CAPITULO 67

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En coma.
Estuve inconsciente por más de un mes y ni si quiera me importaba nada más allá del anillo entre mis dedos.
Ethan había estado parloteando por un rato, pero sinceramente no había escuchado ni una sola palabra de lo que había dicho.
Me había dejado.
Cierro los ojos, dejando ir hacía atrás mi cabeza. Ésta vez sí que lo había jodido a lo grande.
-¿Te sientes bien?- Pregunta el doctor Philip.
Asiento, cansado de tanta atención.
Quería estar solo.
Desde que había despertado habían estado entrando varias docenas de doctores y un puñado de enfermeras, checando mis signos vitales y haciéndome miles de preguntas.
Había dado mis datos al menos unas cincuenta veces, respondiendo preguntas estúpidas cómo si sabía de qué color era el cielo.
Lo único que quería era que todos se largarán y me dejaran en paz.
-La irritabilidad y el mal humor son síntomas normales en pacientes que despiertan del coma, así que no se preocupe. Pronto se le pasará- Comenta, presionando un par de botones en la máquina a mi lado.
Ethan bufa a mi lado.
-Él siempre es así, Doc. No tiene nada que ver con alguna patología, sólo es un hijo de puta por naturaleza.
-Gracias por el apoyo, hermano- Murmuro, mirándolo mal.
Palmea mi rodilla.
-Es un placer, hermanito.
Ruedo los ojos, encarando al médico.
-¿Cuál es el diagnóstico?
Saca una tablilla y comienza a hojear los documentos, frunciendo el ceño conforme va leyendo.
-La mayoría de las heridas con las que ingresó están por sanar, a excepción de la pierna, que le tomará una semana más antes de poder retirar el yeso y comenzar con la terapia.
-¿Terapia?
Asiente.
-Debe comenzar a mover los músculos atrofiados y a recuperar algo de resistencia física. De esa manera sabremos con exactitud si hay algún daño significativo.
-Usted dijo que podría presentarse pérdida de memoria o daño cerebral, ¿Cómo sabe si no está pasando algo de eso?- Pregunta Ethan, luciendo preocupado.
El doctor Philip asiente, cómo si esperara la pregunta.
-¿Hay algo que no recuerdes, Miller?- Espeta.
Frunzo el ceño.
-¿Cómo se supone que recuerde algo que supuestamente he olvidado?
Philip lo considera un segundo.
-Bien, entonces, ¿Qué es lo último que recuerdas?- Inquiere.
Los pechos de Rebeca bamboleándose frente a mi rostro.
Trago saliva, sabiendo que no había manera en el infierno de que le diera esa información.
-Estar en mi auto- Miento.
Después de salir del departamento de Rebeca, todo estaba demasiado borroso para distinguir entre realidad o sueño, así que ni si quiera me esforcé por descifrar el enredo que había dentro de mi cabeza.
Philip asiente, cómo si mi respuesta le complaciera de alguna manera.
-Pues, según los estudios hechos anteriormente, no hay ningún tipo de daño o peligro al que esté expuesto, señor Kent.
-¿Y eso que significa exactamente?- Pregunta Ethan.
-Significa, qué el que Miller esté despierto y hablando con nosotros, es un milagro.
-Un milagro- Repite Ethan- Ésta vez sí te superaste, hermano.
El doctor sonríe antes de revisar su reloj.
-Sí me disculpan, tengo otro par de pacientes a los que debo revisar antes de que termine mi turno. Sí necesitan algo, pueden presionar el botón al lado de la cama o llamar directamente a una enfermera.
Ethan se levanta y estrecha su mano.
-Muchas gracias por su esfuerzo, doctor. Le estamos agradecidos.
-No hay de qué, es mi trabajo- Se acerca a estrechar mi mano- Adiós, Miller.
-Gracias doctor.
- Te veo mañana.
-No creo tener opción- Murmuro.
Philip ríe.
-Nos vemos- Se despide, saliendo de la habitación.
Miro mal a Ethan.
-¿Qué?
-¿Dónde está?
Enarca una ceja.
-¿Quién?
-No estoy para jueguitos, Ethan. Dime dónde diablos está Rebeca.
Suelta el aire que estaba conteniendo, pareciendo aliviado.
-¡Hasta que lo preguntas!
-Ethan…- Advierto, al borde de la ira.
-Por un momento creí que la habías olvidado- Admite, pasando una mano por su cabello.
Ruedo los ojos.
-¡Déjate de idioteces y dime dónde carajos está!- Exijo.
Alza las manos, rindiéndose.
-Tranquilo, hombre. La he llamado hace un rato, seguro que ya viene para acá.
Aprieto los dientes.
-Tienes diez malditos minutos para traer su trasero aquí o te juro que te voy a matar.
Ethan suelta un bufido, rodando los ojos.
-No llevas ni dos horas despierto y ya estás lanzando amenazas de muerte- Se queja.
Lo miro mal.
-No son amenazas.
Me mira confundido.
-¿Entonces?
Hago tronar mis nudillos.
-Es una advertencia.
Hace una mueca, cruzándose de brazos.
-El doctor Philip dijo que no podrías levantarte hasta en un par de días- Sonríe de medio lado- Mucho menos patearme el culo.
Enarco una ceja.
-Pruébame.
Ethan maldice por lo bajo.
-Eres un puto mandón, ¿Lo sabías?
Me encojo de hombros.
-Gajes del oficio.
-Sí, claro- Murmura, palmeando mi hombro- Voy en busca de tu mujer.
-No te tardes- Le ordeno.
-Lisiado- Espeta por lo bajo.
-Te escuché.
-Ésa era la idea.
Ruedo los ojos antes de soltar un suspiro.
Rebeca.
¿Qué es lo que le diría cuando la viera?
Era obvio que la verdad, pero, ¿Por dónde empezar?
Lily.
Comenzaría por ahí.
Ethan abre la puerta de la habitación y se queda congelado en el marco de la puerta.
Frunzo el ceño.
-¿Qué pasa?- Inquiero.
-¡La encontré!- Grita, saliendo de la habitación por un segundo antes de adentrar a Rebeca en el cuarto.
Por un segundo, es cómo si mi cuerpo dejara de funcionar al instante.
Mis pulmones se cierran, y mi corazón se detiene por un segundo. Mi cuerpo se paraliza por completo y no encuentro la forma de moverme. Mi cerebro se quedó en blanco, pero eso no importaba.
Porque frente a mí estaba lo que más me importaba en la vida.
Dios, ¿Porqué tenía que ser tan hermosa?
Su cabello parecía estar más largo que la última vez que la había visto. Había bolsas debajo de los ojos y sus mejillas estaban un poco hundidas.
Lo que antes era una pequeña protuberancia en su vientre, ahora era sin lugar a dudas una panza de embarazada.
El saber que era mi hijo el que estaba en su vientre hizo que mi pecho se hinchara de orgullo.
Rebeca me mira atónita, permaneciendo pasmada en su lugar.
-¿No piensas venir?- Murmuro.
Ethan sale silenciosamente de la habitación, cerrando la puerta a su espalda. Dejándonos solos.
Al fin.
Rebeca traga saliva antes de caminar y tomar asiento en la silla a mi lado.
Frunzo el ceño, notando que mantenía cierta distancia entre nosotros, y eso no me gustó para nada.
Aprieto el anillo en mi palma, sintiendo cómo los bordes del diamante se clavan en mi palma, haciéndome daño.
-¿Cómo estas?- Pregunto, tratando de romper el silencio incómodo.
Rebeca deja de morder sus uñas, mirándome fijamente.
-Eres tú quien despertó de un coma, ¿No debería ser yo quien te pregunte cómo estás?
Me encojo de hombros, restándole importancia.
-Yo estoy bien- Respondo con paciencia- Ahora quiero saber cómo estás tú.
Su barbilla tiembla.
-Ahora estoy bien- Sonríe- Todo está bien.
Estira una mano hasta mi brazo, sujetando mi mano entre las suyas.
-Me alegro de verte- Dice en un hilo de voz.
Acaricio sus nudillos, feliz por algo de contacto.
-Estas preciosa.
Sus mejillas se sonrojan.
-No es verdad- Ríe, recogiendo un mechón de cabello tras su oreja.
-Claro que sí- Replico.
Rueda los ojos.
-Estoy gorda e hinchada, así que no mientas.
Enarco una ceja.
-Mi polla está gorda e hinchada con sólo verte, así que cierra la boca- Espeto- Estás más hermosa que nunca.
Traga saliva.
-Sigues siendo tú.
-¿Eso que diablos significa?- Pregunto confundido.
Se encoje de hombros, bajando la mirada a nuestras manos unidas.
-Sólo sé que existía una gran posibilidad de que no despertaras, y que si lo hacías, perderías la memoria o tendrías alguna lesión importante.
Sus ojos se llenan de lágrimas sin derramar.
-Creí que no me recordarías- Solloza.
Mi corazón se aprieta.
-Cielo…
Se cubre el rostro, sollozando.
Intento acercarme pero un dolor punzante sube por mi espalda, sacándome un quejido.
