CAPITULO 39

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Llevábamos viviendo en el nuevo departamento alrededor de una semana, y en todo ese tiempo no había sucedido ningún accidente de cualquier tipo.

Hasta ahora.

El insiste sonido de cajones siendo abiertos y cerrados con fuerza me despabiló de la tranquilidad de mi sueño.

Me siento en la cama, aún más molesta al notar que Miller parecía imperturbable ante el escándalo.

“Te protegeré del exterior"

Sí claro, mejor cuida mis ocho horas de sueño.

Empujo las sábanas lejos, más que decidida a matar a quien sea que tiene el descaro de interrumpir la tranquilidad de un sábado por la mañana.

Antes de salir de la habitación le lanzo una almohada en la cara a Miller, esperando alguna reacción por su parte, pero parece no notarlo, ya que suelta un suspiro profundo.

Ruedo los ojos, envolviéndome en una bata y saliendo en busca del estridente ruido, al que se le  habían sumado el sonido de cacerolas chocando entre sí.

Una espalda cubierta por una larga cabellera pelirroja me recibe, meneando las caderas al son de la música que sonaba suavemente desde la radio.

Estaba a punto de replicarle a Kate cuando algo en la forma de moverse llamó mi atención. Fue entonces cuando puse atención a pequeños detalles que no había notado por seguir medio dormida.

El cuerpo era delgado pero no esbelto, el cabello estaba cortado en capas y una docena de pulseras tintineaban en sus manos.

De pronto sentí como la sangre comenzaba a hervir furiosamente bajo mi piel, calentándome al extremo de darme una sensación de ardor en el cuerpo.

-¡¿Qué demonios haces aquí?!

La mujer se gira sobre sus pies, no pareciendo asustada por mi tono.

-Intento hacer el desayuno- Contesta simplemente.

La miro incrédula, caminando hacía la puerta.

-¡Largo!

-No seas tonta, aún no termino el desayuno.

-¿Desde cuándo cocinas?

Se lo piensa unos segundos, golpeando la espátula con su cadera.

-Vi un video de cinco minutos.

Me cruzo de brazos, mirándola.

-¿Al menos terminaste de verlo?

Me lanza una sonrisa ladeada.

-Me atrapaste- Suelta un suspiro exasperado, tratando de despegar la masa que se estaba calcinando en el sartén- La mujer no paraba de hablar sobre nutrientes y medidas.

Meneo la cabeza, rodando los ojos.

-Eres increíble.

Eso la hace sonreír.

-Lo sé.

-No lo decía como un cumplido- Respondo mordaz.

Asiente, apagando la estufa.

-Eso también lo sé.

-¿Qué haces aquí, Madeleine?

Suelta un suspiro mientras se recarga en la encimera, cruzándose de brazos.

-Una mujer tiene derecho de visitar a su hija.

Meneo la cabeza, negando.

-Pierden ese derecho cuando las abandonan.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora