CAPITULO 20

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En el pasado, el trabajar hasta tarde no era un  problema para mí. Pero lo era cuando una hermosa mujer como Rebeca, especialmente ella, me esperaba en casa.

Me encontraba ansioso de estar a su lado. No había nada mejor que terminar el día con ella en mis brazos. Calentando partes de mí que habían permanecido frías por años.

El que Rebeca me haya escogido para darme todo su amor, era la cosa más maravillosa que me había pasado en la vida. Solo me bastaba con verla para saber que todo estaría bien.

Me encontraba en medio de una reunión con unos activistas, cuando una llamada suena insistentemente en mi bolsillo. Consideré la idea de rechazarla, pero algo me dijo que debía contestar.

-Lo lamento, caballeros- Me disculpo, alejándome a la esquina más alejada.

La pantalla se ilumina con el nombre de Stefan, pero antes de poder contestar, la llamada se corta, pero no debo preocuparme, pues vuelve a entrar otra llamada inmediatamente.

-Stefan- Contesto.

-Demonios hombre, ¿Porqué no contestas el teléfono?

El sonido de sirenas se escucha de fondo, pero lo ignoro.

-Dime lo que pasa, estoy cerrando un trato importante.

Como sea otra de sus bromas…

-Estoy en el hospital.

Frunzo el ceño.

-¿Estás bien?

Lo escucho tomar aire ruidosamente.

-Stefan…

-Un auto nos sacó del camino. Dimos un par de vueltas por la autopista…

No. No. No. No.

No puede ser.

El suelo bajo mis pies parece desaparecer.  De repente no soy capaz de moverme, he perdido la capacidad del habla y de escuchar lo que me rodea.

Siento mi corazón latir furiosamente contra mi pecho, lamentándose.

-Rebeca…- Logro articular, aunque mi propia voz suena extraña en mis oídos.

-No lo sé hermano, la ambulancia actúo rápido, pero Miller, había demasiada sangre…

Mis rodillas dejan de funcionar, incapaces de cargar con mi peso, derribándome al suelo.

Un par de ojos grises aparecen detrás de mis ojos cerrados. Me miran con tanto amor que mi pecho duele. El cabello salvaje se une a la visión, al igual que un par de labios rosados y todos aquellos detalles que había aprendido a amar con fuerza desmedida.

Una lágrima cae por mi mejilla, siguiéndole de cerca una tras otra.

Se me ocurren un par de ideas para serte agradecida.

Otra lágrima.

Eres perfecto tal cual eres.

Y otra.

Eres un idiota, ¿Lo sabes?

Y otra.

Soy una mujer rota y aún así me amas, eso me hace amarte más de lo que ya lo hago.

Miles de lágrimas más.

Te amo Miller, siempre será así.

Una apuñalada al corazón.

Suelto un alarido que desgarra mi garganta, pero no me importa.

Nada lo hacía.

No sin ella.

Mi pecho se sentía tan apretado que me impedía respirar.

Ojalá dejará de hacerlo.

Porque ella ya no estaba.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora