CAPITULO 59

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Rebeca se relame los labios, tomando asiento frente a mí, dándome una excelente vista de sus piernas.
-¿Y tu cita?- Murmuro, rechinando los dientes.
Se quita el cabello del rostro, suspirando.
-Ya se fue.
-Es una pena- Respondo, sirviéndome más Whisky- Parecía estar pasándolo bien.
Frunce el ceño.
-¿Me estuviste espiando?- Inquiere molesta.
-Sí.
-¿Porqué?
Me encojo de hombros.
-Estaba aburrido- Respondo.
Mentira.
Rebeca me mira molesta.
-No tienes que ser un idiota, Miller.
-Yo no soy el que le metió la lengua en la garganta a otro- Gruño molesto.
Traga saliva, pasando las manos por sus piernas desnudas, lo que me distrae momentáneamente.
Concéntrate.
-Entonces es eso- Murmura, mirándome bajo las pestañas.
-¿De qué hablas?- Inquiero, frunciendo el ceño.
Niega suavemente, levantándose del sofá y caminando hasta mí, inclinándose de manera que deja sus pechos a la altura de mi rostro.
-Estás celoso- Inquiere.
Suelto un bufido.
-Para eso tendrías que encontrar a alguien mejor que yo.
Sonríe, pasando la lengua por sus labios.
-Pero que egocéntrico es usted, señor Kent.
Rosa sus labios contra los míos, tentándome.
No caigas en la tentación, Miller. Aguanta un poco más.
-Me encanta- Susurra, embriagándome con su aliento.
Había estado vigilándola toda la noche, con su vestido de plata ondeando a su alrededor, llamando la atención de todos aquellos a quienes dejaba atrás. Y yo no era la excepción a sus encantos.
Nunca lo fui.
La diosa frente a mí era una tentación andante, tratando de hacerme caer en su juego de seducción.
Rebeca suelta un débil gemido cuando sus ojos se clavan en mis labios.
Fue entonces cuando supe que había caído.
-A la mierda- Gruño, envolviendo su cuello con mis dedos- Eres mía, Rebeca Taylor. No lo olvides nunca.
Suelta un jadeo antes de cerrar los ojos, rindiéndose.
Con mi otra mano sujeto su trasero, bajándolo hasta que queda a horcajadas sobre mí, con sus piernas abiertas y mi polla presionándose contra ese punto caliente que tanto amaba.
-Dilo, Rebeca- Mascullo contra la piel de su cuello.
-Miller…
Levanto las caderas contra su humedad.
-Di que eres mía para poder admitir que soy todo tuyo- Mordisqueo la piel de su clavícula- Que tú, y solo tú eres mi dueña.
Rodea mis hombros con sus brazos, frotándose rítmicamente contra mis caderas, por lo que la sujeto de los glúteos con fuerza, apretándola contra mí.
-Soy tuya- Jadea, echando la cabeza hacía atrás- Siempre ha sido así.
La tomo de la nuca, atrayendo sus labios contra los míos, donde la beso con todo lo que tengo, diciendo todo lo que no podía expresar con palabras.
Te amo.
Lo siento por ser un idiota.
Te extraño.
Te odio por querer olvidarme.
-No quiero que vuelvas a verlo- Murmuro, pasando la lengua por el valle de sus pechos, haciéndola estremecer- Ni hablar de volverlo a besar.
Rebeca busca mis labios de nuevo, besándome con urgencia.
-Hecho- Murmura entre besos.
Me alejo un segundo, mirándola fijamente.
-Hablo en serio, Rebeca.
Se muerde el labio.
-Y yo hablo en serio cuando digo que si no me sacas de aquí justo ahora, me iré a casa con mi vibrador.
Enarco una ceja, repentinamente interesado.
-¿Tienes un vibrador?
Asiente, bajando una mano entre nosotros, acariciando mi erección sobre la ropa.
-Alguien tenía que reemplazarte- Murmura, con las mejillas sonrojadas- Y después de ti, mis dedos ya no hacían gran cosa por hacer que me corriera.
Jodido bebé Jesús.
Acaricio su labio con el pulgar, y en un movimiento atrevido desliza la lengua por el largo, mirándome atentamente mientras se lo mete a la boca, succionando fuerte.
Un suspiro entrecortado sale de mis labios, sin perderme uno solo de sus movimientos. Después de un par de bamboleos se lo saca de la boca, ocasionando un suave pop.
-¿Y bien?...
Sin darle tiempo a contestar la tomo de las caderas, levantándome de mi lugar. Rebeca enreda sus piernas en mis caderas y la tomo del culo, cubriendo mi erección con su cuerpo.
Camino entre la gente, pasando de largo a Stefan, quien sonríe cuando nos ve irnos juntos. Lo ignoro y sigo mi camino hasta el estacionamiento, donde dejo a Rebeca en el asiento del copiloto y le pongo el cinturón, teniendo cuidado de no dejarlo apretado en su vientre.
La beso una última vez antes de rodear rápidamente el auto y subir, saliendo disparado del bar.
Me moría por correrme en su coño, pero sabía que debía mantenerme atento y alerta en el trayecto a su departamento.
Ninguno dice nada en el camino, lo que me hace sentirme nervioso, logrando que me remueva incómodo en mi asiento, echándole un par de miradas de soslayo.
¿Y si se había arrepentido?
No debí haber dado por hecho que recuperarla sería tan fácil, pero con ese vestido no lograba pensar con coherencia.
Tal vez  si se lo quitaba…
Me estacionó y apagó el auto, sin moverme de mi lugar.
Las cosas entre nosotros habían estado muy calientes en el bar, pero seguía habiendo tensión, y eso me molestaba. Aunque sabía que en gran parte se debía a mi mierda, y no podía culparla por estar molesta.
Lo había jodido a lo grande y pensaba arreglar mi desastre de una vez por todas.
-¿Rebeca?
Clava sus ojos en los míos, mirándome bajo las pestañas, luciendo indefensa.
-¿Si?
Trago saliva.
-Necesitamos hablar- Digo sin más preámbulos.
-No quiero hablar- Murmura, cerrando los ojos y dejando caer su cabeza en el asiento.
-Pero yo sí. Hay un par de cosas que quiero decirte.
Niega.
-No quiero saberlo, Miller.
Hago una mueca.
-Pero que terca eres, mujer.
Rebeca no dice nada, con la vista perdida en los otros coches.
-Necesito que escuches lo que tengo que decirte, cielo.
Niega nuevamente, mordiéndose el labio.
-No me llames cielo- Espeta.
-¿Porqué?
-Porque me das esperanza- Murmura, con la vista clavada en su regazo.
La tomo de las mejillas, acariciando la suavidad de su piel con los pulgares.
-¿Acaso ya perdiste la esperanza?- Susurro, sin poder evitar el dolor en ni voz.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
-No lo sé- Admite.
Apoyo la frente contra la suya, sintiendo como un nudo se apretaba en mi pecho, ahogándome.
-No lo hagas, Rebeca- Le ruego en voz baja- No piernas la fe en nosotros…
Mis manos bajan a su cuello, alzando su rostro.
-No pierdas la fe en mí, te lo ruego.
-¿Tú aún la tienes?- Pregunta, con voz temblorosa.
-¡Por supuesto que sí!
-¿En serio?
Asiento, besando sus labios, tomándome mi tiempo.
Dios, como extrañaba esto.
-Nunca he perdido la esperanza en nosotros, es lo único que me mantiene en pie.
Rebeca solloza.
-Sólo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes- Lloriquea.
Cepillo su cabello.
-Cielo, las cosas nunca volverán a ser iguales…
Mi mirada baja a su vientre.
-Pero pueden ser mejores.
Rebeca me mira atentamente por lo que parecen ser horas, pero aún así no digo nada.
-Bésame- Pide, acercando peligrosamente sus labios a los míos.
Cierro los ojos, acariciando su nariz.
-No puedo.
Intenta alejarse, pero la detengo.
-¿Porqué no?- Inquiere, con el ceño fruncido.
Suelto un suspiro.
-Necesito decirte un par de cosas…
-Es porque ya no me deseas, ¿No es cierto?- Me interrumpe, empujando mi pecho y saliendo del auto, dirigiéndose furiosa hasta el ascensor del estacionamiento.
-Mierda- Mascullo.
Salgo detrás de ella, sujetándola de la muñeca, haciendo que se estrelle contra mi pecho.
-¡Suéltame, jodido idiota!- Gruñe, tratando de zafarse de mi agarre.
-¿Ya volvimos a las viejas andanzas?- Gruño.
-No has dejado de ser un idiota egocéntrico, así que nunca las dejamos- Gruñe de vuelta, apretando los dientes.
La sujeto con fuerza de la cintura.
-Y tu sigues sin escuchar lo que digo.
Ríe sin humor.
-Eso es porque sigue sin importarme lo que tienes que decir- Espeta, respirando con fuerza.
Dios, la amo tanto.
-¿Porqué crees que no te deseo?, ¿Acaso eres ciega?
Me mira confundida.
Maldiciendo, tomo una de sus manos y la colocó sobre mi polla hinchada.
-¿Esto se siente cómo que no te deseo?- Inquiero molesto.
Rebeca traga saliva
-¿Cuándo vas a entender que no me interesan otras mujeres que no seas tú?
Se queda callada, con la respiración acelerada.
-Si te encontraras totalmente vestida en una habitación llena de mujeres desnudas- Murmuro, acercando mi rostro al suyo- Seguirías llevándote toda mi atención.
Una lágrima solitaria rueda por su mejilla.
-No estés triste, cariño- Limpio la lágrima, ahuecando su rostro entre mis manos- ¿Qué puedo hacer por ti?
Intenta alejarse pero la retengo contra mi cuerpo.
No me dejes, te lo ruego.
-¿Rebeca?...
Se suelta de mi agarre, tambaleándose un momento antes de encararme.
-No quiero pelear- Dice.
Suspiro.
-¿Y crees que yo sí?- Intento acercarme pero alza una mano, deteniéndome el paso.
-Tampoco quiero hablar, Miller.
Frunzo el ceño.
-¿Entonces que quieres?
Que no diga que me vaya.
Que no diga que me vaya.
Que no diga que me vaya.
-Quiero una tregua- Suelta de repente- Sé que sonaré débil, pero no puedo soportar estar lejos de ti otro segundo.
-Cariño…
-Déjame terminar- Me interrumpe.
Asiento.
-No quiero ser la mujer que está cargando a tu bebé- Me mira fijamente-  Quiero ser la mujer que es dueña de toda tu pasión y deseo.
Extiende una mano en mi dirección.
-Solo quiero que seamos tú y yo. Miller y Rebeca, nadie más.
En una fracción de segundo estoy sobre ella, reclamando su boca con ansias.
-Pero tenemos que hablar luego- Murmuro entre besos.
Asiente, metiendo las manos bajo mi camiseta, sacándome un gemido.
La levanto de sus pies, enredando sus piernas en mis caderas y camino hasta el ascensor, donde distraídamente presiono el número de su piso.
Cuando las puertas se cierran, la bajo y comienzo a recorrer sus curvas con mis manos, sintiéndome repentinamente posesivo con ella.
-Quién diría que te pusiste éste vestido para un pendejo y el que terminaría arrancándotelo sería yo- Gruño contra su cuello, deslizando mis dedos por sus muslos, sonriendo cuando encuentro mi objetivo húmedo y listo para mí.
Rebeca echa la cabeza para atrás, sujetándose con fuerza de la barandilla.
-Es para el mismo pendejo- Jadea, abriendo los ojos cuando introduzco un dedo en su calor.
-¿Qué?
Niega, tratando de pasar saliva.
-¿Qué dijiste?- Inquiero, añadiendo otro dedo.
Vuelve a negar, a la vez que tira de su cabello, desesperada.
Saco mi mano de entre sus piernas, colocándola sobre su cabeza.
-¡¿Porqué haces eso?!- Me grita molesta.
Paso la lengua por mis labios, admirando el sonrojo en sus mejillas.
-Te hice una pregunta- Espeto, conteniéndome de tocarla.
Aprieta los labios antes de darse por vencida.
-Me puse éste estúpido vestido por ti, Miller- Admite- No para Nick.
La miro confundido.
Suelta un suspiro, acariciando distraídamente mis abdominales.
-De alguna manera sabía que estarías ahí. No preguntes cómo lo supe, pero me alegro de haber tenido razón.
Entrecierra los ojos, estudiándome.
-¿Cuál de los dos fue?- Pregunta.
Considero la idea de fingir que no sabía de lo que hablaba pero lo descartó rápidamente.
Proteger a Ethan y a Stefan no serviría de nada.
-De hecho fueron ambos- Admito.
Rebeca sonríe, sujetándome del cinturón y acercándome a ella.
-Par de chismosas- Murmura, alzándose sobre sus pies.
Rodeo su cuello con mi mano, manteniéndola en su lugar antes de deslizar mis labios por los suyos, tentándola.
-Por favor- Gime.
Tiro de los tirantes de sus vestido hasta reventarlos y dejar al aire sus bamboleantes pechos.
-¿Soy yo o son más grandes?- Pregunto, sin perderlos de vista.
Rebeca sonríe, sujetándolos con sus manos.
-Vienen con el embarazo- Murmura sensualmente, pellizcando los pezones entre sus dedos.
-Que me maten si no es la cosa más erótica que he visto en mi vida- Gruño, reemplazando sus manos con mi boca, mordiendo y lamiendo las puntas erectas.
Rebeca jadea, enterrando sus uñas en mis hombros antes de que me ponga de rodillas, alzando una de sus piernas y colocándola sobre mi hombro.
Rasgo las bragas y las arrojo al suelo antes de zambullirme por completo en su coño.
-Dios, sabes tan bien- Murmuro, prendiéndome de su clítoris.
-¡Ah!
La beso como si fueran los labios de su boca mientras me jala del cabello con fuerza.
-¡Me voy a venir!
Sus caderas se mueven al ritmo de mis dedos y sus rodillas fallan.
-Vente preciosa- Murmuro, adentrando mi lengua en sus paredes estrechas.
-¡Miller!...
El ascensor se detiene antes de lo esperado y me levanto rápidamente, entregándole mi chaqueta a Rebeca, ya que los tirantes de su vestido se habían ido a la mierda hace un rato.
-Te debo un vestido- Le digo, sintiéndome a la pareja mayor que acaba de entrar.
Lo que me faltaba.
-Buenas noches- Dice la mujer, mirando con el ceño fruncido a Rebeca- ¿Estas bien?
Rebeca asiente, con su cuerpo temblando por el orgasmo contenido.
Dos pisos
Dos pisos para estar de vuelta a solas con ella.
-Amigo- Susurra el hombre.
-¿Sí?
Señala disimuladamente un trozo de encaje en el suelo.
Le lanzo una mirada de soslayo a Rebeca, pero no parece darse cuenta del asunto entre manos, pues s encuentra demasiado ocupada en tirar del dobladillo de la chaqueta para cubrir sus muslos de los visitantes.
Me inclino sobre una rodilla, fingiendo que ataba mis zapatos antes de estirarme por la prensa y esconderla en mi bolsillo trasero.
Toso cuando me levanto, tratando de ocultar la sonrisa en mi rostro.
Las puertas se vuelven  abrir y esta vez es nuestro piso, por lo que empujo a Rebeca fuera del ascensor y nos adentramos en el pasillo, casi tropezándonos con nuestros propios pies.
-La llave- Le exijo al llegar a su puerta.
Rebeca se inclina, sacando una llave plateada del tapete frente a la puerta.
Ruedo los ojos, tomando la llave de su mano.
-Algunas cosas nunca cambian, ¿No?
Nos adentramos en la penumbra del departamento y en cuestión de segundos estoy sobre ella de nuevo, cubriendo su cuerpo con el mío.
Me deshago de mi camiseta mientras que  Rebeca se quita la chaqueta y el vestido, quedando desnuda ante mis ojos.
-Jodidamente perfecta- Murmuro, empotrándola contra la pared detrás de ella, apoderándome de sus labios nuevamente.
Rebeca enreda una pierna en mi cadera, frotando su coño contra la dureza dentro de mis pantalones.
-¿Te estoy lastimando?- Pregunto, desabrochando el cinturón y liberando mi erección.
En lugar de contestar, mi diosa se relame los labios, estirando su mano entre nosotros, estimulando mi polla con sus dedos calientes.
-Por favor…- Ruega en un quejido.
La sujeto de las caderas, recargándola en la pared y ubicándome en su entrada.
-¿Estás segura de esto?
En lugar de contestar me guía dentro de su humedad, conteniendo un gruñido.
-Estás tan húmeda- Jadeo, metiéndosela hasta el fondo, disfrutando de su calidez.
-Sólo por ti, Miller.
Me alejo lo suficiente para ver su abultado vientre.
-Cuidado con la cabeza campeón.
Rebeca ríe,  antes de aferrándose a mis hombros cuando arremeto contra ella.
La sujeto de las nalgas, deslizándola por el largo de mi polla, embistiendo con fuerza y arrancándole gemidos de placer.
Clava las puntas de sus tacones en mi espalda, causándome un dolor sordo que de alguna manera incrementa mi placer, por lo que acelero mis movimientos, teniendo cuidado de no ser muy rudo con ella, pero no parece importarle, sino que me insta a hacerlo con más fuerza.
-¡Oh, Miller!
Muerdo sus pechos, que rebotan contra mi rostro con cada embestida de mi parte.
-¡Sí, justo así!- Grita, dejando caer la cabeza hacia atrás, poniendo los ojos en blanco.
Siento el orgasmo rodar por mi espina dorsal, haciendo que me entierre profundamente en su coño, derramando mi corrida dentro de ella.
Rebeca se aferra a mi cuerpo con uñas y dientes, gritando mi nombre una y otra vez.
Cae laxa contra mi pecho, tratando de recuperar la respiración. Acaricio su cabello antes de besar suavemente sus labios, dejando una pequeña mordida que la hace reír.
-Extrañaba tu polla- Murmura, con los ojos entrecerrados.
Enarco una ceja, acariciando sus glúteos.
-Querrás decir que me extrañaste a mí.
Finge pensarlo.
-No, definitivamente extrañé sólo a tu polla.
-Bueno, si sirve de algo, también te extrañó a ti.
-Mas le vale- Murmura, apretando las paredes de su coño, sacándome un gruñido.
-A la cama- Gruño contra sus labios.
-A la cama- Concuerda.
La separo de la pared, caminando hasta la habitación y cerrando la puerta detrás de nosotros.
Por fin en casa.

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