CAPITULO 46

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La semana con las gemelas había pasado más rápido de lo que creí. Una vez que nos adaptamos a ellas lo demás fue más fácil.
Por la mañana iban a la escuela y en las tardes tenían clases de ballet, por lo que el poco tiempo que estaban en casa sólo comían, jugaban un par de horas y dormían.
Aún no le había dado la noticia del bebé a Miller, pues esperaba el momento oportuno.
Quería decírselo cuando tomábamos una ducha juntos, o cuando íbamos de camino al trabajo. Lo más cerca que estuve de decírselo fue después de un intenso orgasmo.
Todo era perfecto, su cuerpo cubriendo por completo el mío, sus gruñidos en mi oído, sus manos venerando cada centímetro de piel, convirtiéndome en lava líquida tras su paso. La forma en que sus facciones se deshacían por el placer, mis piernas envueltas en su cintura, abrazándolo contra mi cuerpo, no queriendo que se alejara nunca.
Pero por mas que creyera que era el momento perfecto, no lo hice.
No sabía que es lo que estaba esperando, hasta ahora.
Cómo el día de la gala, un hermoso vestido blanco descansaba en mi cama. La tela se extendía por todo mi cuerpo hasta llegar a mis pies, acariciando mis piernas con cada paso que daba, un escote en v dejaba ver la curva de mis pechos, los cuales habían crecido otro tanto en la última semana, pero si Miller lo había notado, no dijo nada al respecto.
Había una nota junto al vestido, indicándome que subiera hasta el último piso, que era la azotea.
Me puse unas sandalias y los aretes que hacían juego con el zafiro en mi pecho. Viéndome en el espejo, me miraba realmente hermosa.
Era una mujer libre y enamorada que estaba embarazada del hombre de sus sueños.
Tomo una respiración profunda antes de encaminarme al ascensor, presionando el botón que me llevaría con mi otra mitad.
Apoyo la cabeza en la pared, pensando en todo lo que nos había llevado a éste punto.
Miller protegiéndome del borracho del bar.
Sus intensos ojos analizándome cuando me presenté en mi entrevista de trabajo en el Greyson.
Cuando me abordó en la sala de copias.
La manera en que siempre se ponía todo posesivo cuando alguien pululaba a mi alrededor.
O cuando compró la cadena de bares por un ataque de celos.
El hermoso discurso que me dejó hecha un charco en medio de la gala.
Las cientos de flores que me ha regalado desde que nos conocimos.
La mirada enloquecida que tenía cuando creyó que había muerto y el amor que vi en sus ojos cuando descubrió que estaba bien.
La forma en que me hacía el amor.
La intensa manera de amarme.
No podía esperar por añadir a la lista de momentos felices cuando le dijera que seríamos una familia.
Cuando las puertas del ascensor se abren, la vista frente a mí me deja atónita.
Cientos, tal vez miles, de pétalos cubrían la totalidad del suelo de la azotea. Una mesa con dos sillas se encontraba en el centro, con una solitaria vela sobre ella. Una canción que no reconocí sonaba de fondo desde algún lugar.
Doy un par de pasos, adentrándome en el mar de pétalos que se alzaban con cada paso que daba. Giro sobre mi propio eje, admirando la vista que New York ofrecía.
Un manto oscuro me rodeaba, con cientos de estrellas iluminando el cielo encapotado. Las luces de los edificios daban la apariencia de estar rodeados completamente por el cielo.
Sólo nosotros dos.
Miller me estaba dando la espalda, admirando la inmensidad de que la ciudad ofrecía.
Camino hasta él, deteniéndome unos pasos a su espalda.
-¿Sabes porqué escogí esa canción?- Pregunta, sin darse la vuelta.
Pongo atención en la letra, pero no me parece conocida, por lo que me rindo.
-¿Por qué te gusta mucho?- Adivino.
Miller ríe, dándose la vuelta y caminando hasta mí, arrastrando su mirada perezosamente por mi cuerpo. Toma mi y me hace girar sobre mis pies, dándome media vuelta.
-Vaya- Murmura, negando- No creo que puedas ser más hermosa.
Me sonrojo, lanzándole una sonrisa tímida.
