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Rachel

La mirada que me dedicó dio mucho que pensar. No lo sé, lucía como nervioso o inquieto. ¿De qué habrá hablado?

—¿Sucedió algo malo? — cuestioné curiosa.

—No, preciosa — se quitó la chamarra y la puso en el suelo—. ¿Por qué no nos sentamos a contemplar por más tiempo esta hermosa vista?

—Claro, me gustaría.

Nos sentamos en el suelo, pero no me atrevía a cortar el silencio. Luego de esa llamada ha estado actuando extraño y me tiene nerviosa.

—¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti? — su pregunta me estuvo curiosa.

—¿Cómo qué? ¿Hay algo que no sepas? Creí haberte escuchado decir el otro día que sabías todo de mí.

—Hay cosas que se deben preguntar directamente. ¿Te molestaría hablar sobre ti? No sé, sobre la vida que tenías antes.

—Pues, no hay mucho que contar.

—Todos tenemos cosas que contar. Por ejemplo, cuando pequeño fui bien querido, pero cuando crecí las cosas fueron cambiando un poco. Tal vez porque me volví rebelde y a raíz de eso me distancié un poco de mi familia. Tomé muchas malas decisiones cuando era más joven y cometí miles de errores que me costaron mucho.

—¿Malas decisiones? — no sé por qué esas palabras me resultan tan familiares.

—Sí. Muy malas decisiones de las cuales aún hoy me arrepiento. Aunque debo mencionar que mi relación con mi familia ha mejorado grandemente. Me gustaría llevarte con ellos algún día. Sé que ya los conoces y que ahora mismo están en malos términos por lo de Rebecca, pero no te preocupes, yo hablaré con ellos sobre lo que descubrimos y sé que podrán aceptarte; y más ahora que serán abuelos.

—¿Crees que te van a creer? Ellos están muy resentidos.

—Confío en que lo harán. Me gustaría que puedan estar cerca de nuestro bebé.

—Supongo que no perdemos nada intentándolo.

—¿Estás asustada? No tienes por qué estarlo, pues no te dejaré sola.

—Lo sé — ambos sonreímos.

La cita que tuvimos fue la mejor de todas. Me sentía muy feliz de poder estar con él. Paseamos por varias zonas de California, mostrándome los alrededores y los lugares a los que supuestamente iremos en un futuro con nuestro bebé. No puedo negarlo, su emoción también me llena.

Luego de nuestro largo paseo, regresamos a casa, y bueno, las cosas escalaron muy rápido. Retomamos lo que no habíamos podido terminar en la azotea. Quedamos tan exhaustos que ni siquiera recuerdo cuando quedé dormida.

Estoy harta de tu hipocresía, Rebecca. No eres distinta a los demás; al contrario, ¡eres igual o hasta peor que todos ellos! ¡Te burlaste de mí por mucho tiempo, pero eso ya se acabó! Te cobraré con creces todo el daño que me has hecho, perra.

No había visto mis manos hasta ese momento en que levanté el cuchillo y la sangre goteaba del filo, dándole color a esa sábana blanca y horrenda con la que se cubría. Ella pensó que con cubrirse evitaría recibir un poco de su propia medicina. ¡Qué ilusa y tonta fue!

Todo se sentía extraño y distante a mi alrededor. Dentro de mí podía sentir una satisfacción inmensa, por haberme liberado de ese dolor de cabeza, pero a su vez, me agobiaba el hecho de no saber qué hacer con su cuerpo ahora. Había tomado una mala decisión, la cual no iba a poder revocar, pero lo merecía; realmente lo merecía.

Abrí los ojos bajo el fuerte dolor de cabeza que me invadió y la opresión en el pecho que me dificultaba respirar.

—Yo... yo no lo hice. Yo no... no lo hice — repetía una y otra vez—. Sí, sí lo hice...

Fue su culpa... fue ella quien me obligó a hacerlo. Rebecca me engañó y me mintió... se hizo pasar como mi mejor amiga, solo para burlarse de mí. Ella misma permitió que ese grupo de niñas me golpearan y no hizo nada para ayudarme. Luego fingió culpa y me pidió que la perdonara, pero este comportamiento no había sido la primera vez que lo demostraba. Ella siempre estuvo del lado de esas malditas, pero fue una hipócrita conmigo. Jamás sintió cariño hacia mí o lástima, y jamás me vio como su mejor amiga. Solo fui una tonta que creyó sus mentiras; una ilusa que se había aferrado a la idea de por fin tener una mejor amiga, porque nunca la había tenido. Le perdoné todas las cosas que permitió y calló de esas niñas, pero esa noche escuché la conversación que tuvo con una de ellas por teléfono, donde le habían pedido que después de que me durmiera, me tomara fotos desnuda y ella estaba dispuesta a hacerlo, pues aceptó como si nada. Esa fue la última gota que derramó el vaso. La decepción, la rabia, la impotencia se habían apoderado de mí. Había confiado en ella y en su supuesta amistad y lealtad.

No sabía qué hacer, pero quería enfrentarla a toda costa. No era una chica que acostumbraba a tomar alcohol, pero esa noche vi esa opción como una forma de extender la hora de ir a la cama. Mis planes eran que ella también tomara, pero no quiso. Por esta razón, me quedé despierta hasta que ella no le quedó más remedio que irse a dormir.

Mi curiosidad me llevó a revisar su teléfono, en busca de conseguir una prueba contundente para enfrentarla, pero en su teléfono lo que aparecían eran mensajes donde se burlaban y hablaban mal de mí y de lo estúpida que era. No obstante, también había videos de las veces que me encerraban en los baños y en los salones, donde también me arrojaban libros y me quitaban mis cosas. Ella también estaba en ese grupo, solo que era ella quien lo grababa todo y lo difundía.

Todo se juntó, haciendo que doliera más. Realmente la quería y la veía como mi mejor amiga, aunque ella no pensara lo mismo. Nadie más la conocía como yo. Conocí su verdadera forma y revelé su hipocresía y doble cara.

La verdad es que cuando caí en cuenta, ya era demasiado tarde. El enfrentamiento entre las dos quería que fuera pacífico, pero las cosas se salieron de control. Ni siquiera sabía por qué en mi mano cargaba un cuchillo, solo sé que me encontraba sobre ella y mis manos habían tomado una decisión por su cuenta. El impacto de ver su pecho ensangrentado y sus ojos cerrados solo hizo que me tumbara a su lado en busca de pensar en una solución al problema. Pero estaba tan mareada, fatigada y cansada, que ni siquiera recuerdo cómo quedé dormida.

Cuando desperté, fue cuando me encontré con el escenario. Su cuerpo estaba tendido a mi lado. Había dormido con un cadáver, pero ni siquiera sentía lástima por ella, más bien miedo de lo que pasaría ahora sí llegaban a descubrirlo.

Recuerdo haber tratado de halar su cuerpo, pero estaba muy pesada para hacerlo por mi cuenta. Mis manos y mis uñas estaban sucias. Mi único arrepentimiento en ese momento fue no haber tenido la fuerza para desaparecer su cadáver.

Llamé a la policía pensando que era la única solución a mis problemas. No quería que mis padres se decepcionaran de mí, por eso no los llamé a ellos, pero la policía misma se encargó de hacerlo. Mi mayor miedo era lo que pensarían o harían mis padres al enterarse.

«Esto lo solucionaremos juntos, mi amor. Confía en nosotros. No importa lo que tenga que hacer, pero no te dejaremos en este asqueroso lugar. Jamás te dejaremos sola». Las palabras de mi padre me reconfortaron, al límite de que sabía que no debía preocuparme por nada.

¿Cómo olvidé la satisfacción que invadió mi ser al haber acabado con su vida?

Cada recuerdo invadió mi mente, haciendo de esos recuerdos un tormento. ¿Por qué no habría de serlo, si él estaba ahí, delante de mí y mirándome de esa manera?

—¿Estás bien, preciosa?

Él va a matarme... él lo hará... sí lo hará...

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora