CAPITULO 56

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-Miller va a matarme- Murmura Stefan cuando el oficial sale por la puerta.
Suelto un suspiro.
-No es para tanto- Lo tranquilizo.
Niega, dejando caer la cabeza en sus manos.
-No lo entiendes.
-Explícamelo entonces.
-Primero fue el accidente de auto y ahora esto.
Chasqueo la le gua.
-Nada de eso fue tu culpa. Los accidentes de auto ocurren todo el tiempo, no podrías protegerme de ello.
Coloco la mano en su hombro.
-Y lo de hoy…- Trago saliva- Creímos que solo recogería una caja con mis cosas, nadie podía adivinar lo que Michael tenía planeado.
Stefan niega, exasperado.
-Esa es la cosa. Nunca debiste subir tú sola, ni si quiera por una estúpida caja. En todo caso debí haber ido yo. Digo, joder. Estas embarazada, ¿En qué demonios estaba pensando al enviarte a cargar una caja con quien sabe qué cosas dentro?
Me encojo de hombros, abrazándome a mí misma.
-Nada de eso importa ahora. Estoy bien y a salvo. Pensar en el hubiera no arregla el pasado.
Suelta un suspiro.
-Va a matarme en cuanto se entere…
La puerta se abre bruscamente, revelando a un muy enojado Miller. Stefan brinca en su lugar, posicionándose a mi espalda.
-Algo me dice que ya se enteró- Murmuro, fascinada por el hombre frente a mí.
Su traje normalmente perfecto ahora se encontraba arrugado y manchado, el cabello estaba desaliñado y algunos de sus mechones caían sobre su frente. Tenía un ojo morado y un corte en el labio, sus manos estaban magulladas y ensangrentadas.
Y a pesar de eso quería brincarle encima y follarlo sobre la mesa entre nosotros.
Le echaría la culpa al embarazo y a las hormonas, pero sabía perfectamente que simplemente era el efecto de Miller sobre mí.
Dios, cómo lo extrañaba.
Y a los orgasmos.
Miller camina hasta Stefan, estrellándolo contra la pared, sujetándolo del cuello de la camiseta.
-¡Miller!- Le grito, alarmada.
-¡Sólo tienes un puto trabajo!- Vuelve a estrellarlo- ¡Y ni si quiera puedes con eso!
-¡Lo siento!
-¡Tus disculpas no arreglan un carajo!
-¡Estamos en una estación de policías, si me matas no podrás salirte con la tuya!
-¡¿Me veo cómo que me importa una mierda?!- Gruñe molesto.
Lo empuja de nuevo, pero ésta vez lo suelta, retrocediendo un par de pasos.
-Tú y yo, hablaremos luego- Lo señala- Ahora lárgate.
Stefan se toca el cuello, pasando saliva, sin perder de vista a Miller.
-Miller…
-¡Lárgate!- Ruge, con el rostro encendido.
Stefan me lanza una mirada antes de salir silenciosamente por la puerta, cerrándola con cuidado, dejándonos solos.
La última vez que estuvimos los dos solos fue en su auto, y no tenía buenos recuerdos de ello.
Pero lo único que quería ahora era estar con él. Justo cómo antes de que lo del embarazo nos explotara en la cara.
Miller toma un par de respiraciones profundas antes de mirarme. Mi respiración se atasca en mi garganta gracias a la intensidad que sus ojos me daban.
Entonces de pronto todo fue demasiado para mí.
El embarazo, la ruptura de nuestro compromiso, verlo con otras mujeres, mi renuncia, el ataque de Michael y su muerte, que mi hermanita casi muere ésta noche a manos de su esposo…
Simplemente lo perdí.
Comienzo a derramar un par de lagrimas y entonces ya no hay forma de pararlas, fuertes sollozos salen de mi garganta, abriéndole paso a un grito que desgarra mi garganta.
Un par de fuertes brazos me rodean, alzándome en brazos y dejándome en su regazo, con mi cabeza apoyada en su pecho, consolándome.
Me aferro a su camisa, llorando contra su cuello. Miller acaricia mi espalda con movimientos suaves, despertando los fuegos artificiales que estuvieron apagados por mucho tiempo.
Mi piel se sentía electrificada ahí donde su cuerpo tocaba el mío, y no sabía si la sensación era igual para él, pero para mí fue simplemente hermoso.
El tiempo pasa y se lleva consigo mis lágrimas, por lo que me froto el rostro, tratando de tranquilizarme.
-¿Estás bien?- Murmura contra mi pelo.
Asiento, aún con el rostro escondido.
-¿Qué haces aquí?
Se remueve incómodo, abrazándome con más fuerza.
-Estaba preso- Admite finalmente.
Salgo de mi escondite, encarándolo.
-¿Qué estabas qué?, ¿Fue mi papá?
Se ríe, acariciando la línea de mi mandíbula.
-Sí fue tu papá, pero estaba totalmente justificado.
-¿Qué hiciste?- Inquiero.
Hace una mueca.
-Primero golpeé a Stefan…
-¡¿Primero?!, ¿Entonces la historia no termina ahí?
Miller vuelve a reír, acariciando mi nariz con la suya.
-Después el idiota de Michael se presentó en mi oficina reclamando que iba a demandarme por haber intervenido sus entregas.
Lo miro confundida.
-¿Cuáles entregas?
-Las flores y toda esa mierda- Explica.
Lo miro confundida.
-No estoy entendiendo.
Miller suspira.
-Le puse un filtro a tus entregas- Admite, midiendo mi reacción- En tu casa, el trabajo y en la paquetería.
Enarco una ceja, mirándolo fijamente.
-No me mires así- Me reprocha- Gracias a eso no has recibido ninguna puñetera flor en meses.
Hago una mueca.
-Creí que se había dado por vencido…
-Cielo, para ser una mujer tan inteligente, a veces eres demasiado despistada.
Sonrío avergonzada.
-Pero sí- Continúa- De alguna manera se enteró de que no recibías sus obsequios, y me culpó a mí.
-Lo cual era cierto- Lo acusó.
Asiente.
-Sí, pero para su mala suerte me tomo en el peor momento posible. Casi lo mato, otra vez.
Acaricio su pecho, sintiendo los fuertes latidos de su corazón.
-He visto a dos personas con la cara destrozada el día de hoy, y resulta que fuiste tú el que los golpeó.
Se encoje de hombros, sin el menor rastro de remordimiento.
-Volvería a hacerlo sin problema.
-A Michael no- Murmuro.
-Tienes razón- Concuerda- Pero a Stefan sí.
-¿Porqué atacaste a Stefan?
Gruñe.
-Por ser un inútil en su trabajo.
-Es bueno en lo que hace- Le digo.
Frunce el ceño.
-Me compra papas fritas- Lo defiendo.
-No le pago para que te compre papas fritas, sino para protegerte.
Enarco una ceja.
-A las tres de la mañana, Miller. Me compra comida por la madrugada sin rechistar.
Hace una mueca.
-Lo voy a despedir por subir a tu departamento a esas horas, ¿Qué dirán los vecinos?
Me río, golpeando juguetonamente su pecho, sintiendo que la tensión inicial había desaparecido por fin.
-No tienes que hacerlo. Estoy segura de que puede volver a ser tu guardaespaldas sin problemas.
Frunce el ceño.
-¿Porqué sería mi guardaespaldas, cuando claramente es el tuyo?
-Bueno, Michael ya no está.
-¿Y eso qué?
Me encojo de hombros.
-Ya no lo necesito para cuidarme.
-Stefan se queda contigo. Punto final.
Ruedo los ojos.
-Ya soy una mujer, puedo cuidarme yo sola.
-No, no puedes.
-Michael está sobre una mesa en la morgue en este momento, Miller. Ya no hay amenaza para mí.
-¡Michael no es el único que quiere jodernos, Rebeca!- Explota, golpeando la mesa.
Lo miro con los ojos abiertos antes de levantarme de sus piernas y caminando fuera de su cuerpo.
Miller cierra los ojos, maldiciendo por lo bajo.
-Cariño, lo siento…
Levanto un dedo, interrumpiéndolo.
-¿Hablas de tus enemigos?
Aprieta los dientes.
-Sí.
Me muerdo la mejilla.
-¿Tiene que ver con tú pasado?- Adivino.
Aprieta los labios antes de soltar un suspiro.
-Sí.
Mi corazón late con fuerza, sabiendo que estábamos cerca de sacar a la luz el oscuro pasado de Miller.
-¿De quién estamos hablando, Miller?- Pregunto con un hilo de voz.
Traga saliva, recorriendo la habitación con los ojos, buscando una salida, creía yo.
-No puedo decírtelo- Dice finalmente, dejando caer los hombros.
Frunzo el ceño.
-Miller,- Insisto- ¿Quién quiere hacerte daño?
-No puedo decírtelo- Repite.
Resignada, alzo el mentón.
-Bien.
Me giro sobre mis talones, abriendo la puerta y chocando con una mujer morena.
La repaso rápidamente, notando su cabello negro brillante y sus facciones delicadas. Era mucho más pequeña que yo y sus ojos estaban fijos en algo a mi espalda.
-¿Miller?- Pregunta, luciendo preocupada.
Me giro hacía él, encarándolo.
-¿Quién es ella, Miller?
Su mirada se posa en ella por una fracción de segundo antes volver a la mía.
-Tampoco puedo decirte eso.
Tragándome las lágrimas lo miro fijamente.
-Tú y tu pasado pueden irse a la mierda, Miller Kent.
Rodeo a la mujer y salgo al pasillo, dejándolos atrás.
Donde esperaba que se quedaran.

La casa de papá se miraba diferente a lo que estaba acostumbrada, con tantos juguetes rosas en el suelo y la sala de estar.
La pequeña hija de Lexie tenía una semana en casa y se había adueñado de todo lo que tocaba, y de mi padre.
Si la pequeña Rebeca decía que quería un castillo de princesas con doce muñecas, papá la traía a casa para el final del día.
Estábamos sentados en la sala, viendo cómo jugaba con sus nuevos juguetes cuando papá coloca una mano en mi rodilla, llamando mi atención.
-Creo que ya es momento, cielo.
Trago saliva, nerviosa.
-Allá voy.
Me levanto del sillón, subiendo las escaleras hasta la habitación de Lexie.
Había llegado la hora de hacer las paces, y éste era el momento perfecto.
Toco un par de veces antes de entrar, buscándola con la mirada hasta encontrarla en el marco de la ventana, mirando el exterior.
-Hola.
Se gira, recogiendo un mechón de cabello detrás de su oreja, dejando ver la mancha violeta en el lado derecho de su rostro.
-Hola.
Me acerco hasta ella.
-¿Cómo estás?
Se encoje de hombros.
-Bien, no me quejo. ¿Cómo se está portando mi bebé?
Sonrío.
-Es encantadora. Tiene a papá comiendo de su mano.
-Son muy unidos- Responde, sonriendo- Creo que ambos están felices de vivir bajo el mismo techo.
Asiento, pensando en mis próximas palabras.
-Lamento mucho lo de tu bebé- Murmuro.
Una lagrima rueda por su mejilla.
-Me siento un ser humano terrible.
-Lexie…
-Ni si quiera estoy triste porqué lo haya perdido- Dice, con lágrimas en los ojos- Digo, ¿Qué clase de madre soy?. Mi bebé acaba de morir y no estoy triste por su pérdida.
Tomo una de sus manos, apretándola.
-No eres una mala madre. Te he visto con tu hija y son geniales juntas, Lexie- Limpio las lágrimas de sus ojos- Estás abrumada en este momento, eso es todo. Acaban de pasar tantas cosas en cuestión de días. Ya lo irás asimilando.
Se inclina contra mi costado y la acerco a mi cuerpo, dándole un abrazo a mi hermana después de años.
-Lo siento mucho, Rebeca- Solloza- Lo siento por todo.
-Shh…
-Tengo que decírtelo- Se levanta, mirándome atentamente.
Traga saliva y comienza a jugar con el dobladillo de su camisa.
-Cuando lo de mamá ocurrió, tú te viniste abajo y entonces todos estaban tan al pendiente de ti que se olvidaron de que mamá no sólo tenía una hija.
Frunce el ceño, haciendo una mueca.
-Entonces, las cosas se pusieron verdaderamente mal con lo de tu infertilidad y todo empeoró, incluso tu compromiso.
Me mira con ojos llorosos.
-Michael- Solloza- Fue el único que vio por mí en medio de la tormenta. Pero tarde un poco en entender que se trataba de sexo, así que lo dejé. Me sentía mal conmigo misma y no podía estar en la misma habitación que tú sin pensar en que te había decepcionado, así lo supieras como si no.
>>Pasó el tiempo y te recuperaste, por lo que los planes de la boda se reanudaron. Y yo quedé embarazada.
Su mirada cae a su regazo.
-Fui a su departamento y se lo solté, pero tarde un tiempo en ubicar que estabas ahí.
Traga saliva.
-Después de eso las cosas pasaron como un borrón. Kate vino por mí y lo último que supe es que estaba casada con el hijo de puta.
-No tenía idea de que se habían casado hasta después de una semana, Lexie. Debió ser un infierno- Admito.
-Era un buen padre, eso se lo concedo. Y cómo esposo…- Se encoje de hombros- Bueno, era una mierda tolerable.
-Lamento escuchar eso.
Sonríe triste.
-Yo solita me lo busqué, aquí no hay culpables.
Niego.
-Estabas vulnerable y él se aprovechó de eso.
-No es pretexto para acostarse con el prometido de tu hermana, así haya sido una mierda o no.
Suelta un suspiro.
-El día de la cabaña quería estar a solas con Miller para pedirle ayuda con Michael. Había investigado un poco acerca de él cuando papá lo mencionó en la cena. Y me di cuenta que sí alguien podía hacer que se fuera lejos sin mirar atrás, sería Miller.
Ríe nerviosamente.
-Pero supongo que le hablaste de mí, porqué apenas le dije quién era, el sujeto no sabía a dónde correr.
-Lo siento- Río con ella.
-Estamos a mano.
Nos quedamos calladas un rato, disfrutando de la compañía de la otra.
-¿Porqué me dices todo esto, Lexie?
Su mano toca el moratón en su rostro.
-Casi muero, Rebeca- Su barbilla tiembla, conteniendo las lagrimas- Y en lo único que podía pensar era en lo mucho que extrañaba a mi hermana.
Abro los brazos y Lexie se refugia en mi pecho rápidamente. Nos quedamos abrazadas por un rato hasta que su mano baja a mi vientre, acariciándolo suavemente.
-Serás una gran madre, Rebeca.
Mi mirada va hasta la foto de mamá que estaba sobre el escritorio.
-Bueno, aprendí de la mejor.

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