No me cansaba de sus atenciones y elogios. Simplemente me daban mil años de vida.
Alzo las manos hasta sus hombros, acariciando la camisa blanca que usaba. Mi mirada se desliza más abajo, notando que usaba un pantalón color crema que se aferraba a sus muslos.
Silbo por lo bajo, mirando el azul de sus ojos bajo la luz de la luna.
-Usted tampoco se ve nada mal, señor Kent- Murmuro, enroscado mis brazos en su cuello.
Miller hace lo propio, rodeando mi cintura con sus manos.
-Nada le gana a esto- Aprieta mi trasero, restregando su polla contra mi abdomen.
Suelto un jadeo, alzando la mirada hasta la suya.
-¿Ya descubriste el porqué de ésta canción?
Me muerdo el labio, negando.
Rodea mi cintura con su abrazo, afirmando su agarre sobre mí, sujetando una de mis manos con la suya.
-Es la canción que lo inició todo.
Frunzo el ceño.
-Claro que no.
Miller asiente, sonriendo tiernamente.
-Claro que lo fue.
Niego.
-Fue Often, lo recuerdo muy bien.
Menea la cabeza.
-Es fue la canción de nuestro primer beso, no la que empezó nuestra historia.
Lo miro confundida.
-Verás, estaba bebiendo un trago cuando te vi- Acaricia mi cabello- Estabas bailando en medio de la pista, te encontrabas sola por lo que creí tener una oportunidad.
Se inclina contra mi rostro, tomándose su tiempo con mi boca.
-Te seguí desde la distancia, cautivado por tu belleza. No lograba entender porqué de entre toda la gente, tú lograbas sobresalir, atrayendo mi atención por completo.
Comienza a mecernos de un lado a otro, siguiendo el ritmo de la canción.
-Entonces, cuando por fin logré acercarme, un idiota estaba poniendo sus manos sobre ti- Aprieta los dientes, recordando- Estaba seguro de que lo mataría, y esa idea se reforzó cuando noté que había roto tu blusa.
Acaricia mis hombros, dejando la piel erizada tras su paso.
-Pero tú tenías otros planes, cariño- Sonríe- En el momento en que te desinhibiste al quitarte la blusa, lo perdí. Lo sabía, estaba jodido por una diosa que caminaba y se mezclaba entre los mortales.
Me alzo sobre las puntas, pidiendo sus labios silenciosamente. Miller captura mi boca, besándome con vehemencia, estrujando mi trasero con sus manos. Presiono mis senos contra su pecho, excitándome de inmediato.
Con esto del embarazo, mis pechos se sentían sensibles todo el tiempo, por lo que la fricción hacía que me pusiera al cien en cuestión de segundos.
Cómo el otro día, que estaba duchándome y casi tuve un orgasmo cuando el chorro de agua cayó directamente en mis pechos.
-Vibez.
-¿Hmm?
Ríe, uniendo nuestras frentes.
-Esa es la canción que escuché cuando te vi por primera vez.
-Muy apropiado.
Asiente.
-Demasiado, diría yo.
Miller me suelta, dándome la espalda.
Estoy a punto de preguntarle lo que pasa cuando se gira abruptamente, hincándose sobre su rodilla.
Mi corazón titubea antes de bombear con fuerza.
Dios mío.
-Desde el primer momento en que puse los ojos sobre ti, supe que serías la mujer para mi. No sabía el impacto que tendrías en mi vida, mucho menos que me enamoraría de ti.
Toma mi mano, acariciando mis nudillos.
-Pero por más que quisiera resistirme, caí por completo por ti, Rebeca Taylor. Me conquistaste con tu belleza y tu fiereza- Me mira con ternura- No hay nada que cambiaría en ti, a excepción de tu apellido, claro.
Sonríe antes de sacar una pequeña caja de terciopelo rojo de su pantalón, revelando un hermoso anillo con un zafiro ovalado rodeado por pequeños diamantes que brillaban con las luces que nos rodeaban.
Miller toma una respiración temblorosa, titubeando.
-Rebeca Taylor…
Trago saliva.
Voy a desmayarme y eso en definitiva arruinará el momento.
-¿Quieres ser mi esposa?
Me dejo caer sobre mis rodillas, subiendo a su regazo y rodeando su cuello con mis manos, besándolo tan profundamente que no cabía duda de mi respuesta.
Miller gime mi boca, meciéndome sobre su erección, encendiendo el fuego que comenzaba a arder con fiereza en mi interior. Separa nuestras bocas e inmediatamente vuelvo a lanzarme a ello, no queriendo que el momento acabara jamás.
Pero Miller tiene otros planes, pues sujeta mis mejillas con sus manos, manteniéndome quieta en mi lugar.
-Dilo- Susurra.
Trago saliva, acariciando sus labios con mis dedos, ansiando algo de contacto.
-Sí.
Me inclino para volver a besarlo y esta vez no pone resistencia.
-Quiero casarme contigo y vivir el resto de mi vida a tu lado.
Meneo las caderas.
-O encima de ti, lo que prefieras.
Me lanza una sonrisa lobuna antes de girarme sobre mi espalda, quedando en el espacio entre mis piernas, presionándose contra mi coño.
Desliza el anillo por mi dedo anular antes de sujetar mi mano y subirla por encima de mi cabeza, sujetándome mientras arremete contra mis labios, besándome apasionadamente.
Dudaba por completo que el momento pudiera ser más perfecto.
Sujeto su rostro, tomándome unos segundos para saborear el momento.
-¿Rebeca?...
-Estoy embarazada.
Miller se congela, mirándome confundido.
-¿Qué dijiste?
Trago saliva, asintiendo.
-Vamos a ser padres, Miller.
-No.
Miller se levanta antes de comenzar a caminar de un lado a otro.
Frunzo el ceño antes de hacer lo mismo, abrazándome a mi misma por la corriente de aire frio que se levanta.
-¿Cómo que no?
-Creí que eras estéril, ¿Me mentiste?- Pregunta dolido.
-¡No!
-¡¿Entonces porqué carajos dices estar embarazada?!
Retrocedo un paso, cubriendo mi vientre con mis manos.
-Tuve un sangrado hace un par de semanas…
-¡¿Semanas?!, ¡¿Lo has sabido por semanas y no creíste conveniente decírmelo?!
Trago saliva.
-La doctora dijo que fue un error de mi doctor, porque todo este tiempo he sido fértil.
Avanzo un par de pasos con precaución.
-No hay nada malo dentro de mí- Murmuro.
Miller niega, apretando los dientes con fuerza.
-Sí que lo hay- Dice asqueado, viendo fijamente mi abdomen, el cual seguía cubriéndolo con mis manos.
Frunzo el ceño, negándome a dejar salir las lágrimas.
-¿De qué hablas?- Murmuro con la voz rota.
-Estás embarazada.
Asiento.
-Es lo que he tratado de decirte.
Cierra los ojos con fuerza, jalando de su cabello. Siento como mi corazón amenaza con romperse, pero me mantengo firme.
-¿Qué es lo que te pasó?- Inquiero.
Se gira para verme.
-¿De qué hablas?
Tomo una respiración profunda, acercándome más.
-Te he dado tu espacio con respecto a tu pasado, pero ya me cansé de ello- Me planto frente suyo, encarándolo- No puedo casarme con un hombre que no me cuenta nada.
Me lanza una mirada sombría.
-Tal vez sea mejor que no lo hagas- Murmura, viendo los pétalos del suelo.
Retrocedo, sintiendo como otra grieta se añadía a mi corazón, amenazando con desmoronarme.
-¿Ya no quieres casarte conmigo?- Susurro, incapaz de detener las lágrimas.
Miller niega.
-No hablas en serio.
-No puedo- Niega, mirando a su alrededor, cómo buscando una salida- Tengo que irme.
-¿Vas a dejarme sola?
-Lo siento Rebeca…
Intento acercarme, pero me detiene el paso.
-¡No!- Aprieta los labios- Lo siento.
Se da la vuelta, encaminándose al ascensor.
En una ocasión leí que para que una relación funcionará, el hombre debía amar más a la mujer.
En su momento lo creí estúpido, hasta que vi su espalda desaparecer por la puerta, llevándose los restos de mi corazón con él.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora