-¿Crees que he subido algo de peso?- Pregunta, viéndose en el espejo de cuerpo completo.
Me había levantado temprano para el trabajo, dado que me encargaría de mis tareas y de las de Rebeca. Estaba a punto de irme cuando ella salió de la ducha, entrando sólo en ropa interior a la habitación.
Dejo de acomodar mi traje, tomando asiento a los pies de la cama, admirándola.
Rebeca estaba examinando de cerca las curvas de su cuerpo, mientras que yo me encontraba embelesado gracias a la imagen ante mi.
La tela de sus bragas se aferraba a la piel de su trasero de una manera que me hacía salivar sobre mi barbilla. Eran de un color verde olivo que lucía jodidamente bien en ella.
Siempre dices eso, marica.
-¿Miller?- Llama mi atención.
A regañadientes alejo mi mirada de su cuerpo, encontrándome con sus ojos.
-¿Hmm?
-¿Escuchaste algo de lo que te dije?- Pregunta molesta, poniendo los brazos en jarras.
-Hmm- Respondo distraído por la vista de sus pechos, quienes caían pesadamente dentro del sostén.
-¡Miller, maldita sea!
Vuelvo mi atención nuevamente a su rostro, que lucía claramente molesto.
-¿Sí, cariño?
Frunce el ceño.
-Te pregunté algo.
Carajo.
Al ver que no contesto, suelta un suspiro de exasperación.
-Te pregunté que si me veía gorda.
Vuelvo a recorrer sus curvas con la mirada, mis manos picando por algo de contacto.
-Luces completamente hermosa, cielo. Si dios es una mujer, estaría jodidamente celosa de ti- Admito, cautivado por la ninfa frente a mi.
Me mira mal, enmarcando una ceja.
-Eso no es lo que te pregunté.
La miro confundido.
Eso era probablemente la cosa más romántica que le había dicho y no le había importado un carajo.
-¿Entonces qué es lo que preguntaste?- Pregunto pacientemente.
-Te pregunté si me miraba gorda.
Enderezo la espalda, sabiendo que estaba en terreno desconocido.
¿Qué demonios debía decir?
Le había dicho que se miraba hermosa y esa respuesta no parecía haberla satisfecho ni un poco.
-Uhm, te ves…
-Sigue- Gruñe.
Trago saliva.
-Te miras igual que siempre, cariño.
Rebeca rueda los ojos.
-Tú no sabes nada de mujeres- Murmura molesta.
Me froto el rostro con frustración.
-Rebeca, ¿Qué es lo que quieres que diga?
-Nada- Me escupe, sacando un par de pastillas de su bolso.
Frunzo el ceño.
-¿Estás bien?, ¿Te duele algo?- Le digo preocupado, acercándome a ella y colocando las manos en sus hombros.
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The Boss
RomanceRebeca nunca imaginó que una simple noche de chicas y alcohol terminaría convirtiéndose en el pretexto perfecto para iniciar un romance prohibido con su sexy e irresistible jefe, Miller Kent. ¿Ambos podrán resistirse a las tentaciones del otro? ¿E...