-Demonios, ven aquí- Gruño, molesto por sentirme impotente.
Tiro de su brazo y la acerco a la cama antes de rodear su cintura con mis brazos. Apoyo mi frente en su vientre, aferrándome a ella cómo si me fuera la vida en ello. Las manos de Rebeca acarician mi cabello con suaves círculos.
Entierro la nariz en su vientre, disfrutando de la calidad y el aroma característico de Rebeca.
-Lo siento tanto, cielo- Murmuro contra su abdomen.
No sabía con exactitud si me estaba disculpando con ella o con el bebé, probablemente con ambos.
Les debía muchas explicaciones.
-Debo hablar contigo.
Las manos de Rebeca se quedan quietas.
-No es necesario.
A regañadientes me separó de ella, mirándola fijamente.
Llegó el momento.
-Toma asiento.
Rebeca no se mueve, por lo que comienzo a impacientarme.
-Rebeca, siéntate- Ordeno.
Deja caer el culo en la silla, mirándome con atención.
Suelto un suspiro, tratando de poner en orden mi mente.
-Miller…- Me mira preocupada.
-Maté a mi hija- Me apresuro a decir, sintiendo cómo las palabras queman en mi boca.
Rebeca salta de su asiento, acercándose hasta la cama, mirándome con ojos entornados.
-Cariño…
Niego, sin poder verla a los ojos.
-Sólo tenía dos días de nacida- Sollozo- Dos malditos días.
Rodea mi cuello con sus brazos, apretándome contra su pecho. Me aferro a su cuerpo como si se tratara de un bote salvavidas, y de alguna manera, lo era.
Porque sabía a ciencia cierta que si me soltaba, estaría perdido.
-Shh, no tienes que decirlo. Lo sé, Miller, lo sé.
Niego contra su pecho.
-Tengo que decírtelo. No podemos seguir con nuestras vidas si no te lo digo yo mismo.
Me mira con ojos llorosos.
-¿Podremos?- Inquiere.
Asiento, tomando su rostro entre mis manos, apreciando cada detalle de su rostro.
-Juntos- Susurro cerca de sus labios.
-Juntos- Concuerda.
Sin poder resistir otro segundo más, estrello mis labios contra los suyos. Deslizo mi lengua dentro de su boca, saboreando el embriagador sabor de Rebeca.
La sensación de sus labios contra los míos resultaba tan intensa que por un momento creí que seguía durmiendo.
Sus manos se deslizan por mis hombros, hasta llegar a mi nuca, donde entierra sus dedos en  mi cabello. Rebeca hace un gemido que pone en acción a mi entrepierna rápidamente.
Bueno, una preocupación menos.
Después de un rato separo nuestras bocas, tratando de tomar algo de aire.
Rebeca trata de abalanzarse a por mis labios nuevamente, pero coloco una mano en su hombro, deteniéndole el paso.
-¿Qué pasa?- Pregunta, relamiéndose los labios.
Trago saliva, distraído por el movimiento de su lengua.
-Rebeca…
-¿Uhm?
-Realmente necesito hablar contigo- Murmuro.
-Eso es algo que puede esperar- Discute.
Enarco una ceja, incrédulo.
-La última vez no salió bien posponerlo.
-Tienes razón- Admite en un suspiro.
Asiento, moviéndome hacía un lado, dejándole espacio en la cama. Me mira por lo que parece ser una eternidad antes de negar.
-No creo que quepamos dentro.
-No digas estupideces, ven aquí.
Se cruza de brazos.
-Necesitas descansar.
-Tú igual- Replico.
Rueda los ojos, pero para mi asombro, se recuesta a mi lado, rodeando mi cintura con su brazo y con su cabeza recargada en mi pecho. Me abstengo de mencionar que estaba presionando una herida con su brazo, en su lugar tomo una respiración profunda, evitando soltar un quejido.
-Habla- Ordena, firme pero con voz suave, lo que me hace sonreír.
Mi chica se había vuelto una mandona.
Tomo una gran bocanada de aire, tomando algo de valor.
Ojalá fuera Whisky.
-Conocí a Eleanor cuando estuve en Harvad- Comienzo, tratando de recordar a la dulce chica que había conocido años atrás- De hecho fue en una fiesta de fraternidad. Ya sabes, aquellas en las que la gente bebía y follaba en el mismo lugar.
Rebeca se estremece ligeramente y me recuerdo que debo mantener los detalles innecesarios fuera de contexto.
-Cómo sea, ella se me acercó con su grupo de amigas y comenzamos a charlar. Después de diez minutos estaba más que decidido que saldríamos juntos de ahí, y así fue.
>>Me fui antes de que despertara y seguí con mi vida. No la volví a ver hasta en un par de semanas en una fiesta del campus, y creo que sobra decir que terminó de la misma forma.
Aprieto los dientes.
-Conmigo huyendo por la mañana- Respondo amargamente.
>>Fue así por unas semanas. Nos encontrábamos en el campus o en alguna fiesta, follábamos y cuando ella despertaba yo ya estaba demasiado lejos como para escuchar sus quejas.
Niego.
-Teníamos alrededor de veinte o veintiún años en ese entonces, así que no creí que ella estuviera buscando algo serio. Digo, ella nunca me dio una señal o mencionó algo acerca de exclusividad o de llevar las cosas al siguiente nivel, por lo que yo estaba bien con nuestro acuerdo silencioso.
>>Una noche ella no se quedó dormida como de costumbre, y comenzó a hablar sobre formalizar las cosas. Comenzó a hablar sobre las vacaciones de navidad y dijo que quería presentarme a su familia. Le dije que no me gustaba de esa forma y me largue, dando por terminada nuestra relación.
Mi mirada se clava en el techo.
-No fue hasta un par de meses que llegó a mi departamento diciendo que estaba embarazada y que debía hacerme cargo del bebé y de ella.
>>Le dije que estaba loca si creía que aceptaría su palabra sobre una prueba de ADN. Me llamó estúpido y se fue.
Los dedos de Rebeca dibujan círculos en mi pecho, escuchándome atentamente.
-Su padre fue a buscarme y me amenazó con un arma, diciendo que me volaría la cabeza si no respondía por mis acciones.
>>Le dije lo mismo que a su hija. Sin una prueba de paternidad yo no me haría cargo del problema de otro.
Su respiración se acelera, por lo que decido continuar.
-Estaba en casa de mis padres cuando me envió los resultados de ADN. Estaba en shock y entré en pánico, así que lo que hice fue trepar hasta la vieja casa del árbol en el patio.
>>No sabía que pensar excepto que sería padre.
Sonrío melancólico.
-Mi madre casi me mata cuando se lo dije. Amenazó con cortarme las pelotas por irresponsable.
-Suena a algo que tu madre diría- Concuerda.
-Los próximos meses pasaron cómo un borrón. Eleanor y yo habíamos hecho las paces pero no éramos una pareja. Le había dejado en claro que lo único que me interesaba era el bebé y que ella estuviera bien.
>>Seguía pensando igual acerca de las relaciones. Y además, un bebé ya era lo suficientemente complicado cómo para añadir una relación dónde apenas si nos llevábamos bien.
Tomo una respiración profunda, cerrando los ojos con fuerza.
Rebeca debió sentir mi malestar porque me abraza con fuerza y besa mi pecho con delicadeza, dándome la fuerza que necesitaba para continuar.
-Nació el dos de julio, a las dos de la mañana- Murmuro, recordando lo bien que se había sentido su pequeño cuerpo en mis brazos- Pesó tres kilos con doscientos gramos y midió cincuenta y dos centímetros.
Sonrío.
-Eran cincuenta y dos centímetros de puro amor, Rebeca. Era preciosa cómo no tienes idea, con su cabello rubio y los ojos azules.
-Debió ser una niña preciosa, Miller.
Asiento, besando su coronilla.
-Por un momento, todo en el mundo estuvo bien- Murmuro, recordando su pequeño rostro- Todo era demasiado perfecto.
-Miller…
-Lo fue hasta que la saqué del hospital- Respondo con amargura- Había una horrible tormenta y hubo varios choques es anoche. El hospital estaba lleno y Eleanor creyó que sería buena idea irnos a casa y darle espacio a los heridos por el accidente.
>>Si pudiera cambiar algo en mi vida, sería eso- Aprieto mis dientes- Habría plantado mi culo en el suelo de ser necesario para que Eleanor y la bebé no salieran del hospital.
-No podrías saber los que pasaría- Replica- No fue tu culpa.
-Pude ser más inteligente- Argumento- Pude pedirle a William que él manejara, así yo podría estar cuidando de Lily en el asiento trasero. Pero no lo hice, y todo por ser un jodido orgulloso de mierda.
Una lágrima se desliza por mi mejilla, y ni si quiera me molesto en limpiarla.
-Los doctores dijeron que murió al instante, y me gusta pensar que es cierto. Que no sufrió ni un segundo.
Trago saliva.
-Eleanor quedó destrozada después de eso. No comía ni dormía, apenas si se levantaba de la cama y no creía que tuviera las fuerzas necesarias para mantenerse en pie.
>>Comenzó a usar drogas y no mucho después murió de una sobredosis.
La mano de Rebeca se detiene abruptamente.
-Dios mío…
-Por un tiempo le tuve envidia, sabes. Ella ya no sufría y yo debía seguir cargando con el dolor y la pérdida.
>>Me volví un adicto al trabajo después de eso. Le dije a mi padre que me encargaría de su legado y me hizo trabajar muy duro por él.
>>Comencé en mensajería y un tiempo después le pedí un préstamo. Compré un par de propiedades en los Hamptons y las remodelé, vendiendo algunas y rentando mis favoritas, obteniendo algo de dinero extra. Le pagué el dinero con intereses y aún había quedado algo para mí.
Acaricio la piel de sus brazos, pensando en el pasado.
-Me gané mi lugar en la editorial y en el mundo. Me hice rico y famoso, me hice poderoso.
>>Al poco tiempo que subí al mando de la editorial, William creó una nueva de la nada. Quería destruir mi imperio, pero jamás pudo ser el número uno en nada.
Frunzo el ceño.
-Por nueve años me hizo creer que maté a mi hija y a Eleanor.
>>Yo vivía literalmente en el infierno y el estaba feliz de mi sufrimiento. Al menos hasta que dejé el infierno y compré un pase al cielo.
-¿De qué hablas?- Inquiere, confundida.
Me giro hacía ella, perdido en el gris tormenta de sus ojos.
-Te conocí a ti, y entonces todo fue cómo ese pequeño momento en que sostuve a Lily en mis manos. La oscuridad no podía alcanzarme y la vida parecía ser prometedora.
Sonríe.
-Eso es dulce.
-Es la verdad. Mejoraste mi vida de tantas maneras que dudo sepas siquiera la mitad de ellas.
-Dime una.
Sonrío, depositando un beso en su nariz.
Dios, cómo la amo.
-Me diste esto- Apoyo la mano en su vientre- Me diste esperanza.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
-Hay algo que debo decirte- Dice en un hilo de voz.
-¿Qué pasa?
Traga saliva, luciendo nerviosa.
-No sé cómo vayas a tomar la noticia…
-Rebeca…- Advierto.
-No es un bebé- Se apresura a decir.
La miro confundido.
-¿No hay bebé?
Se muerde el labio.
-Bueno, sí que hay un bebé…
Suelto el aire que estaba conteniendo.
Gracias a dios.
-¿Pero?
-Hay otro.
Mi corazón tartamudea.
Si no despiertas pronto, habrá alguien reemplazándote a su lado.
Carajo.
-¿Estás saliendo con alguien?- Inquiero, sintiendo cómo la ira corre por mis venas.
Sus ojos se abren de par en par.
-¿Qué?, ¡No!
-¿Entonces?
Rueda los ojos, exasperada.
-¡Otro bebé, idiota!
La miro atónito.
-¿Otro bebé?
Asiente, mordiéndose el labio.
-¿Gemelos?- Inquiero.
Vuelve a asentir.
-¿Vamos a tener dos hijos?
Asiente de nuevo.
-¡¿Dos?!
A Rebeca se le suelta la risa floja.
-¡Sí!- Grita, sonriente- ¡Deja de repetirlo!
Tomo su rostro y estampó mis labios en los suyos, demostrando con mi cuerpo lo que no podía decir con palabras. Porque no había palabras para describir lo que estaba sintiendo en ese momento.
La suelto y me acomodo sobre mi abdomen, ignorando el dolor punzante que tenía sobre las heridas, quedando a la altura de su vientre.
A la altura de mis hijos.
Hijos.
Jesucristo.
-Hola ahí dentro, pequeñines- Murmuro con los labios pegados en su vientre- Habla papá.
>>Sé que prometí hacer esto todo el tiempo, pero cómo sabrán, papi estuvo fuera de combate un tiempo. Pero ya estoy bien, todo lo está.
Desabrocho los botones de su blusa, dejando la piel expuesta.
-Ahora papá cuidará de ustedes y de mamá, ¿Sí?. Porque un pajarito me dijo que mami estuvo jugando a la agente encubierta, a la magnate y a enfermera sexy por las noches.
Beso la piel debajo de su ombligo, ahí donde un pequeño lunar que no estaba la última vez decoraba su piel suave.
-Los amo- murmuro, depositando dos besos suaves en su vientre antes de subir a sus labios- Te amo, Rebeca Taylor.
Con ojos llorosos, rodea mi cuello, sonriente.
-Y yo a ti, Miller Kent.

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