Mi departamento nunca había estado más limpio.
Había pasado las dos siguientes semanas encerrada en casa, y no creía poder soportar otro segundo más.
El suelo estaba reluciente, así como cada superficie de la casa. Había pasado mi tiempo lavando ropa, limpiando mi habitación y dándome cuenta de que prefería trabajar a ser ama de casa.
No es que el departamento en sí fuera un asco, pero había cosas que ni Kate ni yo podíamos hacer por falta de tiempo o por estar lo bastante distraídas con el par de adonis con los que nos habíamos enrollado.
Aunque habíamos vuelto a las mismas costumbres. Kate seguía siendo la sexualmente activa de las dos, ya que yo había estado en sequía gracias a la estúpida regla de Miller. Al parecer estaba pasando por una especie de crisis moral, y yo debía pagar por los platos rotos.
Entonces, cada noche tenía que dormir con una erección pegada a mi espalda. Y cada vez que me ofrecí a desaparecerla, él se negó rotundamente, con el pretexto de que pronto bajaría. Pero no sucedía así. Porque la maldita cosa se presionaba sobre mi piel toda la jodida noche, sin que ninguno de los dos intentara apaciguarla.
Me preocupaba ya no ser lo suficientemente atractiva para él.
Gracias a todo el tiempo libre que tenía por mis vacaciones por incapacidad, había cometido el error de buscar en internet fotos de él en eventos benéficos pasados, y tal como lo había imaginado, siempre había una supermodelo colgada de su brazo.
Lo que no ayudaba a mi inseguridad.
Pasé horas en la tarea de espiar el perfil de cada una de ellas, y cada vez me robaba el aliento lo hermosas y delicadas que eran. Todas ellas eran altas, con el cabello sedoso y piel de porcelana.
Mientras que yo, era simplemente yo.
Suelto un suspiro, viendo a los autos pasar por la ventana.
Era la primera vez que salía del departamento y agradecía el aire fresco y la calidad del sol sobre mi rostro.
Stefan manejaba tan despacio que creía que jamás llegaríamos. No es que supiera el destino de todas maneras.
Cuando había despertado esa mañana, Miller ya no estaba, y era algo a lo que me había acostumbrado los últimos días. Salía temprano y llegaba tarde. Apenas si mediábamos palabra y eso me tenía devastada.
No sabía dónde nos encontrábamos como pareja, pero seguro que no me gustaba nada.
Stefan había aparecido un par de horas atrás, diciéndome que tenía instrucciones de llevarme a algún lugar, así que metí mi trasero a la ducha y me puse ropa casual.
Era la noche de la gala, y dado que estaba en confinamiento por un par de moratones y mi novio no me dirigía la palabra, ni si quiera me moleste en preguntar si podría ir esa noche.
No tenía vestido ni los ánimos de tener que arreglarme sola, ya que Kate estaría ocupada hasta más tarde.
Aburrida, vuelvo a preguntarle por tercera ve a Stefan a dónde nos dirigíamos, y por tercera vez me responde con lo mismo.
-A un lugar.
Suspiro, frustrada.
-Ya casi llegamos, no te preocupes- Dice, mirándome por el espejo retrovisor antes de volver su atención al camino.
-¿Podrías ir más rápido?, Ya siento como me estoy haciendo más vieja.
-No- Contesta simplemente.
Refuño en mi lugar, cruzándome de brazos.
Tal vez si me comportaba como una niña.
El auto se detiene suavemente al lado de un edificio gris con grandes ventanales que relucían con la luz del sol. Pero lo que llamaba mi atención eran las enormes letras en neón que se encontraban al frente del edificio.
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The Boss
RomanceRebeca nunca imaginó que una simple noche de chicas y alcohol terminaría convirtiéndose en el pretexto perfecto para iniciar un romance prohibido con su sexy e irresistible jefe, Miller Kent. ¿Ambos podrán resistirse a las tentaciones del otro? ¿E...