Nunca creí que volvería a la editorial Greyson.
New York se extendía frente a mí, con sus rascacielos alzándose sobre los demás edificios, luciendo lejanos e imponentes.
La vieja oficina de Miller aún conservaba su aroma, flotando en el aire y empapándome de recuerdos tanto felices como dolorosos.
La puerta de la oficina se abre, revelando una cabellera rubia.
-¿Qué pasa?
-Su cita de las once llegó un poco antes, señorita Taylor- Responde Ana.
Reviso mi reloj.
Diez minutos antes.
Asiento, ajustando mi saco y sentándome frente al gran escritorio de caoba.
-Hazlo pasar.
Se da la vuelta para irse, pero la llamo de nuevo.
-¿Ana?
-¿Sí?
Trago saliva.
-Cancela todas mis juntas, y no quiero ser interrumpida, por favor.
Asiente, y ésta vez la dejó ir.
Vamos Rebeca, tú puedes. Un día a la vez.
Acaricio la caoba con los dedos y el brillo del zafiro en mi mano se lleva mi atención, luciendo tan brillante y misterioso cómo el hombre que me lo había obsequiado.
La puerta de la oficina vuelve a abrirse, pero no es Ana quien entra.
Sonrío, invitándolo a pasar.
-Señor Hills, pase, por favor.
William me devuelve la sonrisa, caminando con confianza hasta tomar asiento frente al escritorio.
-Vamos, ya dejamos las formalidades atrás, Rebeca.
-Lo siento, pero creo que lo prefiero de ésta manera.
William me estudia por unos segundos.
-Linda oficina- Me dice, pero sus ojos no recorren las vistas, sino que estaban fijos en mí.
-Lo sé- Señalo mi espalda- Las vistas son lo mejor, no me canso de verlas.
Le echa una mirada, admirando las vistas.
-Todo aquí parece ser muy lujoso y de calidad.
Asiento, acariciando la caoba nuevamente.
-Bueno, lo mejor para la nueva editora en jefe.
Hace una mueca.
-Supongo que es tú manera de decir que renuncias.
Sonrío, pareciendo apenada.
-Sí, y lo siento mucho. Usted me abrió las puertas cuándo creí que no avanzaría en mi vida, y me apena muchísimo tener que dejarlo de pronto.
Enarca una ceja.
-¿Me dejas por una bonita oficina y una vista mediocre?
Mi respiración se acelera.
-Después de lo sucedido con el señor Kent…
Trago saliva, tratando de no desmonorarme.
-La editorial me ha llamado para reemplazarlo, y dado que éramos cercanos, por decirlo de alguna manera…
Me encojo de hombros.
-He aceptado.
William asiente lentamente, evaluando la situación.
-¿Porqué?- Pregunta, frunciendo el ceño- Si lo que quieres es algo así- Señala nuestro alrededor- Sólo tenías que pedirlo, no volver sobre tus pasos.
Me señala.
-Tienes potencial, Rebeca. Yo lo sé, y tú lo sabes- Suelta una carcajada- Pero aquí nadie es consciente de eso. No podrán explotar fuera todo ese potencial que tienes para ofrecer.
Aprieto los dientes.
-Esto no es sobre un puesto de trabajo, señor Hills- Le digo- Es sobre el trabajo del señor Kent.
Señalo los alrededores.
-Éste es el trabajo de Miller y no pienso dejar que cualquier persona lo eche a perder. Se esforzó muchísimo en lograr lo que la editorial es ahora- Tomo aire- Y eso sin mencionar las vienes raíces, o su imperio con las telecomunicaciones.
Le lanzo una mirada dura.
-Se esforzó tanto por poner su nombre en la cima…
-¿Y de qué le sirvió?- Me interrumpe- Ahora está seis metros bajo tierra, y ya nadie habla de eso.
Me mira fijamente.
-En un par de años no habrá ningún Miller Kent que la gente recuerde.
Aprieto los dientes, levantándome y desabrochando mi saco, dejando mi vientre expuesto.
-Le aseguro que ni su nombre ni su esfuerzo quedarán en el olvido- Le espetó, mirando su cara de incredulidad.
-¿Estás embarazada?- Pregunta con asombro.
Asiento, con la cabeza en alto.
-Le dije que éramos cercanos.
Sus ojos se clavan en mi vientre y subo una mano para medio ocultarlo, sin gustarme la mirada que me estaba lanzando.
William se levanta abruptamente, luciendo desesperado de salir de aquí. Se da la vuelta, caminando directo hasta la salida.
-¿Porqué lo odia?- Lo detengo.
Se detiene en seco, apretando los puños a sus costados. Se toma unos segundos antes de girarse, dejando caer la mirada sonriente y ojos alegres, dejando al descubierto una mirada vacía y una expresión de odio que lo hacía parecer sombrío.
-¿Qué porqué lo odio?- Repite incrédulo- ¿En serio me lo preguntas?
Trago saliva, asintiendo.
-Tal vez tú no te diste cuenta porque estuviste demasiado ocupada jugueteando entre sus sábanas, pero Miller Kent era el hombre más egoísta, inmaduro e interesado que he conocido en mi vida- Se acerca un par de pasos, señalándome- Era un hijo de puta al que no le importaba lastimar a otros con tal de obtener lo que quería.
Niego, rehusándome a creer en sus palabras.
-Miller no era así- Lo defiendo.
Hace una mueca.
-Dejó inválido a mi hijo de por vida sólo por acostarse contigo- Me escupe, mirándome rabioso.
-¿De qué hablas?
-Hablo de la noche en que se supone debías tener una cita con Davon- Me escupe- Un hombre lo sacó a rastras del bar y lo golpeó tanto que ni si quiera pudo pedir ayuda.
>>Ahora mi hijo estará confinado a un bastón, y en un par de años eso no si quiera será suficiente, porque para entonces necesitará una puta silla de ruedas.
Alza una mano, enumerando.
-Le rompió tres costillas, la nariz, y una pierna. Tuvo una contusión tan severa que estuvo diciendo estupideces sin coherencia por tres días.
Trago saliva.
-Eso no puede estar vinculado con Miller, pudo haber sido un sujeto cualquiera- Lo defiende- Un evento aislado.
William bufa.
-¿La noche de la gala?- Espeta- Ésa es la prueba que lo une. Porque nadie sabía sobre su accidente.
Suelta una risa sarcástica.
-Nadie a excepción del hombre que contrató al matón.
Contengo la respiración.
¿En serio Miller lo había hecho?
Alzo la barbilla, reacia a creer en sus palabras.
-Sigo sin creerte todo lo que dices. Yo conozco a Miller, y él siempre ha sido muy considerado.
William me mira escéptico.
-Entonces, ¿Cómo explicas a las veinticuatro personas que despidió sin contemplaciones sólo porque estaban interesados en tu bonito trasero?
Me quedo callada, no sabiendo si era cierto o no.
-Tengo a alguien dentro de recursos humanos aquí en la editorial, y me enviaba el currículum de aquellos a los que despedía directamente Miller, y yo consideraba darles una oportunidad. Tú sabes, cualquiera que hiciera cabrear a Kent tenía una oportunidad asegurada conmigo.
Enarco una ceja.
-Ósea que se llevaba sus sobras.
Eso parece hacerlo enojar.
-Prefiero el término “Una segunda oportunidad"- Aclara.
-Lo mismo dicen de la basura- Replico.
Aprieta los dientes.
-Estás demasiado enamorada para ver las cosas como son, ni si quiera lo entenderías.
-Entonces explícame cómo son las cosas- Le ruego, soltando el aire que estaba conteniendo- Hazme entender, por favor. Ya me cansé de andar a ciegas por la vida.
Alzo la barbilla, tratando de parecer lo más segura posible.
-Necesito respuestas.
William me evalúa por lo que parecen ser horas hasta que suelta un suspiro, metiendo las manos dentro del pantalón.
-¿Alguna vez mencionó a Eleanor?- Pregunta, adoptando una mirada seria.
¿Sería alguna ex novia?
Niego lentamente.
-Supongo que no me sorprende- Responde, con la mirada perdida- Era mi hija.
-¿Era?
Asiente, con una mirada dura.
-Eleanor era mi hija menor- Explica- Yo siempre quise tener una hija, y cuando ella llegó, bueno, se convirtió en la luz de mis días.
Su mandíbula tiembla.
-Yo la amaba, Rebeca. Era lo mejor que me pudo haber pasado en la vida- Niega lentamente- Nunca encontrarás a alguien tan hermoso y bondadoso como lo era mi Eleanor.
-¿Qué le sucedió?- Pregunto, temerosa de la respuesta.
-Miller Kent, fue lo que pasó- Responde con amargura- El hijo de puta le arruinó la vida a mi bebé.
-No estoy entendiendo…
William camina hasta el ventanal, con la mirada perdida en las vistas de New York.
-Eleanor quería más que nada ser abogada y ayudar a los desamparados, así que se esforzó al máximo y sin mi ayuda logró entrar en Harvad- Menea la cabeza- Ojalá no lo hubiera hecho.
>>Estaba en segundo semestre cuando conoció a éste muchacho- Continúa- Tenían citas de vez en cuando y según ella, nunca había sido más feliz en su vida.
Ríe con amargura.
-Cuando me habló de él, creí que se presentaría pronto conmigo, pero nunca pasó.
>>El tiempo pasó y el sujeto la abandonó- Hace una mueca- Se fue tras un par de tetas y se olvidó de Eleanor. Entonces algo de investigación por su parte sacó a la luz que había estado con otras mujeres a sus espaldas, por lo que cayó en depresión.
>>Yo no creía que fuera para tanto, ¿Sabes?, digo, a esa edad creemos estar enamorados de todos. Así que me dije que todo estaría bien con el tiempo.
>>Que equivocado estaba- Murmura.
William se toma un momento antes de continuar.
-El tiempo pasó pero Eleanor seguía estancada en su enamoramiento con éste muchacho. Y no fue hasta navidad que descubrió estar embarazada…
Aguanto la respiración, atenta a sus próximas palabras.
-El tipo ni si quiera se interesó por su bienestar- Murmura, conteniendo las lágrimas- Dijo que ni si quiera estaba seguro de que el bebé fuera suyo, así que no era su jodido problema.
>>Eso empeoró las cosas con Eleanor, pero ella trataba de estar bien, por el bien del bebé.
Aprieta los puños, resaltando las venas de sus manos.
-Lo busqué y lo enfrenté, obligándolo a responder por mi hija y el bebé. Pero ni si quiera pestañeo al decir que podría hacerle lo que yo quisiera, y aún así seguiría sin ser asunto suyo.
Aprieto los labios.
-¿Todo esto qué tiene que ver con Miller?
-¿No lo has adivinado ya?- Inquiere.
Mi corazón se fractura.
No puede ser.
-Fue Miller todo el tiempo- Escupe- El maldito se aseguró de jodernos la vida.
-Miller…
-Ni si quiera tenía dos días de vida- Continúa, conteniendo un sollozo- Era una bebé hermosa.
Suelto un suspiro tembloroso.
-¿Era?- Repito, conteniendo el torrente de lágrimas.
Asiente, cerrando los ojos con fuerza.
-Insistió en llevarlas a casa él mismo, y supongo que debí insistir más en llevarlas, o que pasaran la noche en el hospital. Porque de ser así, ellas seguirían aquí.
-¿Qué les pasó?
Su mirada vacía me penetra, calando hondo en mis huesos.
-Estampó su auto contra un árbol en plena tormenta- Continúa, rojo de ira- ¿Quién carajos maneja en medio de una tormenta cómo esa?
Se frota el rostro con furia.
>>Mi hija casi pierde la vida y mi nieta…
Mis ojos se llenan de lágrimas y mi corazón se aprieta.
Una niña. Miller perdió una hija.
-Mi hija no pudo recuperarse después de eso- Murmura, luciendo veinte años más viejo que cuando entró en la oficina- Prácticamente se volvió loca, sin poder aceptar que su bebé recién nacida estaba muerta.
Un sollozo escapa de su garganta.
>>Se suicidó un año después.
Subo una mano a mi pecho, intentando calmar el dolor punzante que me invade.
-William, lo lamento tanto…
Trago saliva.
-Sé que no querrás escuchar esto, pero no creo que Miller haya tenido la culpa de lo que les pasó- Murmuro- Todo apunta a ser un accidente…
Se gira molesto, encarándome lleno de furia.
-¡Tú no sabes una mierda!- Grita, con el rostro encendido- ¡Miller mató a mi hija y a mi nieta!
Niego enérgicamente.
-No lo creo.
-¡Él lo hizo!- Explota- ¡Y estoy tan contento de que esté muerto, pudriéndose cómo la basura que es!
Retrocedo un paso, sujetando mi vientre con ambas manos.
Necesito salir de aquí.
-Créeme Rebeca, les hice un favor a ti y a tu bebé al sacar a Miller del mapa.
Mi corazón titubea.
-William, ¿Qué diablos hiciste?- Inquiero, aferrándome al escritorio, tratando de mantener la compostura.
No fue un accidente, las palabras de Stefan resuenan en mi mente.
Oh, Miller.
William niega, apretando la mandíbula.
-Los detalles no son necesarios- Murmura- Basta con decir que ahora ese infeliz se está pudriendo en el fondo del infierno.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
-Manipulaste su auto y lo enviaste a una muerte segura- Le espeto.
Chasquea la lengua, sin rastro de remordimientos.
-No me arrepiento- Admite- En el momento en que esa escoria dejó de respirar el mundo me parece aún más brillante que antes.
Alzo la barbilla, enfrentándolo.
-No creo que a Eleanor le agrade la idea de su padre matando al hombre que ama y padre de su hija.
Me lanza una mirada de odio.
-No sabes nada de mi hija, así que no opines.
Asiento.
-Tienes razón, no la conocí. Pero sí sé cuál sería mi opinión si mi padre le hiciera eso al hombre que amo.
Se encoje de hombros.
-Bueno, nunca lo averiguaremos- Sonríe de lado- Me adelanté a los hechos.
-¿Lo mataste?- Inquiero, con un nudo en el pecho.
En lugar de contestar me mira escéptico.
-Él también te dejó en cuanto supo del embarazo, ¿No es cierto?
Me quedo callada, y es toda la respuesta que necesita para saber que tiene razón.
-Y como Eleanor, después de ver la mierda en él sigues creyendo que es un dios que camina sobre las aguas.
Niego, mordiéndome el labio.
-No creo que sea un dios- Le reclamo- Sé mejor que nadie que Miller tenía defectos y que cometió errores, pero también sé que era un buen hombre.
-Buen hombre mi culo- Replica, comenzando a impacientarse.
-Su odio y resentimiento lo han cegado de ver las cosas como son, no al revés- Rodeo el escritorio, enfrentándolo de una buena vez por todas- Usted no podría ver la verdad aunque la tuviera de frente.
William se acerca a grandes zancadas, rodeando mis brazos con sus manos, haciendo suficiente presión para sacarme un quejido de dolor.
-Me lastimas- Murmuro, tratando de zafarme.
Me ignora, apretando más fuerte.
-Mira niña- Me escupe, acercando su rostro al mío- Aquí la única verdad es que Miller Kent está muerto y sólo eso importa.
-¡Lo mataste!- Lo acusó, dejando que las lágrimas rueden por mis mejillas.
-¡Pues claro que lo hice!- Brama- ¡No sé porque carajos sigues repitiéndolo!...
Entonces, su agarre titubea un segundo antes de empujarme lejos, haciéndome tropezar.
Una sonrisa se desliza lentamente por mis labios, triunfante. Limpio las manchas de rímel por debajo de mis ojos, mirándolo atentamente, casi pudiendo ver cómo los engranes funcionan dentro de su cabeza.
-Maldita hija de…
Pero no logra terminar la frase, porque la puerta de la oficina se abre estrepitosamente, dejando entrar a un grupo de hombres liderados por un hombre de cabellera negra y zafiros por ojos, con un ceño tan fruncido que amenazaba con ser permanente.
Mi corazón titubea unos segundos al verlo.
Ethan se acerca hasta William y lo golpea en la mandíbula, haciéndolo maldecir y retroceder un par de pasos.
-¡Cuidado con lo que vas a decir, pendejo!- Le brama, pateándolo en las costillas antes de venir apresurado por mí.
Me siento sobre el suelo, sin quitarle la mirada de encima a William.
-¿Estás bien?- Pregunta, ayudándome a ponerme de pie.
Asiento distraídamente.
Mi padre alza a William con fuerza, doblándolo sobre el escritorio, con él rostro presionado contra la caoba.
-¡Por si no lo has notado, estás bajo arresto!
William intenta quitárselo de encima pero papá logra neutralizarlo.
-¡Thomas Taylor!- Le grita mi padre- ¡Apréndete mi puto nombre, basura!
Estrella su cabeza contra el escritorio, haciéndolo aullar de dolor.
-¡Thomas Taylor!- Repite- ¡Es el nuevo nombre de tus pesadillas, hijo de puta!
-¡¿No se supone que debes leer mis derechos?!- Inquiere William.
Mi padre bufa.
-No tienes derechos, pedazo de mierda. Lastimaste a mi familia y para tú información…
Lo alza, golpeándolo detrás de las rodillas y derribándolo al suelo.
-¡Te voy a hacer la vida tan imposible, que desearás estar muerto!
Le hace una señal al grupo de hombres detrás de él y se aproximan hasta William, alzándolo y poniéndolo sobre sus pies. Hacen ademán de salir de la habitación pero papá se aproxima, quedando a un par de pasos de William, mirándolo victorioso.
-Y si aún no me odias lo suficiente- Le dice, cruzándose de brazos- Lo harás en cuanto te reúnas con tu hijo el pata de palo.
Eso llama la atención de William, haciendo que forcejee contra las esposas, intentando acercarse a mí padre.
-¡¿Qué le hiciste a mi hijo?!- Inquiere.
Papá se encoje de hombros, luciendo despreocupado.
-Encontramos sus huellas en los restos del auto de Miller- Explica, soltando una carcajada- Y el marica admitió haberlo hecho, así que cómo adivinarás, irá a la cárcel por joderle la vida a más de uno.
Papá inclina la cabeza.
-Tú hijo tendrá que pasar el resto de su vida durmiendo con una tabla dentro de los calzoncillos si es que quiere mantener algo de su dignidad intacta.
El rostro de William se pone rojo de ira.
-Llévenselo- Escupe mi padre, mirándolo con asco.
Los oficiales asienten, sacándolo fuera de la habitación. Papá se acerca a grandes zancadas hasta mi lugar, rodeando mis hombros con sus brazos, apretándome contra su cuerpo.
-Dios hija, no puedo contar la cantidad de veces que estuve a punto de entrar y matarlo yo mismo.
Le devuelvo el abrazo.
-Tranquilo, todo está bien.
-¿Segura?- Espeta, ubicando su mano en mi vientre, comprobando que siga ahí.
Río.
-Estamos bien, papá.
Enarca una ceja, acuclillándose frente a mi vientre.
-¿Estás bien pequeño?
Me muerdo la lengua, evitando mencionar que eran pequeños.
-Lo atrapamos- Murmura papá, victorioso.
Asiento, sonriendo.
-Lo hicimos- Concuerdo.
Cuando Stefan me había dicho que el responsable detrás del accidente de Miller había sido William, simplemente me reí.
Había convivido con William unas cien veces y en ningún momento me había parecido un psicópata tratando de matar a su némesis.
En todo caso, si alguien me hubiera preguntado si conocía a alguien planeando la muerte de otra persona, con toda seguridad habría dicho que Miller.
Pero nunca se me habría ocurrido mencionar a William.
Qué equivocada estaba.
Se escucha una pequeña pelea por los pasillos, antes de que la puerta se abra nuevamente, dejando entrar a Stefan, quien entra apresurado a la oficina, con los nudillos magullados y ensangrentados junto con una mirada encendida que me da escalofríos.
-¿Estás bien?- Pregunta, repasándome.
Vuelvo a asentir, molesta de que me consideren tan débil.
-Me gustaría quedarme más tiempo, pero tengo que encerrar a ese maleante- Dice papá antes de agacharse y hablarle a mi panza- El abuelo Thomas no tardará, pequeñín.
Deposita un beso antes de enderezarse y besarme en la frente.
-Te amo.
-Yo a ti.
-Voy contigo, Thomas- Dice Ethan.
-Andando- Responde papá.
Ethan me abraza por unos segundos antes de seguir a mi padre por la puerta.
Suelto un suspiro, colocando una mano en mi espalda adolorida.
Necesito descansar.
Stefan parece leer mi mente, porque me mira con la cabeza ladeada.
-¿Lista para ir a casa?
Si.
-No.
-¿No?
Asiento.
-Hay algo que debo hacer primero.
Toda la situación con William, el pasado de Miller, los gemelos y el accidente de Miller me estaban pasando factura, por lo que necesitaba desahogarme con alguien que no me creyera una persona débil.
Alguien que me entendiera.
Alguien que me amará con cada célula de su cuerpo.
Alguien que me escuchara.
-Necesito ir al cementerio- Murmuro.
Stefan me mira asombrado.
-Rebeca…
De pronto, lo que surgió como una idea disparatada, se convirtió en una necesidad asfixiante.
Tomo una respiración profunda.
-Necesito hacerle una visita, creo que ya esperé mucho tiempo.
Stefan asiente, ofreciéndome su brazo.
-Cómo usted diga, jefa.
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The Boss
RomanceRebeca nunca imaginó que una simple noche de chicas y alcohol terminaría convirtiéndose en el pretexto perfecto para iniciar un romance prohibido con su sexy e irresistible jefe, Miller Kent. ¿Ambos podrán resistirse a las tentaciones del otro? ¿E...