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Alessio

Nicolás estaba furioso, Rouses lo humillo y lo dejo, lo peor para él, y estaba a un más enojado por habernos quedado callados, aterrizamos en Roma, al bajar Gia nos esperaba arrimada aún auto.

—No se ve nada bien —dijo señalando a Nicolás quien bajaba con una barba de dos días y lentes de sol

—Se humilló ante ella y ella lo rechazo

—Sé humillo —Susurro —Me hubiera gustado ver eso —Cuando vio a Tomás

—Los muertos reviven —Él se paró frente a ella

—Gia yo... —Lo golpeo

—Esto es por ser un idiota —Se lanzó sobre él y lo abrazo —Mamá se morirá cuando te vea

—¿Qué haces aquí? —Le Pregunto Nicolás

—Necesitarás ayuda con Rouses, además ha estado con ese chico el duque, tengo entendido que puede ir más haya de una amistad por su historia y eso

—No puedes ser portadora de buenas noticias —Negó

—Ella no está aquí Nicolás —Ellos se miraron

—Acabas de decir...

—Se fue ayer a Noruega con nuestro primo —Miro a las chicas que bajaron —¿Y ellas quienes son?

—Son las novias de tus hermanos —Torció el gesto

—Hola, Gia —Rachel fue la primera en saludarla

—Mi nombre es Paulina, aunque te demores un poquito —Ella se puso detrás de mí —Y tú ¿Quién eres? —Miro a la novia de Tomi

—Elara Sinclair —Extendió la mano

—Creo que se lo dije a Dalia, la única cuñada que me cae bien es y será Rouses Alessandretti, así que no hagan esfuerzo para que me caigan bien, y no se les olvide Paulina, Gia solo es para las personas más apreciadas y ustedes no lo son

—Gia...

—Cállate Alessio —Subió al avión —Hay una habitación de hotel para ellas, nosotros debemos resolver el problema familiar o quedarán sin pelotas

—Cállate Alessio —Subió al avión —Hay una habitación de hotel para ellas, nosotros debemos resolver el problema familiar o quedarán sin pelotas

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—Rompe, eso es, un pie al frente, vamos, tú puedes, bien

—Lo hiciste bien, hijo, gracias, Astrid

—No hay de que su majestad

—Ya te dije que me llames Lía

—Lía

—Has tenido avances —Asentí

—No te preocupes cuido de ustedes dos —Mire su vientre —Tres

—Gracias —Algunos hombres se acercaron

—Señora, los Caruso están aquí —Miré al hombre

—Te dije que no te dejaran aquí

—Mi estadía aquí llegará a su fin muy pronto, no me iré hasta que usted este a salvo —Me sonrió

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