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¿Por qué otra razón haría tantos destrozos?

Ella estaba enojada por no ganar, sabía cuanto detestaba perder, respecto a lo que dijo Gia, era una locura, una que en sí podía ser verdadera, pero no importaba; pero porque una parte de mí estaba que explotaba recordando cada palabra, o recordando el beso que Nicolás le dio, sentí lo mismo cuando la vi al besarse con Tomás hace tanto tiempo, pero lo ignoré, debía sacar de mi vida por completo a Rouses Alessandretti y ya lo había comenzado a hacer.

—Aquí la vida es muy sencilla, con un ambiente de paz duradera, a diferencia de Italia, donde la guerra es constante, por eso pareces más mayor de lo que eres Nicolás —Él sonrió

—Bueno, eso no es lo que dice mi esposa

—¿Por cierto, cómo está? Sé que tendrás un hijo, sabes que es

—Una niña

—Vaya, felicidades, aquí las niñas son cosa de celebración, no son muy abundantes, más los hombres, ya sabes la historia

—Si lo sé

—La otra vez le estuve contando a Astrid la historia, quedo encantada —Me miro y yo sonreí —Hablando con sinceridad, te envidiaba Nicolás por tenerla, pero ahora, no tengo nada que tú no tengas —Mire a la puerta y Sereia entro sonriendo

—Disculpa la demora mi señor —Miro a todos —No sabía que tendríamos visitas

—No hay porque disculparse prima, pasa —Se sentó a un lado de Nicolás

—Es bueno verte Nicolás

—Sereia —dijo el cortante

—Pensé qué nuca vendrías a saludarme

—Y no ha venido por ti —dijo Lía —Sino por Astrid, la quiere de vuelta, como si lo Eiríkr lo fuera a permitir, todos saben que ahora es su favorita

—Una sirvienta siendo la favorita de un príncipe, que escándalo —Me miro —Pero podría quitarle lo bonito a esa cara —Sonreí

—Y yo podría arrancarte la lengua —Ella se sorprendió

—Vaya, vaya, Eiríkr no dirás nada

—Nada que no te lo buscaras, y está más decir que si la tocas aún sé un roce, perderás ese dedo, pero contigo tal vez necesite una demostración —Ella me miro con malos ojos

—Se hartará de ti al igual que de todas, y no olvides que solo serás la segunda porque la reina...

—Aquí soy yo —dijo Lía —Y ella lo sabe y muy bien

—Hay como si alguien te tuviera un mínimo de respeto —Mire a Eiríkr

—Cállate y come Sereia, si quieres parlotear ve a la ópera —Sonreí y él me devolvió la sonrisa, se acercó a mí y susurro —Todo por ti mi bella diosa

La cena culminó entre miradas de odio y te quiero matar de Sereia hacia mí y de Nicolás hacia Eiríkr, que no podía mostrar algo de empatía, no; al final Lía llevo a su hijo a dormir como era costumbre desde que llegue. El niño había sido víctima de varios atentados a su corta edad, ella estaba a salvo porque dormía con Eiríkr, pero su hijo no, a pesar de los intentos de Eiríkr por protegerlo, siempre encontraban una forma de lastimarlo.

—Estás calentito —Asintió, cerré las cortinas, me recordaba mucho a Máximo, lo extrañaba tanto, saqué mi celular para ver su pequeño rostro, una foto de él sonriendo, con las mejillas rojas por el calor, a mostrando esos pequeños dientes, los ojos de color violeta oscuro

—¿Quién es él?

—Es mi primo

—¿Lo extrañas? —Asentí —¿Mucho?

PassioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora