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Después de salir del doctor, decidimos detenernos en el centro comercial. Hay cosas que dejamos para última hora, pues aún no sabíamos el sexo del bebé. No sé si no se ha dado cuenta, pero su mano estaba sujetando la mía. Supongo que lo hace para que no me pierda o me vaya. ¿Por qué otra razón sería?

—Deberíamos comprar más cajas de pañales— comentó.

—¿No crees que tenemos demasiadas cajas de pañales?

—Bueno, es algo muy necesario. Para que le falten que sobre, ¿no?

En el pasillo de la tienda había una pesa la cual debía insertar monedas para saber su peso, presión arterial, etc. No dudó en subirse a ella. Creo que le ha afectado mucho lo que dije y no se ha dado cuenta.

—¿Qué haces?

—¿Realmente me veo más robusto?

Hice silencio con temor a decirle lo que en realidad pienso, pues probablemente termine siendo incómodo para los dos.

—Estoy comiendo mucha basura de la calle. Deberé cenar más en la casa.

—Te ves bien. No importa cuántas libras tengas, para mí siempre has sido perfecto y muy guapo. Y perdón, sé que no debo estar diciendo estas cosas.

—¿Realmente lo piensas? — esperé de todo, excepto esa pregunta.

—Sí — asentí con la cabeza.

—Qué bien — carraspeó—. ¿Por qué no continuamos? — se salió de la máquina sin pesarse.

Luego de hacer unas compras, regresamos directamente a la casa. Ambos entramos al cuarto de Alana. Quería ayudarle a organizar todo, además de que secretamente quería pasar más tiempo con él. Se ve muy entusiasmado y eso me hace sentir bien.

En el momento que terminé, quise recoger las bolsas vacías para llevarlas a la cocina, pero mi intento se vio interrumpido por él. Se acercó tanto que no supe cómo reaccionar. Hace mucho no lo tenía tan cerca, ni tampoco coincidíamos con la mirada. No sé cuál era su principal motivo para haberme detenido, pero mi corazón se alborotó demasiado e incluso me emocioné, sabiendo que no tenía derecho alguno. Su mano se aproximó a mi mejilla y con su dedo pulgar acarició mis labios. La puerta la tocaron e interrumpieron ese pequeño momento que me trajo tanta emoción y gozo al alma. Pensé que las cosas iban a terminar ahí, pero pese a la insistencia de ese toque en la puerta, Aiden entrelazó sus manos en mi cabello y besó mis labios, profundizando y sometiéndome a los suyos, atrayendo a su vez las mismas mariposas que descansaban en mi estómago, pero que aún seguían vivas e intactas sin importar el tiempo. Quería que este momento no fuera producto de un sueño o de mi imaginación, quería que perdurara por mucho más tiempo.

—No lo soporto más— murmuró a solo centímetros de mis labios—. Te necesito, Rachel... —aunque quería responderle que me sentía de la misma manera, acaparó de nuevo mis labios y no pude hacerlo.

La manera tan apasionada en que me besaba me mantenía embobada y a la expectativa de más.

—¿Por qué me ilusionas de esta manera? ¿Tienes una idea de la falta que me has hecho todo este tiempo, Aiden? Si no estás dispuesto a amarme de la misma manera que lo hago, prefiero que me rechaces ahora.

—¿Tú crees que no duele? ¿Crees que soy de hierro? He tratado de mantenerme distante de ti, pero no soporto esta maldita distancia. Se siente muy mal vivir con esta mendiga culpa dentro de mí pecho. Me hace mal, pero ¿sabes que me hace mucho más mal? No tenerte. He querido renunciar a ti, pero entre más lo intento, menos puedo. Cada noche deseo tenerte a mi lado. Poder sentir tu calor de nuevo. Deleitarme con tu fresco y dulce aroma. Cierro los ojos, intentando olvidarte, pero quién único aparece en mis pensamientos eres tú. Te has vuelto una necesidad. Me he vuelto débil, Rachel. Solo puedo pedirle disculpas a mi hermana y a mis padres, porque, aunque trato de no fallarle a ellos, siento que soy yo quién está dejando de vivir y renunciando a lo único que me hace genuinamente bien. Me siento incompleto si no te tengo. Siento que voy a enloquecer si continúo con esto. Quiero darlo todo por ustedes. Aunque trato de fingir, no tienes idea de lo feliz que me siento cuando te veo y de lo doloroso que se siente escucharte llorar y no poder consolarte. No puedo y tampoco quiero seguir así, Rachel. Por más que trato, no puedo odiarte, solo amarte profundamente.

Sus palabras me devolvieron la vida, la paz y la tranquilidad que necesitaba. Había querido escuchar esto antes. Quería hacerme la idea de que esto no iba a ocurrir y que tenía que resignarme tarde o temprano. Ya no tengo idea de qué es o no lo correcto; tampoco sé si lo merezco. He cometido muchos errores y él no se queda atrás. Lo único que me reconforta es saber que siente la misma necesidad que yo.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora