva, mirando mis pies.
-Necesito estar a su lado, Stefan- Alzo la mirada hasta la suya- Prefiero dormir incómoda un par de horas a su lado, que estar en mi cama sola y con la preocupación de si está respirando en ese momento o no.
Stefan suspira, rindiéndose antes de estirar los brazos y atraerme hasta su pecho.
-Literalmente mi único trabajo es cuidarte, y lo estoy haciendo mal.
Niego.
-Lo haces bien- Lo consuelo- Y de todas maneras, no necesito que cuiden de mí. Soy una mujer grande, puedo hacerlo yo sola.
Sonríe, apoyando las manos en mis hombros.
-Todos sabemos que puedes cuidar de ti y del bebé, Rebeca. Créeme, nadie tiene duda alguna sobre eso.
-¿Entonces, qué pasa con ustedes?- Inquiero- ¿Porqué todos están tan empeñados en actuar cómo si no pudiera dar dos pasos seguidos sin caer sobre mi cara?
Se rasca la nuca, sopesando sus palabras.
-Creo que es porqué lo más importante para Miller siempre fue tu seguridad- Admite- Y lo creas o no, también se preocupaba por el bebé.
Mi corazón tartamudea.
-Todos me dicen lo mismo, pero Miller jamás habló conmigo al respecto- Sacudo la cabeza- Mira, sé que quieren que me sienta mejor, pero no necesito esperanzas.
Mi mirada va hacía la puerta de su habitación.
-Al final de cuentas, la que saldrá lastimada seré yo- Murmuro, dándome la vuelta.
Mis dedos se cierran sobre el pomo de la puerta y me tomo un segundo antes de abrirla.
Miller estaba recostado sobre la cama, exactamente igual a cómo lo dejé ésta mañana cuando me fui. Una sombra de barba cubría su mandíbula y los cortes en su rostro empezaban a desaparecer.
Me siento a su lado y tomo su mano entre las mías, tratando de consolarnos a ambos con el tacto del otro.
La máquina que mostraba sus latidos era constante, y eso me alegró. Últimamente era la única cosa que me hacía conciliar el sueño. El saber que el corazón de Miller era lo suficientemente fuerte para mantenerlo con vida.
Sostengo su mano con una mano y con la otra acaricio mi vientre, tratando de no llorar.
-Oh Miller- Sollozo- Lo sé, cariño, lo sé.
>>Ahora entiendo porqué reaccionaste así ésa noche. Entiendo tu miedo y tú dolor, y lo lamento muchísimo, mi amor. No puedo imaginar la clase de cosas por las que tuviste que pasar tú solo.
Niego, apretando los labios.
-Maldito terco y orgulloso- Gruño entre lágrimas- No tenías que pasar por eso solo, ni en ese momento ni ahora. Pude haber ayudado, escucharte y consolarte, pero no. Decidiste terminar conmigo y ahorrarte el dolor que te causaría el recuerdo de tu hija perdida.
Suelto un suspiro, negando.
Mi mirada se posa sobre la Biblia al lado de su cama, donde había permanecido intacta desde el día que llegamos. Me estiro por ella y repaso las hojas con delicadeza, tratando de sentir algo de esperanza o fuerza renovada.
La única vez que había rezado en mí vida, fue para pedir por la vida de mi madre, y obviamente no salió bien, por lo que estaba dudando de intentarlo o no.
Miller era el hombre que amaba, y no quería perderlo.
No podía.
Dándome por vencida, cierro los ojos, soltando una plegaria silenciosa, pidiendo por la vida y el bienestar de Miller.


The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora