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—¿Cómo te atreves a buscar en mis cosas, enfermo?

—¿Enfermo? No soy yo quien se muestra en pelotas a desconocidos.

—Yo dejé de hacer eso.

—Que lastima. Ya te veía posando para una revista de adultos. Tus poses se ven como de modelo experimentada.

—¡Cállate, desgraciado! Espero sea la última vez que lo hagas.

—No necesito entrar de nuevo porque he descargado todo.

—¿Descargado? ¿Cómo te atreves?

—Puede servir de mucho. Se podría decir que te tengo doblemente agarrada.

—¿Qué?

—Parece que no solo tienes el cuerpo desarrollado, la mente también la tienes muy acelerada. Digno de una asesina a sangre fría.

—Debí imaginar que ibas a sacar el tema de nuevo. Estoy harta de oírte.

—Puedes tirarte si gustas, pues no pienso detenerme todavía.

Es un fastidio escucharlo. Lo detesto con toda mi alma. Nada de esas fotos para mí son un orgullo. Lo hice en esa etapa donde quería demostrarme a mí misma que podía generar dinero sin necesidad de pedirle todo el tiempo a mi padre. Es cierto que era vergonzoso, pero lo que reconfortaba en aquel entonces es que editaba el vídeo para que no se viera mi rostro. Saber que esos vídeos están en manos de este ser asqueroso me da mucha vergüenza y temor, porque a diferencia de esos viejos verdes que pagaban por verme, este tipo tiene esos vídeos sin editar y no sé qué haga con ellos.

—Quiero que desaparezcas esos vídeos. Como me entere que los subiste a alguna parte, ¡te mataré!

—No me cabe duda de eso. No pienso subirlos a ninguna parte, a no ser que hagas algo que me moleste. Mientras seas juiciosa y una duendecilla obediente, se quedará en el baúl de los recuerdos.

Me trajo a la casa donde me tuvo secuestrada y los recuerdos vinieron en cadena. La reconocí inmediatamente. ¿Por qué me ha traído? ¿Acaso piensa volver a encerrarme?

—¿Por qué me has traído aquí? Me diste tiempo para demostrarte mi inocencia.

—Los dos sabemos que eso será una pérdida de tiempo. ¿O acaso tienes alguna idea en la cabeza?

—Yo no quiero volver ahí.

—Si te portas bien no tengo por qué encerrarte de nuevo en el sótano. Quédate en una de las habitaciones. Mañana a primera hora hablaremos sobre el supuesto pretendiente de mi hermana y quiero que me digas todo lo que sabes. Tenemos que encontrarlo y tener una charla larga y tendida con él.

—¿Quiere decir que crees en mi inocencia?

—No te equivoques. Nada me sacará de la cabeza que tú tuviste algo que ver en lo que le pasó, pero como dicen por ahí, al enemigo hay que tenerlo cerca.

No entiendo absolutamente nada. No cree en mí, pero no está tratándome como lo hizo al comienzo. Su cambio repentino de actitud me preocupa, pues no sé qué esperar de ese lunático.

Aiden

Esa niña me desconcierta. Algunas veces se muestra muy calculadora y madura para su edad, mientras en otras ocasiones actúa como una niña tímida, cobarde e incapaz de matar a una mosca. Es terca, necia, pero también altanera y rebelde. Mentir y confundir puede que se haya vuelto parte de su naturaleza y por eso le sale tan bien.

Pese a la evidencia que tengo a la mano, no me queda muy claro nada. Antes estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero desde que la he vigilado más de cerca, siento como si algo no estuviera bien. Como si estuviera saltando algo importante, pero no sé qué es.

Mi empleado por fin me llamó para darme noticias.

—La cámara de la vecina Rosalía captó a alguien en el patio de la casa de su hermana, señor. Lo que significa que esa mujer dijo la verdad de que había alguien más.

—¿Se ve el rostro?

—No se ve el rostro. Solamente se aprecia cuando entró al patio, más no cuando salió.

—Envíame el vídeo, lo quiero tener a la mano a ver si encuentro pistas de esa persona. ¿Hicieron lo que les pedí?

—Sí, señor. Ni ellos ni la policía serán un problema.

—Perfecto. Por cierto, ¿esa mujer llamó a alguien desde el teléfono?

—No, no hay registros de llamadas. ¿Usted cree que es inocente?

—No lo sé. Esto solo confirma que no mintió ahora, pero no implica que haya o no tenido algo que ver con lo de mi hermana. Hay evidencias contundentes que la vinculan directamente, así que para mí es y será culpable hasta que se demuestre lo contrario.

La conversación se vio interrumpida por ver a Andrea entrar a mi habitación. No sé qué demonios hace aquí. Pensé haberle dicho que se quedara en California, pero veo que se ha vuelto muy desobediente últimamente.

—Veo que has encontrado de nuevo a esa mujer. Ahora entiendo por qué viajaste tan repentinamente.

—Te dije que te quedaras en la casa. ¿Por qué estás aquí?

—¿Está mal venir a ver a mi novio?

—Lo que está mal es tu desobediencia.

—¿Qué está pasando con esa mujer, Aiden? ¿Por qué estás a solas con ella en esta casa? ¿Dónde están Jean y Ricardo? ¿Por qué no están aquí? Dime la verdad, ¿por qué estás actuando como si fueras un niño con juguete nuevo?

—¿Viajaste de California solo para este reclamo sin sentido?

—No me cambies el tema. Te conozco bien. Hemos estado conviviendo por cinco años, sin contar que nos conocemos desde que teníamos once. Creí que habías viajado por negocios, pero por lo visto, es por ella. ¿Me estás siendo infiel con esa muchachita?

—Tal parece que no he sido suficientemente claro contigo, Andrea.

—No quieras negarlo, porque para mí está claro. La forma en que estás actuando, te hace ver como si tuvieras algún interés ajeno a esa venganza y odio que dices tenerle. Desde hace varios meses te he notado distante. Te la pasas fuera de la casa, ya ni atención me das. Desde que sucedió lo de tu hermana, te has encerrado en ti. Ni siquiera puedo reconocerte, Aiden. Todo ha girado en torno a esa mujer. La tienes vigilada las veinticuatro horas del día. No dejas de pensar en ella. Incluso ya ves cómo saliste de nuevo a buscarla porque se escapó y ahora la tienes en esta casa contigo, durmiendo plácidamente en una de las habitaciones. ¿Qué demonios pasa contigo? ¿Dónde está la venganza, el resentimiento y el odio que le guardabas? Por otra parte, me prometiste que nos casaríamos el día de nuestro aniversario y ya ese día pasó y aún estoy esperando que cumplas con tu promesa. Me prometiste que tendríamos una familia, que nos mudaríamos a Europa y dejarías todo esto de la venganza atrás, pero ¡mírate! Estás obsesionado con esa mujer. Al principio creí que era solo por lo de Rebecca, pero por lo visto ese no es el caso. Ya se te olvidó todo el dolor que pasaste por su partida, la venganza que le juraste frente a su tumba y las lágrimas que derramaste. No quiero pensar que te has enamorado de la mujer que mató a tu hermana, Aiden.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora