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—Yo no fui — musité.

Arrancó todos los cables que tenía puesto y me subió bruscamente a su hombro. Me trajo de vuelta a la habitación y me arrojó sobre la cama. Tenía miedo de lo que iba a hacer por eso me traté de mantenerme lejos suyo.

—Disfruta de las últimas horas que te quedan — salió de la habitación y la cerró por fuera.

Estallé en llanto, desmoronándome detrás de la puerta. Le di varios golpes, diciendo la verdad a gritos. Quería guardar así fuera una pequeña esperanza de que me escucharía y creería en mi palabra. Tenía una lucha conmigo misma. Puedo comprender de cierta forma su actitud y dolor, pero estas no son formas de tratar a nadie.

Al cabo de unos minutos escuché la cerradura de la puerta y me aparté con temor pensando que se trataba de ese demonio, pero vi a Andrea nuevamente.

—Saliste más perra de lo que pensé. Y eso, que creí en tu palabra cuando dijiste que no habías sido.

—Yo no lo hice. ¿Por qué nadie puede creerme?

—Hagamos un trato. Te ayudaré a escapar, pero con una condición. Quiero que desaparezcas por completo de nuestras vidas. Si te quedas y no aprovechas esta oportunidad, Aiden vendrá a acabar contigo. Me extraña que aún no te haya hecho prácticamente nada.

—¿Me ayudarás?

—Sí. A ti no te conviene quedarte y a mí tampoco. Aiden salió, así que esta es tu oportunidad.

—¿Cómo me ayudarás?

—Harás todo lo que te pido al pie de la letra y lograrás salir de aquí.

Me dejó salir de la habitación y me guio a lo que pareciera ser su cuarto. Sacó una peluca de su mismo color de cabello, unas gafas oscuras y un traje de color esmeralda. Me hizo cambiarme completamente mientras vigilaba en la puerta. De la persona que menos pensé que iba a ser capaz de ayudarme, es la que lo ha hecho. Creo que la he juzgado mal.

Tan pronto finalicé, bajamos al primer piso y mirando a todas partes. Nos encontramos con la empleada en la cocina y ella le pidió que me llevara al garaje de la casa, donde supuestamente había alguien esperándome.

—Te llevarán a la ciudad, pero vas a tener que conseguir quien te lleve a tu destino, pues mi empleado no puede estar fuera de la casa mucho tiempo. Si Aiden se entera de esto, le cortará la cabeza a él y a mí también, así que procura que no te descubran.

—Gracias por esto, señora.

—Vete, antes de que me arrepienta.

Seguí a la empleada al garaje y me encontré con un hombre delgado, bastante alto y de apariencia ruda.

—Sube— me abrió la puerta trasera de la camioneta y me ayudó a subir.

Miraba discretamente por la ventana, viendo cómo pasábamos por el lado de esos hombres hacia el portón eléctrico de la entrada. El chófer se detuvo frente al portón porque dos hombres nos hicieron seña de detenerse y pensé lo peor. Todo había ido tan bien que tenía el presentimiento de que algo malo pasaría.

—La señora va a hacer unas compras — le dijo el chófer y ellos miraron hacia mi dirección, pero traté de ladear la cabeza para que no vieran mucho mi rostro o iban a descubrirme fácilmente.

Andrea es mucho más delgada que yo y sus facciones son más finas. Por eso pensé que me descubrirían, pero para mí sorpresa, nos dejaron salir sin problemas. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.

—¿Tiene un teléfono que me preste, señor?

—Tengo órdenes estrictas de llevarla únicamente a la ciudad. Prestarle mi teléfono sería dejar registro de lo que estoy haciendo y no pienso poner mi cuello en un picador por usted.

Si voy a la policía puedo demandarlo por secuestro, pero eso sería más de lo mismo. Y bueno, lo único que sé sobre él es su nombre. Ahí podría dar conmigo y atraparme de nuevo y esta vez no tendré forma de escapar. Lo mejor será llamar a mi papá de un teléfono público o pedírselo a alguien prestado. Él es la única persona que podrá ayudarme y en quien confío plenamente.

Llegamos a la ciudad y me dejó en plena acera frente a varios establecimientos. No tengo idea de dónde demonios estoy. Ahora que lo pienso, no tengo dinero encima tampoco. Por estar mirando a muchas partes en busca de localizar a alguien que pudiera prestarme su teléfono, tropecé con un hombre de frente.

—Lo siento. No fue mi intención. Estaba tan distraída que no lo vi — recogí el periódico que por mi torpeza le tumbé y se lo entregué.

—No se preocupe, señorita— sus ojos color avellanas se centraron en mí.

Tiene unos ojos muy lindos. Pese a que tiene una cicatriz inclinada en el ojo izquierdo hacia su mejilla, luce muy atractivo. Su cabello negro estaba peinado hacia atrás. Planeaba seguir de largo, pero tal vez él pueda facilitarme su teléfono un momento.

—Perdone la molestia, pero ¿tiene un teléfono que me preste? Necesito contactar a alguien, pero no tengo dinero para llamar por un teléfono público. No tomaré mucho tiempo, se lo aseguro.

—Claro— sacó su teléfono del bolsillo y me lo entregó.

—Gracias. Es usted muy amable.

—No hay de qué.

Le marqué a mi papá y me respondió el teléfono de inmediato, cualquiera diría que estaba esperando mi llamada.

—Papá, tienes que ayudarme. No sé dónde estoy, pero estuve secuestrada por el hermano de Rebecca. Ese hombre está loco y quiere matarme. No escucha razones. Por más que le he dicho la verdad de que no maté a Rebecca, él no cree en mí. Si no hubiera sido por su mujer, ahora mismo ese tipo estaría torturándome. Tienes que ayudarme, papá.

—¿Dónde estás ahora mismo, mi amor?

—No sé qué es este lugar.

—Wilshire boulevard, cerca de Bond Clothes— respondió el hombre.

—Gracias.

—No te muevas de ahí, hija. Salgo inmediatamente para allá. Ten mucho cuidado, por favor.

—Gracias, papá— colgué la llamada y le entregué el teléfono.

—Disculpe por haber escuchado su conversación, pero no pude evitarlo. ¿Necesita que la lleve a la policía?

—No. Yo necesito a mi papá. Él podrá ayudarme más que la policía.

Sé que no se supone que hable con extraños, ni mucho menos que le pida un favor como el que estoy a punto de pedirle, pero no conozco nada de aquí y no quiero quedarme sola.

—¿Usted vive aquí?

—Sí. ¿Necesita que la lleve a alguna parte?

—No. Me da mucha vergüenza pedirle esto, pero ¿podría quedarse aquí mientras mi papá llega? Digo, si no tiene nada que hacer o sino lo comprendo.

—Claro que puedo quedarme, no hay problema, pero debo llevar estas bolsas y el periódico a mi auto. Está estacionado justo ahí frente.

—Ah, entiendo.

Lo seguí hacia su auto mientras miraba alrededor. Tengo miedo de encontrarme con ese hombre otra vez. No puedo esperar a que mi papá llegue. Metió las bolsas y el periódico dentro del auto y se recostó de la puerta.

—¿No es eso increíble?

—¿Qué cosa?

—En unos momentos vamos a reunirnos con tu papi. ¿Estás igual de ansiosa que yo, pequeña doncella? — reconocí inmediatamente su sonrisa y mi cuerpo se paralizó por completo.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora