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Devorar el coño de Rouses era un festín, sus gemidos solo lograban enloquecerme, ella aún seguía con los ojos cerrados retorciéndose, yo tenia hambre borras de su cuerpo.

Su cuerpo se tensó cuando llego al orgasmo, no me retire, probarla, era lo más celestial que había en esta vida. Su espalda se relajó y la miré, su pecho subía y bajaba irregularmente.

—Buenos días

—Mmmm...

—¿Ya despertaste?

—No podías esperar a que despertara

—No dices —Me miro, esos ojos que deseaba ver cada día al levantarme, el aroma a manzanilla y canela que desprendía de su cabello era única —Ahora voy a deshacerme de tu ropa por completo

La desnudé, era increíble como seguía ruborizándose, cuando las prendas dejaban su cuerpo. Mis labios se apoderaron de uno de sus pechos, mientras mi mano volvía a atacar su centro, intercambie por el otro pecho, subí a su cuello y a sus labios.

Me deshice de mi ropa en un santiamén, mi falo se paseó por sus pliegues provocando leves gemidos.

—¿Quieres que ingrese?

—Alessio estás siendo muy cruel

—Solo dime lo que quieres

—Te quiero a ti dentro de mí ya —Demando

Cuando se trataba de ella, mi autocontrol quedaba bloqueado, la sujeté de las manos, y me inserte en ella, su boquita se abrió y no produjo ningún sonido. Me que un momento quieto saboreando el momento, estar dentro de ella era indescriptible. Comencé a besar su cuello, dejándole pequeñas marcas por las cuales después me hablaría.

Empecé a moverme dentro y fuera de ella, sus manos apretaron las mías, sus uñas se clavan en mi piel.

Se escuchan nuestros gemidos y sonido de nuestros sexos, me deleité con el sabor de sus pechos, hundí mi nariz en su cabello en ese arroma tan embriagador.

Mi mujer era perfecta, demasiado perfecta, sus pechos eran dos colinas que llamaban mi atención, para bajar a sus caderas estrechas, que daban paso su lindo culito. Observe esos ojos que me volvían loco, y aquella boquita que era mi perdición.

Esta mujer no solo me había hechizado en cuerpo, sino en alma, la forma en la que me miraba, no podría describir lo que me hacía sentir cada vez que me miraba, y la necesidad de verlo; me enamore de ella tan profundamente y consiente cuando tenia quince, pero ya la amaba desde antes.

—Alessio, Alessio

—Lo sé ángel, lo sé, no te contengas

No entendía aún por qué ella me amaba, pero si lo hacía era porque algo bueno tenia que tener, no dejaría que me la quitaran, estaría perdido sin ella. Ahora la necesitaba más que el aire para respirar.

Sentí como nuestros fluidos se mezclaron su interior, la mire tenia los ojos cerrados, sus manos liberaron las mías, pero yo no la solté, tenia el cabello pegado en la frente.

Estábamos sucios, habíamos caído en nuestros instintos más básicos.

—¿Sigues viva?

—Mmmm...

—Mmmm... ¿Qué? ¿Fui muy rudo?

—Me gusto —La miré, se puso roja, muy roja —No te rías

—No me estoy riendo

—Si lo estás, siento las vibraciones de tu cuerpo, salte

—No

—¡Alessio!

PassioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora