CAPITULO 22

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Las luces de los autos se reflejaban en el espejo del taxi, sobresaltándome cada que las luces parecían estar demasiado cerca de nosotros.

Rebeca tenía su cabeza apoyada en mi hombro, con sus ojos cerrados. Se había calmado apenas pusimos un pie fuera del hospital, lo que confirmó mis sospechas.

Le tenía pavor a los hospitales.

Y era un miedo bien merecido, teniendo en cuenta lo que había pasado con su madre y su propio diagnóstico.

Vuelvo a estrecharla contra mí, teniendo cuidado con su cuerpo lastimado.

Ella estaba bien, con vida, pero aún así sentía una presión incómoda en mi pecho que amenazaba con asfixiarme.

No me había olvidado de mi promesa al universo, o a quien sea que la haya escuchado. Sabia que debía contarle la verdad, aún si eso la alejaba de mi.

Solo pensar en que ella no sea mía hace que el nudo en mi pecho se apriete más, haciendo irregular mi respiración.

Se lo contaré, me dije a mi mismo. Pero solo después de saber que estaría a salvo. Debía encargarme de un par de cosas antes de poder garantizar su seguridad, conmigo o sin mi.

El sonido de mi teléfono me sobresalta, recordándome lo mal que lo pasé la última vez que sonó. El número en pantalla no está registrado, por lo que dudo antes de contestar.

-¿Está bien?- Dice en cuanto contesto a la llamada.

Frunzo el ceño.

-¿Señor Taylor?- Pregunto extrañado.

Ni si quiera le preguntaría como diablos había conseguido mi numero de teléfono, era bastante obvio que no era el único con contactos.

-Sí, ¿Cuántos policías tienes detrás de ti, eh?

No creía que esperara una respuesta, pero me equivoqué.

-¡Contéstame!

-Sólo a usted…

-¡Eso no!- Brama, furioso- ¿Mi hija está bien?

Mi mirada baja a donde su cabeza está descansando, tranquila.

¿Cómo puede dormir después de lo ocurrido?

Suelto un suspiro.

-Tranquilo, ella está bien.

Lo escucho soltar el aire.

-Gracias a dios- Murmura- ¿Alguna lesión importante?

-Un par de costillas lastimadas, y moretones. Nada peligroso.

-¿Encontraron al hijo de puta que ocasionó el accidente?

Levanto una ceja.

-Creí que el policía era usted.

-No intentes jugar conmigo, muchacho- Responde molesto.

-Sería incapaz de hacer eso, señor.

Ríe sarcásticamente.

-Creí que tendrías algo de información, dado que estuviste armando un revuelo en el hospital.

Frunzo el ceño.

-¿Cómo lo sabes?

-Soy la ley, muchacho. Tengo ojos en todas partes.

-Entonces supongo que ya debes saber quién se estrelló contra el auto donde se encontraba Rebeca- Inquiero, tratando de conseguir algo de información.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora