CAPITULO 13

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Me encontraba en la luna de miel de mi relación.

Hace semanas que Miller y yo salíamos, y todo era más que perfecto. Habíamos tenido pequeñas discusiones sin valor, pero las resolvimos rápidamente.

Y lo mejor de todo era que Miller había cumplido nuestro trato. De ocho de la mañana a seis, era mi jefe y me trataba como a un empleado más. Asistíamos a reuniones juntos, y cada quien hacía su trabajo sin interrupciones del otro. Miller había dejado de ser un idiota, ya que lo había convencido de ser más amable y no tan cascarrabias. Aunque sospechaba que los orgasmos tenían algo que ver en el cambio de humor.

El ambiente de trabajo ya no se sentía como un campo minado en el que todos estaban constantemente tensos y estresados. Cada quien cumplía con su parte, logrando que todo funcionara correctamente.

Pero saliendo de la oficina, era una historia diferente. Y me encantaba.

Podíamos libremente ser una feliz pareja. Salíamos a cenar o comíamos en casa. Pasábamos el rato juntos y disfrutábamos de las atenciones del otro. Todo era perfecto.

Y basado en mi propia experiencia, demasiado bueno para ser verdad.

Me encontraba en mi oficina, revisando las publicaciones del mes, cuando recibo una llamada de la oficina de Miller.

Hablando del rey de Roma.

-¿Hola?- Contesto extrañada.

Se suponía que parte del trabajo de Ana era atender mis llamadas, no simplemente pasármelas.

-Señorita Taylor- La voz de Miller resuena a través del teléfono, recordándome los gruñidos que salían de él en la ducha esta mañana.

Trago saliva, apretando los muslos.

-¿Necesita algo, Señor Kent?

-De hecho sí, ¿Puedes venir a mi oficina en unos..., cinco minutos?

Reviso mi agenda, notando que no tengo nada pendiente hasta después del almuerzo.

-Allá voy- Respondo, colgando la llamada.

Salgo de mi oficina, notando que Ana no se encuentra en su lugar de trabajo.

Me dirijo a los ascensores, presionando el botón que me llevaría a la última planta.

En este piso sólo había tres oficinas, la oficina de Miller, la de su asistente y la de Stefan, que era donde se coordinaba toda la seguridad de todas las torres Greyson, además de la seguridad de los negocios que Miller mantenía fuera de la editorial.

Toco un par de veces la puerta, y escucho la voz de Miller, permitiéndome entrar.

El lugar de trabajo de Miller era una habitación enorme con un gran escritorio de caoba lleno de papeles y carpetas. Había una pequeña sala de estar y un mini bar en la esquina. Todo en la habitación era en blanco y negro, que combinaba a la perfección con lo neutral e imperturbable que parecía Miller en el trabajo.

Detrás del escritorio, lo que debía ser una pared, era un panel de vidrio que daba una vista panorámica de la ciudad.

Pero eso no fue lo que me quitó el aliento, sino el hombre que estaba en el escritorio.

Me acerco donde Miller, que se encuentra con un vaso de whisky en la mano. Su mirada me recorre con tanta intensidad que es como si me estuviera tocando.

Me doy una palmada mental, sintiéndome orgullosa de cómo lucía con el vestido que había escogido hoy. Era un vestido azul oscuro, largo y entallado, con mangas a las muñecas y escote en un corte cuadrado. Las constantes atenciones de Miller hacía mi persona y mi cuerpo me habían subido el autoestima como nunca, y le estaba eternamente agradecida por ello.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora