¿Estaba muerto?
Porque si eso era así, eso explicaba perfectamente porque me encontraba en un claro rodeado de inmensos arboles, con cientos de flores de todos los colores esparcidas por el césped.
El sol acaricia suavemente mi piel, haciéndome sentir tranquilo.
Me giro sobre mis pies, descubriendo a un par de ojos azules que me miran desde la oscuridad, ocultándose de mí.
Trato de acercarme, pero se mantiene oculta.
-Ven aquí, no te haré daño- Murmuro, acuclillándome.
Una cabellera dorada se asoma de entre las sombras, mirándome con ojos entornados y curiosos. Se trataba de una niña de unos ocho o nueve años, alta y esbelta, con el cabello por debajo de los hombros, cayendo en pesados rizos que enmarcaban su hermoso rostro.
Algo en sus facciones me parecían ligeramente conocidas, pero estaba seguro de no haber visto antes a esa niña.
Era tan hermosa que no me habría sorprendido que un par de alas blancas salieran de su pequeña espalda.
-¿No me reconoces?- Murmura, tratando de aguantar las lágrimas.
Trago saliva, negando avergonzado.
-Lo lamento…
Un par de lágrimas ruedan por sus mejillas y se apresura a secarlas con la manga de su camiseta, dejando expuesta una pequeña marca de nacimiento en la muñeca.
Me quedo pasmado en mi lugar.
-¿Lily?- Jadeo, incrédulo.
Dios santo.
Las lágrimas se detienen de inmediato.
-¿Sabes quién soy?- Pregunta en un hilo de voz.
Me dejo caer sobre mis rodillas, abriendo los brazos de par en par.
-¡Ven aquí!
Lily corre hacía mis brazos, estrellando su pequeño cuerpo contra el mío, rodeando mi cuello con sus brazos.
-¡Papá!- Llora contra mi hombro.
Cierro los ojos, apretándola con fuerza. Las lágrimas se derraman por mis mejillas, mojando su ropa, pero a ninguno de los dos parece importarle.
Porque todo lo que importaba era que estábamos aquí, juntos.
-¡Te extrañé tanto!- Lloriquea, aferrándose con fuerza a mi espalda.
-Dios mío, Lily. Lo siento tanto mi amor, lo lamento cómo no tienes una idea.
Lily niega en mi cuello.
A regañadientes la separó un poco, sujetando sus mejillas con mis manos, mirándola fijamente a los ojos.
-Lo siento mucho cielo- Cepillo su cabello, maravillado por la suavidad de éste- No te merecía entonces y tampoco lo hago ahora.
-No digas eso.
Niego, tratando de memorizar su pequeño rostro.
Se parece a mí.
-No debí conducir esa noche, lo sé. Pero estaba tan emocionado de tenerte…
Coloca un dedo en mis labios, silenciándome.
-No fue tu culpa, papá.
Suelto un sollozo, atrayéndola nuevamente a mi pecho.
-Te amo tanto, quiero que lo sepas- Murmuro, estrechándola contra mí.
-Eso lo ya lo sé, papá- Solloza.
Niego.
-No, no lo sabes. Pero te lo estoy diciendo ahora.
Vuelvo a sujetar su rostro entre mis manos, sin cansarme de lo hermosa que era.
Podría pasar el resto de mi vida admirándola y aún así no sería suficiente.
-Te amo cómo no tienes idea, Lily Kent- Acaricio sus facciones con delicadeza- Has estado en mi corazón desde hace tanto tiempo que no recuerdo cómo eran las cosas antes de ti.
Sonríe con ternura.
-Es mi turno de hablar, ¿Si?
Asiento enérgicamente.
-Mi tiempo en la tierra fue breve, pero aún así no me cabe duda de todo el amor que tú y mi mami me tenían.
Mis ojos se llenan nuevamente con lágrimas.
-Lo jodí a lo grande- Admito, negando- Tu mamá…
-Mi mami no te culpa de nada, y lo sabes- Me interrumpe- Has sido tú el único que ha cargado con la culpa de un accidente.
Sonrío de medio lado.
-Digamos que me siento responsable- Admito.
-Eso es absurdo, no podrías saber lo que iba a pasar.
-Era una tormenta, Lily. Lo más responsable habría sido no sacarte del hospital hasta el día siguiente.
-Había gente que necesitaba más una cama de hospital que mi mami o yo- Replica.
-Y mira a dónde nos llevó eso.
Rueda los ojos.
-Y sigues culpándote- Me regaña.
-Una vieja costumbre.
Chasquea la lengua.
-Eres muy terco, papá.
-Tú no te quedas atrás, señorita.
Me lanza una sonrisa que derrite mi corazón.
-Bueno, aprendí del mejor.
Niego, rodeando sus hombros con mis brazos, acunándola en mi regazo.
-Te amo tanto- Repito sobre su coronilla- Tú pérdida trajo tanta oscuridad a mi vida que me era imposible dar dos pasos sin caerme de bruces.
Sube una mano hasta mi pecho, ahí donde mi corazón latía con fuerza.
-Pero ahora hay luz en tu vida, ¿No es así?
Trago saliva, no sabiendo cómo contestar.
-Tranquilo- Murmura- Si tú eres feliz, yo también lo soy.
Sonríe, pasando los dedos por mi mejilla.
-Y déjame decirte que Rebeca nos hace felices- Admite.
-Me hace feliz- Concuerdo.
-Y el bebé- Murmura, mirándome con sus grandes ojos.
-Lily…
-Está bien- Me tranquiliza- También son tus hijos.
Niego suavemente.
-Sólo es un bebé, cariño.
Ríe suavemente, tapándose los labios con la mano.
-Digamos que te espera una pequeña sorpresa cuando regreses.
Frunzo el ceño.
-¿Regresar a dónde?
-A casa.
-Estoy en casa- Replico, sin entender.
Su rostro se torna serio.
-Hablo de la tierra, papá.
Niego.
-No quiero irme.
Sonríe.
-Tienes que volver. Hay gente esperándote ahí abajo.
La sujeto con más fuerza, negándome a dejarla.
-No quiero dejarte, Lily- Le ruego- Deja que me quede.
Niega rotundamente.
-Te esperan- Dice con voz autoritaria.
-No pienso volver- Respondo.
Frunce el ceño.
-Tienes que hacerlo. Tienes responsabilidades que necesitan de ti.
-Pueden resolverlas ellos mismos. No me necesitan- Replico.
-Rebeca te necesita, papá- Insiste.
-Y yo te necesito a ti- Murmuro.
Lily parece pasmada unos segundos antes de sonreír y cubrir mi mejilla con su mano.
-Yo soy tú pasado y ellos son tu futuro.
-Te quiero en mi futuro- Beso su frente- Te quiero en mi vida para siempre.
-No digo que me olvides, sólo que tengas en orden tus prioridades.
Niego.
-No entiendo.
Suelta un suspiro.
-Siendo sinceros, ya no hay nada que puedas hacer por mí- Murmura- Pero hay mucho que puedes hacer por ellos. Sólo no lo eches a perder.
Bajo la mirada a donde nuestras manos permanecen unidas.
-Tal vez estén mejor sin mí.
-¡No digas eso!
Me encojo de hombros.
-Digo la verdad.
Lily niega, apretando los labios.
-Te necesitan, punto final.
-Cariño…
-No los prives del maravilloso padre que sé que puedes ser- Me interrumpe.
Trago saliva.
-No sé si pueda hacerlo.
-Ya verás que sí- Me sonríe, ladeando la cabeza- Además, no estarás solo.
-¿Rebeca?- Inquiero, pensando en mi hermoso ángel de ojos grises.
-Rebeca- Concuerda- Ella te espera.
Me ayuda a levantarme y vuelvo a atraerla para un abrazo.
-Te amo, cariño. No lo olvides nunca.
-Y yo te amo a ti, recuérdalo siempre.
Se separa un poco, mirándome a los ojos.
-Prométeme una cosa.
-Lo que sea- Me apresuro a decir.
-Prométeme que seguirás con tú vida sin mirar atrás.
Frunzo el ceño.
-Lily…
-Debes prometerme que seguirás adelante sin odio, culpa, tristeza o resentimiento- Sus ojos brillan- Tu nueva familia te espera, y no necesitan eso en sus corazones.
Coloca la mano en mi pecho.
-Así como tú tampoco.
Una ola de viento se alza alrededor de nosotros, alborotando nuestra ropa y cabellos.
Lily suelta un suspiro, alzándose sobre sus pies y abrazándome nuevamente.
-Es mi señal. Debo irme ahora.
Me aferro a Lily, tratando de memorizar cada detalle sobre ella.
-¿Volveré a verte?- Murmuro.
-Con suerte, hasta muchos años adelante. Pero no te preocupes, yo seguiré aquí.
Beso su cabeza, cerrando los ojos.
-Te amo, mi niña.
-Y yo a ti, papi.
Se separa de mi cuerpo, retrocediendo un par de pasos, mirándome con tanto amor que por un momento creí estarlo imaginando.
-Ten una buena vida papá, la mereces.
Entonces, una sombra me engulle por completo, dejándome sólo en la oscuridad.
No podía moverme.
¿Porqué diablos no podía abrir los ojos?
Intento hablar pero hay algo obstruyendo mi garganta, por lo que me doy por vencido rápidamente.
Joder, que cansado estaba.
Dormiré otro rato, realmente lo necesitaba.
¿Qué eran esos sollozos?
¿Eran míos?
No, provenían de una mujer.
Rebeca.
¿Porqué estaba llorando?
¿Estaba lastimada?, ¿El bebé estaba bien?
Intento moverme de nuevo pero el cansancio me gana.
Ya lo intentaré más tarde.
Mi brazo quemaba.
Pero no era una sensación desagradable, al contrario. Me daba paz y tranquilidad.
Me sentía en casa.
Rebeca.
Ella me hacía sentir así.
Intento apretar su mano pero me siento sin fuerzas.
-Quédate conmigo, Miller. No me dejes sola- Solloza a mi lado.
¿Irme?, ¿A dónde me iría?
Yo no quería dejarla.
Sólo estaba descansando, no era para tanto.
-Estoy muy preocupado por Rebeca- Murmura un hombre.
¿Papá?
Un momento, ¿Qué pasaba con Rebeca?
-Todo se resolverá, querido. Ya lo verás.
-Eso espero- Murmura.
-Miller lo resolverá, es un hombre fuerte.
¿Porqué hablan de mí como si no estuviera aquí?
-Lo sé- Responde papá- Los criamos bien.
Una mano palmea suavemente mi hombro.
-Y ahora serán padres.
-Lo sé, los chicos por fin sentaron cabeza.
-Algo es seguro- Murmura mamá- Serán unos bebés hermosos.
-Si es que solo se parecen a sus madres, porque de no ser así, serán bebés feos.
-¡Greyson!, ¡Son tus hijos!
-¡Lo sé!- Replica.
Por primera vez en tanto tiempo, agradezco la oscuridad que me abraza.
-Si no despiertas ahora, perderás cada centavo que tienes en tu cuenta de banco- Espeta Ethan.
Eso era ser exagerado.
¿Porqué tanto empeño en que despierte?
No recordaba cuando había sido la última vez que había descansado así de bien y a nadie parecía importarle.
-Bien, puedes despertar justo ahora- Murmura, chasqueando los dedos.
-Ethan, no creo que esa sea manera de hacerlo reaccionar- Lo regaña la que supuse era Kate- Tienes que ser más duro.
-Inténtalo tú, sabionda.
Después de lo que creí eran minutos, un aliento cálido roza mi mejilla.
-Hay alguien tras tú mujer, Kent. Y no estás aquí para impedir que te quiten lo que es tuyo.
¡¿Qué?!
Intento moverme pero me es imposible. Era cómo si tuviera capas y capas de cemento sobre mi cuerpo, inmovilizándome.
-Si no despiertas pronto, habrá alguien reemplazándote a su lado.
¡No!
Trato de abrir los ojos, pero la oscuridad regresa, engulléndome nuevamente.
-Apuesto a que serás un gran padre- Murmura un hombre- Pero tienes que estar aquí para que lo demuestres.
>>A nadie le sirves dormido, Miller. Mucho menos a Rebeca.
¿Rebeca?
¿Dónde estaba ella?, ¿Porqué no estaba aquí?
-Sólo espero que estés tomando éste tiempo para recapacitar y descansar.
Palmea mi pierna.
-Tú encárgate de tu mierda interna, nosotros nos encargamos del resto.
Los fuegos artificiales vuelven a inundar mi brazo, haciéndome sentir electrificado.
Estaba aquí.
-Te amo con locura, Miller Kent, no lo olvides nunca.
Su voz sonaba triste al hablar.
¿Eso se supone que era una despedida?
Sobre mi cadáver.
El mar de oscuridad que amenazaba con engullirme por completo se aclara un poco por los bordes, haciéndome más consciente con cada segundo que pasaba.
Los fuegos artificiales que antes me habían dado fuerzas se apagan, dejándome cansado en mi lugar. Pero me aferro a la pequeña chispa tras su paso.
Intento mover mis dedos, pero no sé si lo estoy logrando.
¿Qué diablos me está pasando?
Había una luz detrás de mis párpados, y resultaba tan jodidamente molesto que alzo una mano para cubrirme la cara.
Mucho mejor.
De pronto, soy consciente de los sonidos a mi alrededor, cómo las voces en el pasillo o un pitido constante a mi lado.
Intento abrir los ojos, y ésta vez lo consigo con éxito. Parpadeo un par de veces antes de que mi vista se vuelva nítida, permitiéndome ver lo que me rodeaba.
Un hospital.
¿Porqué carajos estaba en un hospital?
Intento incorporarme, pero una ola de mareos me inundan, por lo que lo intento con calma, recargando mi espalda contra la cabecera.
Dios, pero que cansado me sentía.
¿Cuánto tiempo había estado durmiendo?
La puerta de la habitación se abre y entra Ethan, sujetando una bolsa con lo que creí era comida. Las especias vuelan hasta mi nariz, logrando que mi estómago ruja de hambre.
Demonios, ¿Cuando había sido la última vez que había comido algo?
Ethan toma asiento frente a la cama, sin despegar la mirada de su teléfono.
-¿Crees que puedas traerme algo de eso?, muero de hambre- Murmuro, con la garganta reseca- Algo de agua también serviría.
Ethan rueda los ojos.
-No soy tu jodida sirvienta…
Frunce el ceño antes de mirarme pasmado por lo que parecen ser horas.
-¿Estás bien?- Inquiero, perdiendo la poca paciencia que me quedaba.
Ethan salta del asiento cómo un resorte, caminando con largas zancadas hasta la cama, abrazándome con fuerza.
-¡Miller!
Le devuelvo el abrazo, confundido.
-¿Porqué actúas cómo si no me hubieras visto en meses?- Espeto.
Ethan se separa, tragando saliva y pareciendo nervioso.
-Ay, hermano.
-¿Qué pasa?
Suelta un suspiro, meneando la cabeza.
-Tenemos que hablar.
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The Boss
RomanceRebeca nunca imaginó que una simple noche de chicas y alcohol terminaría convirtiéndose en el pretexto perfecto para iniciar un romance prohibido con su sexy e irresistible jefe, Miller Kent. ¿Ambos podrán resistirse a las tentaciones del otro? ¿E...